Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Calendario, una suerte del domingo

Autor:

Sailys Uria López

Quizá en raras ocasiones se haya sentido identificado mirando la televisión, pero es imposible quedar indiferente ante una serie como Calendario. En esos 50 minutos seguro encontró un rasguño (o varios) de su vida.

Videos comprometedores que se dispersan para lacerar la moral de algunos o por simple diversión; un aula donde confluyen varios estratos sociales y se vuelve el hábitat de hijos con padres fallecidos, madres alcohólicas, estudiantes en períodos de iyaworaje, adolescentes con responsabilidades de adultos, gente con sueños frustrados, inteligencia pagada y emigración, que marca, hoy mucho más, a la sociedad cubana.

También hubo espacio allí para personas redimidas y familias aparentemente perfectas y destruidas en su matriz; y sitio para la pluralidad de la que tanto hablamos por estos días con el proyecto de Código de las Familias.

Con tanto para explotar, resulta natural que cada episodio nos deje enseñanzas tan potentes como la aceptación de la diversidad, la mirada triste de quien se marcha o la dura realidad de mujeres golpeadas o sicológicamente maltratadas.

Asimismo, jóvenes movidos más por las apariencias que por el optimismo de pertenecer a un grupo, con visiones tan extintas del mundo como que el dinero es lo más importante, y carentes de momentos de calidad en sus aún cortas vidas.

En el capítulo dedicado al mes de mayo la serie se desdobla hacia una reflexión colectiva y familiar: cada año miles de estudiantes se debaten entre contribuir a la economía familiar o soñar con superarse. Aunque nos parezca una realidad lejana, ocurre más de lo que pensamos.

Igual sucede con Israel y su padre, quien olvidó su título universitario con tal de procurar una vida mejor para su reducida familia.

Junio dejó infinitos mensajes de amor: desde las decisiones de Amalia y Carlos, hasta cuánto puede guardar el carácter de alguien y transitar silenciosamente por situaciones sumamente difíciles (como tener al más pequeño de casa padeciendo un cáncer).

En julio mostraron valores tan reales como amigos que se traicionan, la eterna preocupación de los padres por sus hijos, e hijos que tratan de entrar en razón a sus padres, y gente de pocos escrúpulos proponiendo formas abusivas de tener sexo.

Por si fuera poco, el capítulo dedicado a agosto demostró que Calendario fue escrito y pensado muy bien. No es casualidad ni el nombre de la profesora: Amalia significa persona laboriosa, tierna y amable.

A esa joven una maestra le cambió la vida, y ella dio una vuelta a la percepción del mundo del grupo «más malo» de la escuela; les abrió el corazón y con mucha fe los hizo crecer, los transformó.

Así cada episodio fue una suerte para los domingos. Dejó minutos de reflexión y autoanálisis; también para maestros que asumen grupos docentes, pues no son pocas las ocasiones en que el agobio familiar y económico es traspolado al aula y traducido en clases con contenido, pero sin ápice de gracia para los estudiantes.

El éxito de Calendario está en el sabor agridulce de cada capítulo, pues es la vida misma. En cada enseñanza que invita a la preocupación y en el perfecto modelado de cada personaje, porque en no más de 50 figurantes confluye la Cuba de estos días con sus problemas y aciertos, y con la fe profunda de que el amor todo lo cambia.

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