Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Abróchese los cordones!

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Recogí los zapatos recién arreglados y luego de despedirme del sobrino, salió al portal el tío, y el saludo correspondiente terminó en asombro. «¡Qué tal!, ¿y usted como está?», le dije, y sonrisa mediante contestó: «¿Yo? ¡Superbien!». «¿En serio?», le espeté. «¿Y por qué no?», ratificó él.

Media hora antes me despedía de varios colegas abrazándonos y deseándonos un lindo fin de semana, y no fueron pocos los que refirieron que no tenían muchos motivos para estar contentos. Entre los altos precios de la comida, las colas interminables, miembros de la familia que ya no están… en fin. Y esa carga de pesar y tristezas que me habían compartido se estremeció al recibir el golpe de contentura del zapatero mayor.

«La felicidad —y lo contrario a ella— nos la inducimos nosotros. Si pensamos en lo negativo, en lo que nos falta, en lo que no tenemos, en lo que no podemos comprar, y olvidamos lo bueno que poseemos. Ahí es donde, en vez de reír, nos entristecemos, y la depresión le gana al buen estado de ánimo», explicó el zapatero menor.

Entre los dos me convencieron de su alegría, que es también la mía, pero no la de muchas personas, al parecer. «Sobrevivir a una pandemia mundial que no distinguió entre personas con recursos y personas pobres; tener buena salud; conservar la familia por encima de todo; tener trabajo como garantía del sustento diario y un techo propio… si nos detenemos a pensar en lo que sí tenemos, entonces encontramos motivos para celebrar. No importa si se tiene un vino caro o una cerveza barata porque el brindis es por la vida, siempre».

Recordaron palabras del reconocido sicólogo Manuel Calviño, historias compartidas en las redes sociales, recuerdos de familias que aun con bajos recursos derrochaban alegría: «Los que se autoinducen el pesimismo, tienen que buscar la solución en ellos mismos».

Cada cual tiene su filosofía, pensaba yo rumbo a mi casa. Recordé que en algún momento un vecino me había dicho que la resignación no puede ser el camino, porque acomodarnos en el conformismo no conducirá jamás al progreso. Por eso la manera de asumir la vida de estos dos zapateros puede ser, en estos momentos, una clave para desprendernos de tantas malas vibras.

Todos anhelamos un 2023 mejor, económicamente hablando, y con ello la mejora de ciertos indicadores de la vida cotidiana. Aspiramos a que surjan nuevas alternativas para sortear obstáculos y lograr mejores realidades, y a que cada uno encuentre la vía para materializar su proyecto de vida.

Mientras, cada amanecer debe dibujarnos en el rostro la sonrisa del agradecimiento. La búsqueda de mejores condiciones materiales no debe obnubilar la existencia de lo preciado, por pequeño que parezca. Los estándares de la felicidad que se construyen y difunden a nivel global no deberían aplastarnos. Hay quien tiene hasta lo inimaginable y no es feliz; y otros lo son  aunque no tienen nada, y no entendemos cómo es posible.

Entonces, cuando nos pongamos nuestros zapatos, echemos a andar por la vida con optimismo. No deseemos estar en el calzado de otros porque cada cual tiene sus propios pesares. Pongamos la felicidad en la punta de nuestros pies y salgamos a conquistarla. La mía, la suya, la de aquel… todas son diferentes, pero cuando todas existen en nuestro interior, se comparten con los demás con mayor facilidad. Indúzcase lo bueno y solo utilice lo malo para hacer de su desaparición una meta en el futuro.

¿Ya se abrochó los cordones? ¿Qué esperamos entonces?

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