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Hablar con la boca llena

Autor:

Juventud Rebelde

Lo que tienen que hacer es lograr que Siria logre que Hezbollah deje de hacer esta mierda, y se acabó (what they need to do is get Syria to get Hezbollah to stop doing this shit —and it’s over), le dijo George W. Bush a Tony Blair en un encuentro del G-8 en San Petersburgo. El «ellos» (they) alude a Condoleezza Rice y a Kofi Annan, dos encumbrados de raza negra a quienes Bush considera sus sirvientes, y «la mierda» es el lanzamiento de cohetes por la milicia chiíta sobre localidades del norte de Israel, o tal vez al ataque con un misil que dio en el blanco de un buque de guerra israelí que bombardeaba las costas de Líbano, o acaso a la captura y muerte de soldados de Tel Aviv que se encontraban en territorio del país vecino. Como puede apreciarse en el fragmento de video difundido por la CNN, Bush estaba sentado y masticaba un pedazo de pan con mantequilla mientras hablaba, y tenía a su lado a un primer ministro inglés parado en una pose tan servil que más bien parecía el mesero.

De seguro el premier británico comprendió perfectamente la expresión o la instrucción de su jefe, aunque este hablara con la boca llena, tal como la captaron los micrófonos ubicados en la mesa. Ciertamente, Bush no está preocupado por la ofensiva israelí contra blancos civiles en Gaza y en Líbano, ni por las atrocidades de guerra que cometen sus tropas en Iraq y Afganistán, ni por combatir el efecto invernadero que provocan las emisiones estadounidenses de dióxido de carbono, ni por ninguna otra de las catástrofes que su gobierno causa en el mundo. A su juicio, la «mierda» no está en los 40 mil civiles muertos en tierras iraquíes desde el comienzo de la invasión, ni en las familias descuartizadas por los misiles de precisión de la US Air Force, ni en una masacre de palestinos que ya empieza a parecerse a una «solución final», ni en las torturas y los asesinatos cometidos en Abu Ghraib, en Guantánamo y en decenas de prisiones sin nombre que Washington mantiene en varios países. Todo eso forma parte de lo normal, de lo decente, de un universo tan limpio y tan correcto como el pedazo de pan untado con mantequilla que Bush masticaba mientras giraba órdenes a su primer ministro inglés.

Frente a este ranchero texano del siglo XXI, un dueño de plantación algodonera del XIX parecería todo un humanista refinado. Pero eso es lo de menos. Lo verdaderamente alarmante es que el Presidente de Estados Unidos realmente cree que el mundo es un rancho de Crawford y basta pronunciar un par de expresiones soeces para apagar un incendio geopolítico en el otro lado del mundo. Creía que era fácil acabar con los talibanes, y Afganistán es un pantano. Pensaba que liquidar a Saddam Hussein era un día de campo, y desató una guerra de pesadilla. Ahora supone que es una simpleza detener a la milicia chiita. Basta con unos movimientos adicionales del belfo lleno de pan con mantequilla y ordenar al mesero de Estado situado a su izquierda «detengan esa mierda». Lo más ominoso no es la vulgaridad de Bush, sino el tamaño colosal de su ignorancia. (Tomado de La Jornada, México)

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