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Un dilema de altas temperaturas

En 2011 el accidente nuclear de Fukushima, Japón, puso en evidencia los peligros latentes de la generación de electricidad mediante las plantas nucleares 

Autor:

Amado René Del Pino Estenoz

Luego de que el accidente nuclear de Fukushima (Japón) en 2011 pusiera en evidencia los peligros latentes de la generación de electricidad mediante las plantas nucleares, el Gobierno federal alemán —encabezado entonces por la canciller Angela Merkel— atisbó uno de los proyectos más ambiciosos pensados por la principal economía europea: la Energiewende o transición energética. En un contexto socioeconómico propicio para las energías limpias, en el que se conjugaban la eficiencia energética y el desarrollo sostenible, el Gobierno teutón se trazó la meta de eliminar a largo plazo la utilización de los hidrocarburos y de las materias no renovables.

La promovida fecha del apagón nuclear se fijó para diciembre de 2022, en un contexto en el que la generación de energía a partir del uranio representaba solo el seis por ciento del consumo de electricidad… Sin embargo, esas previsiones se esfumaron en cuanto se interrumpió el suministro del gas ruso a comienzos de ese año, como consecuencia del conflicto militar en Ucrania, y la consecuente reactivación de las centrales nucleares que se encontraban en estado de reserva. Ese anuncio generó consternación en la ciudadanía alemana, ya que la decisión procedió de un Gobierno de coalición entre el Partido Socialdemócrata, el Partido Democrático Libre y por la Alianza 90/Los Verdes, conformado en 2021 tras las elecciones generales.

La tensión del sector energético de la mayor parte de las naciones europeas producto de la falta de suministros rusos, motivó la aprobación de la Ley de Centrales Energéticas de Remplazo, dada a conocer por el Ministerio alemán de Economía y Protección del Clima. Su principal promotor, el ministro de Economía y vicecanciller, Robert Habeck, esgrimió entre los argumentos de valor no comprometer 2030 como la fecha tope para el abandono de los combustibles fósiles. Con la perspectiva de arribar a ese objetivo Habeck había previsto no solo encontrar proveedores alternativos a las fuentes de energía rusas, sino que ha tenido que otorgar nuevas concesiones a las empresas explotadoras de minas de carbón.

Esta decisión sin dudas ha tenido un costo político para el Gobierno federal. El estado de consternación de la opinión pública alemana ante estas medidas de emergencia aumenta, si se tienen en cuenta las promesas de corte ecologista que impulsaron a la coalición gobernante durante sus acciones electorales. Buena parte de los seguidores del Partido Verde ha expresado su desacuerdo con el espaldarazo brindado a la extracción y explotación del carbón, —considerado el combustible fósil más contaminante del planeta— en franca contradicción con los compromisos medioambientales de la República Federal Alemana y con los preceptos de la Energiewende.

En medio de esa polémica la región de Renania del Norte-Westfalia —de suma importancia por su peso socioeconómico y demográfico dentro de la nación alemana— ha devenido epicentro del complejo contexto ecológico y energético del país, al anunciarse la expansión de la mina a cielo abierto de Garzweiler y la inevitable demolición del pueblo aledaño de Lützerath.

El acuerdo pactado en octubre de 2022 entre el ministro federal de Economía, Robert Habeck, y su homóloga regional Mona Neubaur con la megaempresa RWE para la explotación de minas de lignito en el territorio renano generó en los últimos meses una de las movilizaciones más compactas de los activistas ecológicos europeos. Ante el inevitable aumento de las emisiones de CO2 generadas por la variante más contaminante del carbón mineral, el movimiento ambientalista europeo —con la activista sueca Greta Thunberg a la cabeza— se ha focalizado en la salvaguarda de Lützerath como una de las causas de interés planetario. Como parte de las inquietudes socioambientales manifestadas
por el grupo de científicos Scientists for Future —que integra profesionales de Alemania, Suiza y Austria—, los miles de activistas movilizados para evitar la destrucción de Lützerath han convertido ese territorio en un símbolo de la pugna mundial por la preservación del Medio Ambiente.

Si bien esta campaña ha sido antecedida por otras expresiones de Ende Gelände (movimientos sociales de desobediencia civil en contra de la utilización del carbón como fuente de energía), los ocupantes del poblado alemán han sido capaces de poner en alto a nivel informativo y geopolítico la trascendencia de la lucha por la justicia climática en todos los frentes. Más allá de enfrentamientos y desilusiones, la corriente ecologista mundial incorpora motivos de resiliencia en pos de la perdurabilidad y el desarrollo de la especie humana.  

La industria minera extractiva ha modificado radicalmente el paisaje natural y humano.Foto: DW.

Durante semanas el pueblo de Lützerath centró la atención del movimiento ecologista mundial.Foto: Reuters.

Interesado en fomentar las energías renovables, el Gobierno alemán aún depende de las materias fósiles.Foto: DW.

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