Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La sonrisa que se llevó el fuego

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Robin y Erick quedaron huérfanos, siendo muy pequeños, el 13 de abril de 1961. Su mamá, Fe del Valle Ramos, era la jefa del Departamento de venta infantil de la afamada tienda El Encanto, ubicada en la capitalina esquina de Galiano y San Rafael, en La Habana. Cuando ese día dos petacas incendiarias preparadas con explosivo plástico C-4 incendiaron el lugar, ella regresó al inmueble, aunque estaba a salvo en la calle, para rescatar los billetes de la recaudación de fondos para construir círculos infantiles. Su valentía y profunda sensibilidad con la causa le costó la vida y hoy su nombre figura en la larga lista de víctimas del terrorismo que nuestro país ha padecido desde hace más de seis décadas.

El Encanto era un símbolo desde el punto de vista comercial, social y cultural. Fue escogido como blanco de la agresión y el 9 de abril estalló una bomba en sus portales, que destruyó las vidrieras de la calle Galiano, las del Ten Cent y las de la peletería La Moda. Sin embargo, no estuvieron satisfechas las personas que ejecutaban el ataque y repitieron la fechoría cuatro días después.

Lesionadas 18 personas y alrededor de 20 millones de dólares en pérdidas económicas, además de la secuela sicológica que dejó en nuestra población el saberse agredida y hostigada todo el tiempo. No sabemos si Carlos González Vidal pudo dormir tranquilo después de haber provocado el estallido en El Encanto, como miembro del grupo terrorista Movimiento de Recuperación del Pueblo.

Fue capturado por la compañía de milicianos que estaba acuartelada en Playa Girón, a donde viajó después del atentado, con el objetivo de irse del país. Confesó su culpa sin remordimiento alguno, mientras Robin y Erick apenas conciliaban el sueño. El fuego cesó al amanecer del día 14 de abril. Cuba amaneció de luto y todas las madres desearon abrazar a quienes «les faltó» por siempre la sonrisa feliz de su madre.

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