Tal como ocurre con el expectante lanzamiento de una nave espacial, Aquelarre 2023 hace cuenta regresiva y esta noche clausura su vigésimo séptima edición tras una larga semana de múltiples actividades.
No cabría en este espacio un análisis profundo y minucioso sobre cuánto nos deja a favor o en contra la experiencia de esta convocatoria, cuya principal virtud fue la de ser, la de existir, a pesar de agudos problemas económicos y sensibles proyecciones sociales.
Creo que particularmente de eso se trata, de no hacer concesiones y de finalmente lograr la convivencia de formas de creación diferentes, la aceptación de disímiles puntos de vista sobre una misma problemática, siempre que sea desde un verdadero planteamiento artístico, con respeto y tolerancia; y todo eso el buen humor puede lograrlo y lo ha demostrado en cientos de ocasiones.
Aquelarre regresa con presencia casi total, luego de años de incertidumbre y citas a media. Encuentra un panorama económico, político y social completamente diferente al de años atrás, no obstante, la función del humor sigue siendo la misma como expresión artística, como lenguaje transversal con carácter subversivo, revolucionador, y cabe citar una vez más la genial definición del Apóstol cuando lo sentencia como «látigo con cascabeles en la punta». Pretender lo contrario sería negar su esencia.
Queda mucho camino por allanar, es cierto, pero me complace más ver y comentar aquello que nos une, que nos define como verdaderos creadores y nos convierte en un importante gremio de artistas a tener en cuenta.
Hacer Aquelarre, reunir a todos los humoristas e intercambiar con los públicos en diversos espacios y tribunas, reitero, fue el mayor logro. Luego aplaudo la eficaz manera de congeniar en un mismo evento las propuestas de proyectos establecidos, de humoristas de sobrada «carretera», de conocidos repertorios y maneras de decir, con jóvenes creadores cifrados por la novedad, por lenguajes y estilos propios de una generación con diferente visión, provocada por la modernidad y la tecnología, entre otros importantes sucesos. Concertar que todo ello fluyera como un objetivo único: el de divertir y agasajar con la risa al pueblo que transita por momentos difíciles, lleva mérito y ponderaciones.
Aquelarre muestra, para los escépticos, la fuerza con que aún cuenta el gremio de humoristas, con exponentes de mayor o menor calidad, como en todos los tiempos, que no dejarán de defender sus espacios.
Recobrar el carácter competitivo fue aceptado, pues desde los orígenes, la competencia fraternal y profesional dio a luz proyectos, reconocidas obras y figuras que hoy también conforman el acervo cultural cubano.
Ya podemos contar: 7,6,5,4,3… Cada vez son menos las horas y minutos que nos separan de la celebración mayor, de los premios, la clausura, los abrazos, los hasta pronto, de volver cada uno a su sitio, a su lugar, a seguir trabajando, a esperar el próximo llamado a todos los humoristas para coincidir en una nueva fiesta de brujas.
El humorista gráfico uruguayo Tabaré Gómez Laborde creador, entre otras, de la tira cómica Diógenes y Libyera, falleció el pasado 4 de julio. El dedeté se une al abrazo de colegas y admiradores de su obra.
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