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Mitos sobre la primera vez (II)

Dicen que la práctica es el mejor criterio de la verdad, pero en estos asuntos de la sexualidad consumada no viene mal un poco de teoría antes de dar el primer paso, porque hay minutos de ignorancia que cuestan años de consecuencias, y a veces son para toda la vida

 

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

La primera vez / no te conocí.

/ La segunda, sí.

Federico García Lorca

Desde la semana anterior hablamos sobre la primera vez en la actividad sexual de las muchachas, aunque su trasfondo ético y sicológico funciona igual para los varones.

Dicen que la práctica es el mejor criterio de la verdad, pero en estos asuntos de la sexualidad consumada no viene mal un poco de teoría antes de dar el primer paso, porque hay minutos de ignorancia que cuestan años de consecuencias, y a veces son para toda la vida.

Nos referimos, por supuesto, a las infecciones de transmisión sexual (ITS), provocadas por microrganismos a los que es mejor conocer en una lámina que en tu propio cuerpo, y para ello necesitas aprender a identificar sus síntomas en una pareja potencial y, sobre todo, asumir lo que las abuelas llaman «curarse en lo sano»: protección de barrera desde el primer minuto de la relación, para cualquier práctica que implique intercambio de fluidos, sea oral, vaginal o anal.

No le hagas caso al mito de que las parejas novatas no pueden contagiarse nada. En la actualidad, muchos adolescentes de ambos sexos tienen prácticas eróticas variadas sin llegar a la penetración, y en esos escarceos pueden adquirir una ITS sin notar síntomas y transmitirla en la siguiente relación.

Pero saber de ITS no es lo único importante. También lo es dominar el ciclo ovulatorio mucho antes de empezar a tener penetraciones, e incluso si solo practican el petting o juego sexual sin coito.

Un mito dice que las chicas con ciclos menstruales irregulares tienen útero inmaduro y no se embarazan, y otro que los adolescentes varones aún no tienen suficiente esperma, pero ambos son peligrosamente falsos.

Para las púberes, una tarea esencial desde que tienen la menarquia es observar los cambios del flujo vaginal a lo largo del mes y anotar en un almanaque las fechas de inicio y fin de la menstruación, así como los días de mayor moco cervical (los más fértiles) y los demás cambios que percibas en tu cuerpo o tu estado emocional.

Conocer todas las respuestas de tu cuerpo (como inflamación pélvica, dolor en los senos, irritación, depresión o malestar general) te permitirá predecir tu ciclo con bastante exactitud, y te evitará correr el riesgo de un embarazo no deseado.

¿Que te parece pronto para hablar de embarazo…? Pues no: el 25 por ciento de las mujeres puede ser fecundada desde el primer intento. Eso significa que una de cada cuatro chicas si inician sus prácticas en la fecha de ovulación o cercana, juegan con altas probabilidades de embarazarse, y sí pasa con frecuencia porque es justo la etapa en que las hormonas se alborotan, el deseo se exacerba y ellas producen más feromonas para «enloquecer» a posibles fecundadores.

Estas son trampas de la naturaleza en su afán de reproducir la especie, ciertamente, pero si ya lo sabes, no tiene sentido tentar al azar. Ni hace falta: si llevas tu calendario y tu diario íntimo, es fácil saber cuáles serán los días de mayor peligro y no exponerte a un contacto desprotegido, planificado o casual.

De hecho, lo mejor en los días fértiles es pasar totalmente del coito y de los juegos que impliquen una eyaculación cerca de la entrada de la vagina, como ano, ingle o muslos, porque Natura ha tenido millones de años para garantizar su propósito, y los espermatozoides son las únicas células con movimiento propio y una alta motivación para llegar a la meta.

De igual modo, conocer el ciclo permite establecer con bastante seguridad la fecha de la próxima regla, y si esperas una primera vez llena de fantasías y sin nervios, no tiene gracia hacerla coincidir con un período incómodo por el sangramiento, los dolores, los olores y la estética de los medios sanitarios o la ropa que empleas en esos días.

La próxima semana hablaremos del placer, para romper el mito de una primera vez siempre dolorosa, vergonzosa y nada disfrutable. Se puede llegar a ese momento con conocimiento de causa en cuanto a puntos erógenos, orgasmos y técnicas para relajarse y hacer que el día cuente de verdad.

Lo otro es «salir de eso», como han dicho algunas chicas a Sexo sentido… algo que nos entristece, por ellas, por sus parejas o por todas las personas a su alcance que no pudieron transmitirle una mejor noción de lo que significa esa primera vez. 

Con todos los sentidos

Una muchacha espirituana nos pide compartir la letra de la canción La primera vez, de Buena Fe. Ella cuenta que su novio se la regaló como invitación romántica, y sumó la promesa de preparar a conciencia el momento para que nada le molestase o intimidara. Y lo cumplió.

Han pasado ocho años, y el recuerdo aún conserva su hechizo, dice ella.  Aunque la relación terminó varios meses después, le dejó la varilla bien alta, y luego no aceptó nada en su vida que no tuviera ese encanto, en la primera y en las siguientes veces.

El secreto de ese sexo exitoso, cuenta la joven, es que el novio cuidó de todos los sentidos: el olor a limpio y a flores, un vino adecuado al paladar, luz suficiente para darle seguridad, suavidad en las caricias y una selección musical que calmara sus temores y pusiera un ritmo adecuado a sus movimientos.

El susto, los miedos o intrigas/ y ríos de adrenalina./ Fronteras, con verdades y mentiras,/ pero mil veces aprendidas./Prejuicios, alertas, prudencias,/ avisos de consecuencias/ por letrados o los dichos del abuelo/ no probados por la ciencia.

La primera vez ya no hay burbuja/ sino un deseo que te empuja/ y una magia corre las cortinas/ para que salga o entre vida./ Y siempre habrá más que la primera vez,/ pero nada como aquel hechizo/ de probar tus pies más allá de los permisos.

Las dudas, certezas, razones,/ todas las indecisiones/ y azares que se sirven en bandeja/ los que tomas los que dejas/ secretos, anuncios, vivencias/ y hasta la más intrincada huella,/ archivos al que solo amigos/ le sabrán la contraseña.

 

 

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