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Las huellas del asesino Posada Carriles en Honduras

Después de haber sido liberado injustamente en el 2004 el terrorista encontró colaboradores en ese país centroamericano

Autor:

Juventud Rebelde

SAN PEDRO SULA, Honduras.— El pequeño avión se tira en la pista del aeropuerto internacional Ramón Villena Morales, de esta ciudad. Lo primero que me viene a la mente es que a esta misma Terminal llegó el asesino de origen cubano Luis Clemente Posada Carriles, después de haber sido liberado injustamente en agosto de 2004 por la presidenta de turno en Panamá, Mireya Moscoso.

Sus huellas están aún en los pasillos.

Aquí fue apoyado por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) de los Estados Unidos y se presentó, como casi siempre, con nombres y apellidos falsos. Los cómplices de Posada siguieron en vuelo directo a Miami.

¿Por qué él, sin embrago, se quedó en Honduras?

Fuentes consultadas aseguran que aquí encontró apoyo. En esta propia ciudad, conocida como la capital económica del país por su notable desarrollo y nivel de producción, tuvo —y seguramente aún tiene— buenos amigos. Carlos Vicente López Sánchez, alias «Chente», quien reside supuestamente en el barrio Cabañas, de San Pedro Sula es uno de sus colaboradores más cercano.

Hace tres años, cuando estuve en este país, también en funciones periodísticas, intenté contactarlo por su teléfono celular. Después de varios intentos, respondió:

— Hola.

— ¿Por favor, con «Chente»?

— Es el que habla...

— Mire, soy periodista cubano...

— ¿Cubano de Cuba o de Miami?

— De Cuba y...

Colgó inmediatamente.

Por supuesto que en nada le convenía dialogar con un reportero cubano. Sus manos están tan embarradas de sangre como las de su jefe y amigo, Posada Carriles.

Centroamérica ha sido el escenario principal de operaciones para el asesino confeso.

Claros y demostrados están sus estrechos vínculos con los contras nicaragüenses, a quienes les suministró armas y pertrechos.

En octubre de 1986 se vinculó a un grupo de instructores venezolanos que asesoraban a la policía salvadoreña en técnicas de contraguerrillas y de interrogatorio. Dos años después fue a Guatemala, donde laboró como asesor de seguridad de la Empresa de Teléfonos de ese país. Diferentes fuentes aseguran que en ese período hizo viajes frecuentes por Honduras, Costa Rica y el Salvador, en los cuales estrechó relaciones con militares y empresarios que les brindaron apoyo posterior.

Aún acá se recuerda que en 1995, en complicidad con algunas autoridades del ejército hondureño, Posada Carriles colocó en este país 41 bombas en diferentes sitios.

Desde esta región organizó, con el apoyo de la cúpula de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) una estructura terrorista con el objetivo de ejecutar acciones violentas en territorio cubano. Con ese fin reclutó a mercenarios de la región. Fruto de su ideas fueron las explosiones que comenzaron en abril de 1997 en hoteles y otras instalaciones turísticas de La Habana, en las cuales utilizó a los mercenarios Chávez Abarca y Otto René Rodríguez Llerena. Se prepararon 14 bombas, de las cuales ocho explotaron, cuatro fueron desactivadas y dos ocupadas en el momento de introducirlas en el aeropuerto. Esas acciones ocasionaron un muerto, varios heridos y cuantiosos daños materiales.

Con quienes he dialogado, a solo unas horas de llegar, repudian la actitud de quienes permitieron que el asesino estuviera en esta tierra de hombres dignos. Todos, sin excepción, consideran que debe ser juzgado por sus crímenes o extraditado a Venezuela. Y tienen la esperanza de que nunca más el terrorista pise tierra Catracha.

Pero..., el asesino anda suelto.

¡Peligro!

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