Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Pueblo, esperanza, patria

Autor:

Noralis Palomo Díaz

José Martí es simiente y artífice ideológico y práctico del proyecto revolucionario cubano. En el devenir histórico se convirtió en emblema viviente. La vida lo colocó en el espacio meridiano de Cuba, en la hora crucial en que esta definía su futuro, para lo que se precisaba la transformación de aquel presente, desde el compromiso con el pasado, soporte de las raíces de la nación que con amor, razón y pasión defendió hasta su último aliento.

Para valorarlo en la justeza de sus actos, se puede considerar la visión de Juan Marinello acerca de los héroes, al concebir que «ninguno lo era, verdaderamente, sino quedaba más vivo después de muerto que cuando vivo», sabias palabras con las que se aprecia la trascendencia de quien entra a la eternidad con un legado decoroso, por su ineludible presencia, como guía de todo un pueblo que lo asumió como su Héroe Nacional, porque su luz se proyectó a lo infinito, corroborando su propia convicción: «Para ir delante de los demás se necesita ver más que ellos».

Un joven martiano, defensor de su ideario y representante de la generación de los años 20 del pasado siglo, Julio Antonio Mella, llamó a estudiar el «misterio del programa ultrademocrático» de Martí y su radical antimperialismo. Y en otra hora crucial de Cuba, su más fiel seguidor, Fidel Castro Ruz, lo retomó como estandarte en la última y definitiva etapa de la lucha.

Lo hizo para hacer realidad los sueños del Maestro, sintetizados estos en su proyecto de revolución social, meta suprema, que posibilitó edificar una nación independiente, soberana y democrática, en la que la justicia alcanza su máximo esplendor; y culta, además de solidaria y próspera, por el bien y la felicidad de sus hijos.

Las últimas preocupaciones de Martí, expresadas bien en esa carta —devenida testamento político— a su amigo Manuel Mercado, un día antes de su caída gloriosa, sintetizan tres cuestiones medulares que, entre otras, están en el centro del combate habitual de los cubanos:

1) El enfrentamiento al expansionismo de Estados Unidos, como enemigo común de los pueblos, particularmente los de América Latina, advertido por él como el peligro mayor: la ambición de ese «Norte revuelto y brutal que los desprecia»; vaticinó que la lucha contra ese adversario es permanente, enérgica, y no admite concesiones ideológicas.

2) La actividad de los anexionistas de dentro y fuera de Cuba, esa que hoy desarrolla una minoría que destila odio en los sentimientos, actúa con perfidia y exige invasiones a fin de destruir al país; Martí la caracterizó considerándola «menos temible por la poca realidad de los aspirantes, de la especie curial, sin cintura ni creación (…), contenta solo de que haya un amo, yankee o español, que les mantenga, o les cree, en premio de su oficio de celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante».

3) El cumplimiento del deber, orgullo y obligación sagrada de cada hombre en consecuencia con su tiempo; para lograrlo —la actuación y el pensamiento martianos—, demostraron que era preciso la comprensión de las circunstancias, el desafío a las adversidades, derroche de sacrificio, capacidad de prever para salvar, poner la inteligencia en función del bien común, evidenciar la virtud y el proceder con la obra delante y el amor adentro.

Con esa convicción martiana, en Cuba se combate la pandemia y se resiste, porque hay una cultura sólida en ello; se consolida la unidad que el Apóstol concibió como garantía de éxito; y se salvaguarda y desarrolla nuestro proyecto revolucionario, porque es alternativa salvadora, en medio de tan complejo escenario nacional e internacional.

A la distancia de 126 años de su muerte, Martí irradia luz con total nitidez. Los temas centro de nuestra batalla armonizan con los que constituyeron sus inquietudes. Él es pueblo, es esperanza, es victoria posible, es patria y es vida. Persistirá como legado sagrado en generaciones de cubanos; seguros, como él lo auguró, de que «perdura lo que un pueblo quiere». Así su presencia es y será tan vital como legítima, en cada hora de Cuba.

 

*Presidenta de la Sociedad Cultural José Martí en Guantánamo

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