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¿A quién no le interesa la paz en Venezuela?

La Conferencia Nacional de Paz fue otra demostración de que el Gobierno quiere y necesita el diálogo, de que está abierto a las críticas y de que anhela construir un país mejor.

Autor:

Osviel Castro Medel

CARACAS.— El que tuvo ojos, vio. El miércoles en la noche este país presenció, por cadena nacional, un evento trascendental en el Palacio de Miraflores. Hacia ese lugar se dirigieron numerosas figuras de distintos sectores o tendencias políticas y religiosas para realizar la Conferencia Nacional de Paz.

Además del presidente Nicolás Maduro, hablaron 29 personas, en un encuentro que se prolongó durante más de cuatro horas. Algunas de ellas criticaron abiertamente al Gobierno por políticas que consideraron fracasadas o erróneas, o por no compartir visiones sobre la construcción actual de la sociedad.

Pero, al final, hubo consenso en que Venezuela necesita la paz a toda costa, por encima de intereses ideológicos. Ninguna nación, por poderosa que sea, puede cultivar la soñada felicidad si prevalece la violencia.

La Conferencia fue otra demostración de que el Gobierno quiere y necesita el diálogo, de que está abierto a las críticas y de que anhela construir un país mejor.

Cuando alguien le insinuó al Jefe de Estado que debía reunirse aparte con los empresarios para discutir los reales problemas de la economía venezolana, como punto clave para garantizar la tranquilidad ciudadana, él dijo enseguida y de frente: ¡Vamos a hacerlo! Y cuando le expresaron que sería oportuno un encuentro transparente con estudiantes opositores replicó que hoy mismo, si querían, se reunía con ellos, y que deseaba que los planteamientos no fueran complacientes, sino duros.

El mandatario fue claro en su exposición: «Esto no puede ser un diálogo entre partidos, tiene que ser un diálogo de la sociedad (...) Saquemos a los sectores de la sociedad de la violencia».

A partir de estas palabras se desarrolló una asamblea franca, libre y fructífera que, seguramente, llevará a la creación de otras      mesas de diálogo con los distintos sectores.

Sin embargo, lo que más llamó la atención de propios y ajenos fue la ausencia de varios de los principales dirigentes de la derecha. Y que, en una posición aun más extremista, señalaran  que al exitoso encuentro no asistió la oposición.

El ex candidato presidencial y gobernador de Miranda, el derechista Henrique Capriles, escribió el jueves temprano que «lo de ayer en Miraflores fue SIN la oposición, la Unidad ha dicho con claridad cómo se inicia un diálogo para que dé resultados». Es decir, los interlocutores adversos al Gobierno que estuvieran en la Conferencia ahora son revolucionarios bolivarianos.

Antes, ya el secretario ejecutivo de la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Ramón Guillermo Aveledo, había dado la «orientación» vertical: «No nos prestamos para lo que derivará en un simulacro de diálogo que desemboque en una burla a nuestros compatriotas». También había puesto condiciones, porque, según expresó, para que para el diálogo funcione hace falta la «mediación» de terceros.

En realidad, parece que la verdadera burla proviene de sus propias palabras y de sus mismas filas. Desde hace rato, la MUD ha estado pidiendo diálogo, pero a cada instante lo rechaza.  Ha pedido también la paz y la no violencia, pero no acude a un evento extraordinario, celebrado para lograr ese propósito; tampoco se ha pronunciado con fuerza contra las barricadas levantadas en varios de sus «bastiones», que hacen más difícil la vida a los ciudadanos.

En ocasiones sus dirigentes no han podido estar en las convocatorias de diálogo porque les cayó una paja en el ojo, otras porque entendieron que cederían en «principios»; otras porque hacía falta cualquier pretexto. Hace unos días, el lunes, Capriles no estuvo en el Consejo Federal de Gobierno, como debía ser, por «los graves momentos que está viviendo Venezuela».  Pero tampoco asistió a la reunión de gobernadores y alcaldes de la oposición, celebrada en diciembre de 2013, cuando no había tal «gravedad».

Con esos truenos, cualquiera interpreta que al núcleo central de la dirigencia opositora no le interesa para nada la paz. Y que mientras haya posibilidades de jugar a la «democracia» pero generando desestabilización, su agenda será hablar de paz y diálogo solo de la boca para fuera. Por ende, los intentos de echar abajo al Gobierno continuarán por diversas vías, unas más solapadas que otras; y ese método de la paz de mentiritas será uno de los predilectos.

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