Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El mandato martiano

Autor:

Luis Sexto

El significado del 28 de enero en el fechario patriótico, facilita la reflexión sobre la complejidad política, social y económica que regularmente ha padecido Cuba a lo largo de su historia. Evoquemos a Martí en la madurez de su intelecto superior, su ética heroica, y en medio de la faena por unir a los cubanos para conquistar y merecer la independencia. Lo visualizamos cercado por tirantez y contradicciones; deslealtades y oposición; comprensión y resistencia; optimismo y dudas, y también la amenaza de la anexión.

Como Bolívar, Martí puede ser llamado «hombre de dificultades», pero en especial hombre de muchas dificultades derivadas de la incesante conjura de intereses que en aquel tiempo de fines del XIX convertían al país en un ruedo de pasiones. Y si hoy tenemos a Martí como maestro, unificador, ideólogo de la nación, es porque a todas las dificultades que estorbaban su obra liberadora, y lo desgarraban en lo íntimo, opuso una fórmula: pensar en cubano.

Siguiendo el hilo que une el presente con lo más límpido, honrado, generoso de nuestro pasado, hoy urgimos también de pensar en cubano. Las crisis no pueden servir solo para tocar la caracola que convoque a lo más ruin y débil de nosotros para la estrategia del sálvese el que pueda. El mundo o «el sistema mundo» —categoría que le oigo repetir a mi amigo Eduardo Montes de Oca con la culta madurez de quien lee libros como si observara a las estrellas para hallar rumbos y explicaciones— el «sistema mundo», signado por el hegemonismo de un capitalismo que niega hasta el tiempo libre en nombre de los rigores mercantiles, deriva hacia una especie de desnacionalización, un pensar ambiguo y global. Y si la edad media, según un escritor francés, fue una gran iglesia, la sociedad mundial tiende a convertirse en una gran plaza de mercado.

Ello es sabido. Pero no sobra recordarlo para tener presente que las crisis han de servir también para soplar la diana de la virtud, del patriotismo. No pretendo invocar el sacrificio; pretendería hacer sonar trompetas ya desafinadas; más bien me preocupa que no pensemos en cubano, que es más, mucho más, que hablar en asere, ecobio, mi socio, jugar pelota y polemizar a gritos. Pensar en cubano hoy, como ayer en el empeño de Martí, equivale a considerar a Cuba el fiel de nuestra existencia individual y colectiva, para continuar pesando en la balanza del planeta como un ente independiente y próspero donde sus habitantes logren con el trabajo el origen de todo bienestar, toda justicia y toda libertad.

Por tanto, ¿piensan en cubano los que aparentemente acatan las nuevas leyes y cumplen con la vieja norma de prohibir y limitar, sin percatarse de que la acción de cada uno a favor de los demás es, básicamente, la esencia solidaria de nuestra estrategia? Hemos visto, más que leído, en algún periódico, la rutina de los «puestos de mando», esto es, la centralización de lo que pretende descentralizar, como si en Cuba nada pasara, como si el movimiento hacia delante fuera simplemente la inmovilidad convertida en ilusión.

Es cierto: los mismos que hemos cometido los errores, somos los que habremos de rectificarlos. ¿Pero podrá subsanarse un error de índole colectiva sin que el sujeto se renueve moral, culta y patrióticamente? ¿Estará nuestra sociedad en capacidad de soportar viejas fallas sobre bases concebidas para ir hacia una más efectiva cualidad económica, social y política? Y sin ánimo de «cazador de brujas o brujos», a mi criterio, los que nos equivocamos una vez debemos saber que la segunda no podrá merecer el derecho a rectificar pasando raídas apariencias como si fuesen la ropa blanca de la verdad. Así nos autoengañaríamos. Y para evitarlo, advirtamos lo esencial: más que las fallas con las cuales nazca cualquier plan o concepción, lo verdaderamente dañino es su aplicación incompleta o falseada por los enredos de la rigidez del pensamiento o por el gusto del acomodamiento.

Pensar en cubano, como recordamos hoy, día del natalicio de Martí, implica, pues, no pensar en burócrata, no pensar en egoísmo. Más bien, pensar en cubano es pensar y actuar en servicio.

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