Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El tren necesita avanzar más

Autor:

José Alejandro Rodríguez

Con la pandemia del coronavirus, la Televisión cubana ha salido de ese closet cauteloso, que habitualmente no nos permite secuenciar hasta qué punto las ilegalidades y el delito económico están perturbando y desafiando el socialismo que ansiamos perfeccionar y fortalecer. Los reportes sobre operativos policiales de cada noche, microémulos del programa Tras la huella, nos han descubierto más de una cueva de Alibabá.

Lo cierto es que esas cavernas son solo la cara visible y final de una larga cadena de quebrantamientos y distorsiones, fomentadas a la sombra de debilidades e insuficiencias de nuestro modelo económico. Corrupción y economía sumergida, ya flotante a ojos vista. Todo eso que se ha lexicalizado con una expresión que me quita el sueño: «Por la izquierda».

Solo sincerando esos problemas es que podemos tomar conciencia, actuar sobre esos saldos dañinos para el cuerpo y el alma de la nación y buscar los antídotos. Pero estos hallazgos son solo una parte, y la final, de un gran problema de la economía y la sociedad cubanas. No debemos quedarnos en la efímera campaña, en la epidermis del entusiasmo moralizador, como tampoco en el exceso. Serenamente hay que buscar las raíces profundas del flagelo. Porque ese virus se propaga también desde la economía estatal: en sus almacenes y la transportación de mercancías, con las facturas falsificadas y tantas traperías dignas del mago Houdini, lo mismo con sudorosos overoles que desde impecables cuellos blancos.

Afortunadamente, hace unos días el Primer Ministro Manuel Marrero Cruz señaló la necesidad de estudiar cada caso, para detectar cuáles son las causas y condiciones que los generan. Y dijo que «se llegará hasta las instituciones estatales que han estado vinculadas a esas acciones, y se les dará seguimiento a los casos una vez concluidos los procesos establecidos, para corresponder a esa confianza que nos ha depositado el pueblo».

De ello, espero que, en consonancia con los designios de construir un socialismo próspero y sostenible, no nos vayamos por las ramas. Cierto que lacras como la corrupción y el delito económico requieren de sistemáticos enfrentamientos y de los consiguientes castigos y procesos penales, como métodos de coerción y a la vez como preventivas señales de disuasión para sanear la sociedad. Pero con operativos de perenne forense en la fase final de la cadena no se resolverá esa tumoración, si no se le ataca desde su génesis.

Hay que preguntarse qué debilidades, o cuán ineficaces e incoherentes diseños prevalecen aún en nuestro modelo económico, a ultranza de su gradual actualización, que favorecen esas sangrías furtivas y desmoralizantes: ¿Problemas de descontrol y desidia? ¿Están los que son y son los que están en cada sitio donde se vulnera? ¿Influirá la no realización aún de la propiedad social? ¿La falta de incentivo al trabajo? ¿Excesiva centralización de prohibiciones y trabas al emprendimiento tanto estatal como no estatal que favorecen el quebrantamiento? ¿Falta de un mercado mayorista para el privado y el cooperativo? ¿Escasa oferta legal ante tensa demanda en medio de serias carencias y problemas de liquidez de un país hostigado por un bloqueo exterior? ¿Falta de integración mutualmente beneficiosa entre las distintas formas de propiedad y de gestión? ¿Dormidas las potencialidades de un control popular desde las bases de la sociedad?   

Esas o muchas otras podrían ser. Bien lo sabrán los más entendidos entre decisores y especialistas. Lo cierto es que, ante un largo proceso de recuperación que sobrevendrá, no exento de complejidades, bastante tenemos ya con el obseso bloqueo exterior de seis décadas. Y habrá que rearmar el rompecabezas interno para acelerar los cambios que pide el socialismo cubano. Yuxtaponiendo pensamientos ya populares: Si de este tren no vamos a apearnos; entonces, haciendo lo mismo no vamos a avanzar más.

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