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Grecia entre la Mona Lisa y El Grito

Autor:

Juana Carrasco Martín

Por fin una noticia que puede hacer aflorar una leve sonrisa, aunque puede ser más enigmática que la Mona Lisa: Eurostat, la agencia europea de estadísticas, consideró que la producción industrial en la zona euro aumentó 0,7 por ciento y ha batido palmas porque entre los Estados con la moneda común, las alzas más importantes corresponden a Irlanda, Alemania y… Grecia. Las bajas sobresalientes las registraron Holanda, Portugal y Francia.

Sin embargo, la imagen del famoso cuadro de Leonardo Da Vinci puede dar paso a El Grito de Eduard Munich, y su clásica simbología de la angustia, cuando otros datos griegos mantienen el nivel de la crisis que vive ese país desde hace cinco años.

Más allá del sabido desempleo —cuyo derrotero en la cuna de la democracia occidental tiene un destino terrible con más del 27,6 por ciento entre la población laboralmente activa y se eleva hasta 64,9 por ciento entre los jóvenes menores de 25 años—, los problemas griegos son más abarcadores aún.

Por ejemplo, una encuesta recién publicada (el martes 13, día agorero para algunos supersticiosos) realizada entre los meses de marzo y junio de este año por la Confederación Nacional de Comercio de Grecia, afirma que el 42 por ciento de los comercios temen quebrar en los próximos meses, golpeados como están por la crisis y la recesión económica, y tienen como basamento un dato irrebatible: en los últimos cuatro años el beneficio neto de esos comercios ha disminuido un 86 por ciento.

Y la atormentada visión es más fatídica para el 40 por ciento de esos comerciantes, quienes consideran que la recesión económica se acercará más a la sima, aunque el 29 por ciento no la ve ni bajar ni subir, y hasta el 27 por ciento cifran sus esperanzas en una mejoría que los remonte a la cima.

Sumando y sumando, es ligero el optimismo y vuelve la Mona Lisa al punto de comparación de lo que acontece en el campo económico.

Sin embargo, otros números marcan también la situación: en el segundo trimestre de este 2013 hay un nuevo retroceso de la economía en general, equivalente al 4,6 por ciento respecto a igual período del 2012, y en el primer trimestre el Producto Interno Bruto decreció 5,6 por ciento, y son los datos suministrados por la Autoridad Estadística Helénica (Elstat).

Definitivamente, Grecia lleva ya un récord impresionante de mala racha, con 20 trimestres consecutivos de caída del PIB, y la semana pasada, Yannis Stournaras, ministro de Finanzas, aseguró que la economía griega tendrá un crecimiento negativo del cuatro por ciento, aunque esbozó una sonrisa para pronosticar crecimiento en 2014.

Y tiene por donde agarrarse, por fin Grecia exhibe un superávit presupuestario de 2 600 millones de euros en los primeros siete meses de este año, pero… no incluye el servicio de la deuda, y se sabe cuán onerosa es esa cuenta que ata fuerte a la administración peninsular mediterránea con sus «socios».

Y si Stournaras se permite la ilusión de una marcha positiva presupuestaria, se debe a que Atenas, como decía una información de la agencia noticiosa DPA, «solo está pagando desde hace meses las facturas más urgentes, al tiempo que se está apretando el cinturón en todos los ámbitos del gasto público». Ahí sale a la palestra el pueblo griego, principal víctima del descalabro.

Al mismo tiempo, pendiente como la espada de Damocles, están los famosos «rescates» del 23 de abril de 2010 y del verano de 2011 que dejaron al país endeudado con la troika (Banco Central Europeo, Unión Europea y Fondo Monetario Internacional) para no declararse en quiebra.

Así está la galería en la que Grecia hace péndulo entre la misteriosa Mona Lisa y El Grito desgarrador de la incertidumbre.

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