«Ser bueno es el único modo de ser dichoso».José Martí
Cuenta la escritora Isabel Bornemann la historia de dos niños de Hiroshima que, en medio de las tensiones bélicas de los años ’40, tenían una relación de amistad idílica. Al límite de no anhelar la llegada de las vacaciones de verano para no sufrir la separación.
1-A las dos de la tarde del 9 de abril de 1948, un joven cubano que asiste a un encuentro estudiantil en Bogotá sale para entrevistarse con Jorge Eliécer Gaitán. En la calle una muchedumbre grita: «¡Mataron a Gaitán!», destruye vitrinas, entra en comisarías donde los policías le reparten fusiles. Comienza una balacera. El joven, que había pensado morir por Cuba, reflexiona: «Bueno, el pueblo aquí es igual que el pueblo de Cuba, el pueblo es el mismo en todas partes, este es un pueblo oprimido, un pueblo explotado, le han asesinado al dirigente principal, esta sublevación es absolutamente justa, yo voy a morir aquí, pero me quedo». El joven Fidel Castro aprende su primera lección: cada vez que el pueblo cree en un guía, le asesinan la esperanza. Toma un fusil, y entra en combate.
SI otra persona me lo hubiera contado, lo habría tomado como un chiste...
Hace tiempo pensaba que la literatura podría ser útil; leí varios textos sobre esa posible utilidad pero no eran muy precisos. Mientras le sigo dando vueltas a esta cuestión encuentro un modo leve de hacer que la literatura sirva. El hecho de haber escrito novelas ayuda a que, de vez en cuando, me brinden alguna tribuna en los grandes medios de comunicación.
Cuando la paz se enseñorea al final de un día lleno de apuros y cansancios, me quedo tranquila en la oscuridad, sobre la almohada, víctima de un insomnio típico de la recta final de mi embarazo. Así viene sucediendo hace ya no sé cuántas noches. Y acostumbrada a quedarme con los ojos abiertos donde nadie me ve, me pregunto en mis más recientes batallas por espantar la vigilia, cómo estará Fidel.
Acabo de leer lo siguiente en el periódico La Jornada, de México:
MI primer recuerdo de Fidel es su voz. Mi hermano lo oía escondido por Radio Rebelde. Por esa época cuando yo aún era una niña, en la finca que cuidaba mi padre —y mi familia vivía— a las afueras de Holguín, llegaban algunos barbudos por la noche. No había luz eléctrica a causa de los atentados y yo me sentaba cerca de aquellos amigos de la casa que la policía de Batista no podía ver.
Antenoche recibí un llamado de La Habana que me dejó sin aliento. Un compañero argentino me avisaba: «Parece que Fidel está mal», y de inmediato la conversación se cortó, generando un insoportable suspenso. A los pocos minutos la CNN informaba que Fidel Castro había sido operado y que por primera vez en 47 años transfería transitoriamente sus responsabilidades de Estado a su hermano Raúl.
La noticia sobre la operación a que fue sometido el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, compañero Fidel Castro, permitió que las personas de todo el mundo pudieran aquilatar mejor las diferencias entre los verdaderos cubanos y los gusanos de Miami.