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Ojalá el tiempo no hubiera pasado

Agustín Arias Tornés, «Tingo», aquel torpedero fogoso que marcó una época con los equipos orientales, revela algunos de sus secretos para defender la llave del cuadro

Autor:

Juventud Rebelde

Sin apelar a los números, todo el mundo coincide en que Agustín Arias está entre los mejores torpederos de la historia en el béisbol cubano. Sobre él se cuentan miles de historias, siempre destacando su brazo prodigioso.

En esta posición, los capitalinos pueden presumir de Tony González, Rodolfo Puente y Germán Mesa, los pinareños de Giraldo González, y los villaclareños de Pedro Jova y Eduardo Paret. Pero Oriente se defiende con Arias y la pelea está pareja.

«Tingo» es un guajiro natural, como él mismo se define. Durante su paso por las series nacionales formó dos exitosas combinaciones de doble play, primero con Andrés Telemaco y luego con Wilfredo Hernández.

«Me quedo con Wilfredo, sin que nadie se ponga bravo», dice Arias con una sonrisa. «Fuimos los mejores alrededor de segunda base. Seguramente mucha gente dirá que no, pero estoy acostumbrado a meterme en candela».

«Yo empecé en esta pelota durante la quinta serie nacional (1965-1966). Soy del municipio de Yara, en Granma, así que pasé mucho trabajo porque entonces no había condiciones. Pero me mantuve activo 17 años con tremendo esfuerzo. Jugué con Orientales, Mineros, Oriente y Serranos».

—¿Es cierto que lo descubrieron por casualidad?

—Más o menos. Roberto Ledo y otro compañero fueron un día buscando talentos a Granma y les dijeron que en La Sal había un guajiro con muchas condiciones. Me llevaron al entrenamiento en Santiago de Cuba y tuve la suerte de hacer el equipo Orientales.

«Al principio fui lanzador y también jugué segunda y tercera base. Pero al final se dieron cuenta de que yo era un short stop natural por el brazo que tenía. Cogía hacia el hueco y sin reponerme tiraba y sacaba out.

«Además, en tercera nosotros teníamos al «Chivo» García y en segunda jugaban Telemaco y Wilfredo. El gran vacío estaba en el campo corto».

—¿Hay alguna receta para esa posición?

—El torpedero tiene que ser incansable y moverse para las dos manos. Es la llave de un equipo de pelota. Yo exprimía a los entrenadores. Si me tocaban 30 roletazos en la práctica, pedía 60.

«También corríamos bastante, hasta en la arena. Aquello era de madre. Sin embargo, no hacíamos pesas».

—¿Entonces se preocupaba más por la defensa que por la ofensiva?

—Sí. Después me fui haciendo bateador. Comencé en el octavo turno, como todos los torpederos, pero con el tiempo hasta llegué a ser el cuarto bate de las avispas orientales. Antes no se exigía que un torpedero bateara. Me exigían a la defensa.

—Usted bateaba muy bien por detrás del corredor. ¿Cuál era el secreto?

—Eso se entrena. Aunque parezca que no, con la bola pegada es más fácil lograrlo. Ahí solo sacas los brazos y dejas el bate atrás. En cambio, con el pitcheo hacia afuera tienes que hacerlo todo bien para batear hacia allá.

—¿Cómo llega Arias al equipo nacional?

—También con mucho trabajo. Casi siempre era el torpedero del Todos Estrellas por Oriente. Mi primer equipo Cuba fue el del Cerro Pelado, para los Juegos Centroamericanos de Puerto Rico en 1966.

«Ese año quedamos tres en el cuadro para escoger al final: Telemaco, Félix Isasi y yo. Por suerte me eligieron».

—¿Desde entonces no tuvo más problemas para hacer el equipo Cuba?

—¡Qué va! Me dejaron unas cuantas veces, porque a Servio Borges al parecer no le gustaba mi forma de ser. Mira, la primera vez que íbamos a Japón yo fui «champion» bate en el entrenamiento. Entonces me mandaron para un tope en Matanzas con otro equipo y ellos se fueron por la madrugada. Me enteré al otro día por Radio Reloj.

«Peor fue antes de la Copa Intercontinental de Edmonton, Canadá, en 1981. Estaba en el equipo y después me dijeron que la visa mía no había llegado. Ya tú sabes cómo me sentí.

«Eso duele mucho. Cada vez que me pasó, al año siguiente yo preguntaba primero cómo se podía hacer el equipo. Me decían que iba quien se lo ganara y entonces me batía de nuevo».

—¿Hay diferencias entre la pelota que usted jugó y la de ahora?

—La diferencia es enorme. Nosotros jugábamos con el corazón, sin tener nada. Dormíamos en los estadios y viajábamos en unas guaguas que nos dejaban llenos de tizne. Pero lo entregábamos todo en el terreno.

«También hay una gran diferencia en el pitcheo. Antes cada equipo tenía tres y cuatro lanzadores buenos. Ahora no, por eso los bateadores se dan banquete».

—¿Cuál fue su mejor momento en la pelota?

—Imagínate, viví unos cuantos. Recuerdo especialmente cuando fuimos campeones con Orientales en 1967 y Manuel Alarcón, nuestro lanzador estrella en aquel momento, mandó a cerrar La Trocha. Tampoco se me olvida el día que regresamos con el oro en el Cerro Pelado.

—¿Y los malos recuerdos?

—Cuando perdimos el play off de la serie 1971-1972 con Azucareros en el último juego. Yo estaba con Mineros y ese año el equipo llegó a ganar 27 partidos consecutivos. Creo que todavía es récord. Pero así es la pelota.

—¿Cómo ve usted el nivel actual del béisbol cubano?

—No hay crisis, pero deben volver las Selectivas. Ese es el tope de la pelota cubana. A mí me gustaban esos torneos y bateaba más ahí que en la Serie Nacional.

—¿Agustín Arias se retiró por un accidente?

—Sí. Andaba en un motor y me partí el brazo izquierdo. No hubo remedio. Mi última Serie Nacional fue en 1982 y ese año estuve en el equipo Cuba para los Juegos Centroamericanos de La Habana.

—¿Qué ha pasado después con su vida?

—Estuve más de 20 años como entrenador del equipo Granma. Ahora trabajo en la academia provincial. Este año iba a dirigir en la Liga de Desarrollo, pero la suspendieron. Dicen que viene en agosto. Veremos.

—Su hijo, Agustín Arias Lago, se incorporó recientemente al equipo Granma. ¿Tiene futuro?

—(Sonríe) Bueno, juega tercera y los jardines. Es más alto que yo. Parece que será bueno.

—¿Le gustan los torpederos que tenemos ahora?

—Algunos sí. El tunero Alexander Guerrero batea mucho y coge bastante, aunque no tiene el desplazamiento de otros. Claro, con todo y eso deberían darle un chance.

«También Arruebarruena, el de Cienfuegos, despunta muy bien. Lo miro y me parece que soy yo mismo sobre el terreno. Ojalá el tiempo no hubiera pasado».

Para su archivo

Agustín Arias es el mejor torpedero de la historia en rango defensivo (aquí se desechan los errores y cuentan los outs y las asistencias por juego). Esta fórmula es más fiable para medir el desplazamiento y alcance en la posición. El promedio de Arias fue de 5,83, empatado con el matancero Armando Dueñas. Según los datos de nuestro estadístico Benigno Daquinta, después aparecen Germán Mesa (5,81), el camagüeyano Alexander Ayala (5,80) y el avileño Yorbis Borroto (5,74), todos con más de 4 000 entradas.

Durante el Campeonato Mundial de 1972, celebrado en Nicaragua, Agustín Arias impulsó siete carreras en el juego frente a Italia. Así igualó un récord que estaba en poder de otro cubano: Juanito Izaguirre.

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