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En el arte no nos podemos enquistar

Es esa la fórmula del artista visual espirituano Luis García Hourruitiner, quien se alzó con el gran premio del 14to. Salón regional de paisajes René Rodríguez, de Ciego de Ávila

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— En el pequeño taller armado a la fuerza en su hogar, Luis García Hourruitiner enfrenta el paso del tiempo a golpe de trazos. Pinturas, pinceles, lápices y cartulinas casi no tienen espacio. Entre ellos y un manojo de libros se resguarda la historia de este yayabero de pura cepa y con nombre reconocido en las artes visuales cubanas.

«Mi mamá decoraba para hacer trabajos. Yo la veía y me llamaba la atención. En los primeros años de la década de los 60, mi padre se enteró de que existía el Centro Vocacional de Artes Plásticas, en la calle Máximo Gómez 114. El director era Osvaldo Mursulí, y me inscribió».

Comienza así a grandes trazos su historia Luisito —como se le conoce en el gremio creativo y por las calles espirituanas, quizá por su cuerpo menudo—. Mas, si de justicia se trata hay que escudriñar más. 

De la mano paterna iba hasta la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena, de Sancti Spíritus, donde en sus bajos había un pequeño teatro dirigido por Eugenio Pino Hernández. Allí hizo sus primeros dibujos, muñecos con papel maché e incursionó en la serigrafía.

«Fui feliz —insiste y se afinca en ese contexto—. Llegó la convocatoria para ingresar en la Escuela Provincial de Arte de Las Villas. Me fui para Cienfuegos con una maleta de madera que me mandaron hacer».

En la Perla del sur confirmó lo que ya sospechaba Luisito: las artes visuales eran su mejor universo. Bebió de los saberes de todos los profesores y, dialogó con el resto de las manifestaciones, gracias a la existencia de una programación cultural mucho más rica y diversa que la de la urbe del Yayabo. 

«Durante la etapa estudiantil recibí un bagaje cultural que agradezco siempre. Nos impartían clases de diseño, pintura, dibujo. No había escasez de materiales. Aquello era una gran familia. Era la primera vez, por ejemplo, que yo salí fuera de casa, por lo que ese ambiente me ayudó disipar las añoranzas. Luego, nos cambiaron. Nos fuimos para la otrora Escuela de Artes Plásticas de Las Villas Leopoldo Romañach, en Villa Clara».

De esa institución educativa tiene el cuño del título que avala su egreso del nivel medio. Y el impulso a ejercer como profesor de la Enseñanza Artística en las escuelas de formación pedagógica, a fin de responder a una necesidad del país.

«Volví para Cienfuegos como maestro. Imagínate, de pedagogía no sabíamos nada, así que de mis alumnos aprendí y ellos de mí. Al tiempo, pedí el traslado para la escuela pedagógica de Sancti Spíritus porque siempre quise retornar a mi tierra. Estaba entonces en Pojabo, una pequeña comunidad rural y formé parte de su claustro durante casi cinco años. Un buen día decidí volver al sector cultural, que era mi lugar de origen».

¡Y no exagera! Proyectos, exposiciones, festivales, eventos… Cada uno era un reto que asumió desde su papel como directivo. Mas, las esencias le obligaron a retomar lo aprendido a golpe de constancia.

«Lo mío era enseñar, así que me fui para la Casa de Cultura municipal. Ahí es donde se moldea el talento comunitario, un término muy usado por estos días, pero que viene de mucho tiempo atrás. Estuve rodeado de niños y adultos hasta 1996, cuando decidí quedarme solo con la creación, la cual me presionaba demasiado».

Bendita presión. Cuando se recorre la carrera de Luis García tropezamos de frente con vitrales, formas planimétricas, puntos, líneas, colores que se abrazan entre sí con exquisitez.

«Siempre me sorprendieron las buenas calificaciones en diseño. Al retornar a Sancti Spíritus me percaté de que estaba muy enraizado el paisaje. Pero, ni la crítica ni yo nos sentíamos bien cuando incursionaba en esa expresión. Entonces, me encaucé por la abstracción. Hubo un cambio, tanto personal como en quienes admiraban mis piezas. Aunque a veces no entendían».

Centrado en esa expresión de las artes visuales, Luisito ha esculpido su propio podio en el amplio corpus artístico del país. No ha necesitado darse bombos ni platillos. Ocupa un lugar de honor, avalado por una obra sólida, sostenida, además, por premios y menciones en salones diversos, así como reconocimientos como la Distinción por la Cultura Nacional y la condición de Hijo Ilustre de la ciudad de Sancti Spíritus.

Y aunque pudiera estar acostumbrado a recibir buenas noticias, aún muestra sorpresa en su rostro al leer en titulares frescos que resultó el gran premio del 14to. Salón regional de paisajes René Rodríguez, que sesionó hace unas horas en Ciego de Ávila.

«No es mi primera vez en ese prestigioso evento, donde confluyen siempre muy buenas obras. Había obtenido con anterioridad premios y menciones. Pero bueno, ya hablar de un gran premio, sin dudas, es bien fuerte.

«Participé en esta edición con cuatro obras de mediano formato: Carretera 1 y 2 y Marina 1 y 2 —la pieza ganadora—. Son una visión de la figuración unido a la abstracción con un carácter más contemporáneo. El espectador puede dialogar perfectamente con todos los elementos que le integran: la figura, el color y el efecto de la mancha».

En medio de ese alegrón, este espirituano que no deja de pasar cada mañana por el Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, (Uneac), de Sancti Spíritus, vuelve a sus raíces.

«He estado directamente relacionado con grupos de niños, de jóvenes y adultos. Y eso ha sido por años. Nunca he descansado. Incluso después de jubilado no he dejado la enseñanza. Vienen aquí a mi casa. Algunos se quedan con el bichito dentro y llegan a ser pintores, fotógrafos. 

«Otros no llegan a ser artistas, pero aprenden herramientas para apreciar el arte. Y eso, aunque no lo crean, es un fruto de uno. Por eso, dedico este premio a mi familia, mis padres, Llella
—mi esposa— y a la enseñanza artística. Cuando digo eso quiero decir a Fidel, nuestro Comandante en Jefe, a quien honraremos con muchas más buenas noticias en el año de su centenario.

«Lo asumo, además, como un reconocimiento a toda mi trayectoria artística, mis investigaciones, estudios, algo que no dejo de hacer porque en el arte no nos podemos enquistar. Doy gracias al jurado porque respeto mucho a todos los participantes. Sin dudas, se convierte en otro compromiso para seguir aportando a las artes visuales».

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