Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Nuestra invariable opción

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

No había nacido todavía cuando el presidente estadounidense William Clinton firmó de forma triunfal y despótica el inaceptable proyecto legislativo de 1996, conocido por todos como la Ley Helms-Burton. De burda se podría calificar esta patraña articulada en complicidad por el ala más reaccionaria del Partido Republicano y la mafia miamense.

El contexto mundial cuando se proclamó dicha norma jurídica era bastante convulso, luego del golpe demoledor con la caída del campo socialista en Europa del Este y la precaria situación económica que vivía el país. Estos factores, sumándose el odio hacia Cuba, serían propicios para que el vecino del norte apretara la tuerca de la desesperación.

En este ir y venir de ataques, el blanco perfecto a vulnerar ideológicamente, obstruyéndonos de la manera más vil el camino hacia el futuro, ha sido la juventud. Nos convocan bajo calumnias a mirar discrepante un proyecto social. Anhelan un porvenir propenso al cambio. Pero, ¿podremos acaso, viendo el currículo del Tío Sam, creer en sus bondades?

El conocimiento de la historia patria nos ha indicado un concepto antagónico de acoso perenne, que se patentiza desde comienzos del siglo XIX y no cesa hasta hoy. La ferocidad de sus políticas encontró en la Helms-Burton un arma potente de hostigamiento. Más actual que nunca, esta Ley agrede el derecho soberano de la nación. Lleva de manera descarada sus objetivos nacionalistas e imperiales a grados superlativos.

Cada familia cubana, incluida las nuevas generaciones, ha sufrido a plenitud los estragos demoledores de un bloqueo económico blindado por Clinton a mediados de los 90. En el sistema educacional, la cultura, el deporte y en la vida diaria, constatamos las carencias importantes de recursos. Atroz resulta esta política cuando niega a niños con discapacidad el desarrollo material apropiado a sus condiciones estrictas de vida.

La salud pública, que para nosotros no representa un modo lucrativo de vida, carece de equipamientos que complementan un servicio superior de bienestar. El costo elevado al que Cuba accede a medicinas y tratamientos es una realidad tornada cruel para quienes hemos tenido familiares afectados por enfermedades cancerígenas o de otra índole agravante.

Pero el bloqueo no doblega a la sangre nueva. Mientras ellos piensan en un nuevo paso, recurren a otro que conocemos bien, la mentira. Y en estos tiempos de fake news hay que recordar los objetivos primarios del imperio: promover la «verdad» de Cuba a través de los mal llamados Radio y Televisión Martí. Conocemos de sobra el resultado de tan macabro plan que sentó bases para este hoy, donde el ciberespacio parece ser el centro del nuevo tipo de guerra sucia contra los jóvenes.

También por estos días hemos visto cómo la actual administración Trump, desde todo punto de vista una de las más ultraconservadoras, ha dado luz verde al Título III de la Helms-Burton. Reclamar propiedades que pertenecieron a estadounidenses o a cubanos emigrados luego de 1959, es otra afrenta al pueblo insular. Esas empresas, hospitales, escuelas e instituciones que trabajan en beneficio público, serían demandados para satisfacer a unos pocos apátridas sin importar el bien común de un Estado.

La Ley que aspira a traer «libertad y solidaridad» a la Mayor de las Antillas no es más que un instrumento recolonizador que no es aplicable en Cuba. Y a quienes la propugnan les decimos: ¡No nos entendemos! Esta novel generación que rechaza todas las infamias imperiales comprende su rol protagónico en una lucha idealista de resistencia. Creer en la historia revolucionaria de un pueblo es nuestra invariable opción y serle fiel a ella, nuestro más profundo orgullo.

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