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Mijaín, la leyenda

Con 38 años de edad, el ídolo de Herradura lleva tres ediciones olímpicas sin que los rivales hayan podido marcarle un punto siquiera y, de acuerdo con lo visto aquí, no sería descabellado que siga hasta París 2024 en busca de una quinta presea 

Autor:

Norland Rosendo

TOKIO.― Nunca antes la sala de prensa de Makuhari Messe, sede de las competencias de lucha, había estado tan abarrotada. Una hora antes de empezar la cartelera del lunes (amanecer del martes en Cuba) había colegas de muchísimos medios y nos asediaban con sus preguntas: querían datos de Mijaín López.

Algunos apenas lo conocían, pero sus jefes les habían ordenado reportar la cuarta medalla de oro seguida de un gladiador que tiene méritos para ser considerado como el mejor de la historia en este deporte.

Mijaín López, el hijo de Leonor y Bartolo, y que ahora lo es de Cuba entera y medio mundo también, consumó la victoria en la final ante el georgiano Iakobi Kajaia sin sudar mucho (5-0). Él sabía que después de vencer en el combate semifinal al turco Riza Kayaalp, víctima suya también en Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, el oro estaba virtualmente en su cuello.

Nunca mostró preocupación, ni escepticismo. A cada pregunta incisiva previo a la cita estival respondía con su técnica más segura: «todavía no ha nacido el papá de Mijaín».

Con 38 años de edad, el ídolo de Herradura lleva tres ediciones olímpicas sin que los rivales hayan podido marcarle un punto siquiera y de acuerdo con lo visto aquí, no sería descabellado que siga hasta París 2024 en busca de una quinta presea que, de conseguirla, ratificaría, una vez más, lo que nos dijo un reportero europeo: «Mijaín no es humano, vino de otra galaxia».

Preguntado al respecto por el enjambre de reporteros, el gigantón de Herradura, en Pinar del Río, dejó entrever que podría postergar su salida definitiva de los colchones, aunque todo será a su tiempo. «Me voy cuando yo quiera, no cuando otros digan».

Esto es sacrificio, 29 años de entrega, dedicado al deporte, consagrado, comentó a su paso por la zona mixta, allí donde cargó a su compañero Luis Orta, quien le «robó» unos minutos antes el privilegio de regalarle el primer oro a Cuba.

Misión cumplida, le dijo al presidente Miguel Díaz-Canel cuando lo llamó para felicitarlo. Más emocionado que el propio Mijaín, el mandatario utilizó términos muy deportivos para elogiar al gladiador leyenda: hermano, estás fuera de liga, no hay quién te gane; con cubanos como tú, la Patria se siente orgullosa. Ponle corazón a Cuba.

Y el rey de los 130 kilogramos reiteró lo mismo que un rato antes había dicho ante las cámaras: Estoy contento de poder demostrar al mundo lo que somos los cubanos, grandes.

En sus quintos Juegos Olímpicos, Mijaín luce tan juvenil en sus movimientos como si estuviera en su primera Olimpiada. Debutó en Atenas 2004 cuando quedó en quinto lugar y cuatro años después comenzó a tejer la leyenda.

En la final de Beijing doblegó al ruso Khasan Baroev, quien lo había doblegado en cuartos de final la cita anterior, y desde Londres su adversario más complejo ha sido el turco Kayaalp, con el cual ha sostenido siete combates de por vida y el saldo favorece a Mijaín por 5-2.

En citas bajo los cinco aros el dual meets se inclina de un solo lado (3-0), y el rostro del turco al pasar frente a la prensa cuando cayó en la jornada dominical decía en un lenguaje fácil de entender: no sé qué voy a hacer para ganarle; hasta que no se retire seguiré siendo su hijo.

«Esta medalla es para el pueblo de Cuba, que en tiempos complejos está demostrando de qué está hecho, y vamos a seguir venciendo las dificultades con el espíritu de Fidel». Para entonces, Mijaín hablaba al tiempo que regalaba selfies.

Al hombre leyenda del deporte cubano tuvieron que llevárselo casi «a la fuerza», pues todo estaba listo para la ceremonia de premiación y él seguía enviando buena energía a su pueblo. «Cuba, esta medalla es tuya; pronto estaremos en la Patria».

Allá seguro lo espera, pese a la situación epidemiológica compleja, un ritual que sucede en su casa natal: colgar en un clavo la medalla.

Grande, como Mijaín, debe ser esa pared, porque muchos son sus títulos, y al parecer, le faltan todavía.

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