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Los polos alternativos mantienen su fuerza

El desafío al poder omnímodo de EE. UU. y Occidente no se ha debilitado, según las perspectivas geopolíticas contemporáneas

Autor:

Marina Menéndez Quintero

La multipolaridad que asoma en el mundo no podría seguir avanzando sin una locomotora que, del lado opuesto al poder hegemónico continúe allanando el trayecto del largo tren que conforman los países emergentes y los que todavía están, de plano, en el subdesarrollo. Las posiciones de ese motor en lo político son tan importantes como su salud económica. 

Por eso, la confirmación de que la economía china creció un 5,2 por ciento en 2023 constituye una buena noticia que rebasa los confines del país asiático, por muy distantes entre sí que se hallen las fronteras de esa gigantesca y milenaria nación.

La estrategia exterior de Beijing de extender lazos políticos y comerciales con respeto al Derecho Internacional y, sobre todo, mirando hacia el sur con un espíritu de cooperación sin leyes del embudo, presiones o chantajes, ha proporcionado a esa otra parte del orbe un asidero. China conforma junto a Rusia un polo alternativo bajo cuya sombrilla se van nucleando otras naciones.

Fundadoras con India, Brasil y Sudáfrica de los llamados Brics, ellas jalonan al grupo, que con fuerza se reveló el año pasado como una esperanza y valladar frente a los poderes hegemónicos, y al que acaban de incorporarse otras cinco naciones: Arabia Saudita, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos e Irán.

Otros 30 países han ratificado su interés de sumarse, atendiendo a lo que el canciller ruso, Serguéi Lavrov, calificó en reciente encuentro con la prensa como la consolidación de «nuevos centros de crecimiento económico, poder financiero e influencia política (que) aventajan notablemente en su desarrollo a EE. UU. y otros países occidentales». Occidente, consideró el Ministro ruso del Exterior, ha gobernado el mundo por 500 años hasta hoy «sin competidores serios».

Es lógico entonces que muchos quieran adherirse a esos que disputan los poderes omnímodos. Aunque breve en su membresía, los Brics han reunido hasta este enero al 42 por ciento de la población mundial. Ahora, la entrada de cinco nuevos integrantes amplía esa representatividad e incrementará su aporte al Producto Interno Global, que según los expertos ascenderá a 36 por ciento, índice mayor que el de los países más industrializados, reunidos en el G7.

La piedra angular para la cooperación que facilita el grupo está en su Nuevo Banco de Desarrollo, fundado en 2015, y cuya misión principal es movilizar recursos para proyectos de infraestructura y desarrollo sostenible en los países miembros y otras economías emergentes, así como para las naciones en vías de desarrollo. Desde su fundación, el Banco ha aprobado 92 proyectos.

La presencia de Brasil al frente del Banco, por medio de la expresidenta Dilma Rousseff, ofrece garantías de que esa entidad seguirá esforzándose por respaldar al Tercer Mundo, política que con empeño desarrolla a nivel mundial Luiz Inácio Lula da Silva, actual jefe de Estado brasileño y mentor político de Dilma, desde su vuelta al poder.

Menos dolarizados

Pero claro que cuando se habla de horadar el dominio económico y financiero global que ha ejercido hasta hoy el tradicionalmente conocido como mundo rico, no puede mirarse solamente hacia los Brics. Otros pasos aportan a ese propósito. Por ejemplo, el uso cada vez mayor de las monedas nacionales en el intercambio comercial regional.

Ello está provocando un declive en la supremacía del dólar como moneda internacional preferencial que debilita otro de los postulados de la reunión de 1944 en Bretton Woods. Sus acuerdos, obsoletos, como lo ha reconocido en algún momento el propio titular de la ONU, António Guterres, pierden  fuerza paulatinamente empujados hacia abajo por el propio peso de la actualidad.

También en el marco de la pujante Unión Económica Euroasiática se incrementa de modo importante el uso de las monedas nacionales en detrimento del dólar, lo que potencia y dinamiza su intercambio. En igual sentido transitan la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean).

Y se potencia, al propio tiempo, el intercambio bilateral soslayando el uso del billete verde. Según ha revelado recientemente el vice primer ministro ruso Dmitri Chernyshenko, el 92 por ciento de las transacciones entre su país y China se realiza usando las respectivas monedas nacionales.

Es esa una práctica que se repite hoy en las transacciones comerciales bilaterales de otras naciones; aunque el empuje principal lo siguen dando el uso del rublo y, sobre todo, del yuan.

China, fuerza latente

Resistente la economía rusa a los embates de las sanciones de EE. UU. y la Unión Europea —como lo demuestra su crecimiento de 3,2 por ciento durante los diez primeros meses del año pasado— a quienes apuestan al mundo multipolar quedaba mirar al otro motor del cambio en el tablero: China.

Los agoreros especularon con un declive de lo que ha sido considerado «el milagro chino» por la desaceleración de 2022 luego de una década de crecimiento sostenido en el entorno de un diez por ciento. Entonces el PIB fue de 3,3 por ciento como resultado del azote anterior de la pandemia, y debido al propio enlentecimiento de la economía global.

Sin embargo, las cifras certificadas para 2023 —5,2 por ciento de crecimiento— dicen todo lo contrario. Según el Centro de Previsión Científica de la Academia China de Ciencias, el ritmo se mantendrá para un crecimiento estable este año del 5,3 por ciento. Pero el optimismo en torno al rol de la economía china de cara al futuro no descansa solo en las previsiones de quienes apuestan a las potencialidades de Beijing.

En informe reciente acerca de las perspectivas económicas del planeta, el mismísimo Fondo Monetario Internacional ha afirmado que China será el principal contribuyente al crecimiento mundial durante los próximos cinco años, y que su participación en ese índice será del doble que la de Estados Unidos.

Se espera que el aporte de Beijing represente el 22,6 por ciento del crecimiento mundial total hasta 2028, según cálculos de la consultora Bloomberg utilizando los datos del FMI. Luego ubicó a India con un 12,9 por ciento, mientras que EE. UU. quedaba detrás con 11,3 por ciento.

Para mantener ese paso, China se ha fijado como prioridades el afianzamiento de la estabilidad a través del progreso, sin dar pasos en falso, bajo la premisa de «establecer lo nuevo antes de abolir lo viejo», como lo ha identificado la Conferencia del Trabajo Económico, celebrada en diciembre.

El desarrollo de un sistema industrial moderno mediante la innovación científico-tecnológica; el aumento de la demanda interna y la profundización de las reformas en ámbitos clave, junto a una política fiscal proactiva y una política monetaria prudente, se encuentran entre las vías con que pretende lograrlo, según la Conferencia.

Ello concede seguridad de futuro no solo a las más de 140 naciones enlazadas con China mediante la iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, sino a todas las que confían en el avance de la multipolaridad.

 

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