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Los misterios de Hemingway

A 50 años de la muerte del escritor siguen en pie los misterios de sus relaciones con el FBI y de las posibles conexiones de la agencia federal con su suicidio

 

Autor:

Leonardo Padura Fuentes

A 50 años de la muerte de Ernest Hemingway siguen en pie los misterios de sus relaciones con el FBI y de las posibles conexiones de la agencia federal con el suicidio del escritor.

Los que han tenido en sus manos el famoso file del FBI dedicado a Ernest Hemingway afirman que está integrado por 124 páginas, de las cuales, todavía hoy, 15 permanecen reservadas «in the interest of the national defense». De las restantes hay 40 manchadas con tinta negra, excepto los saludos y firmas, y varias más prácticamente ilegibles. Entre lo legible y lo manchado se puede establecer que el file recoge información sobre Hemingway reunida entre 1942, en plena Guerra Mundial, y 1974, casi 15 años después de su muerte.

La existencia de 15 páginas censuradas y de 40 manchadas con esmero, la permanencia de otras en las que apenas se repite información insulsa sobre los días en que Hemingway persiguió submarinos alemanes por las costas de Cuba y, finalmente, el hecho de que el escritor haya sido objeto de interés investigativo por el FBI incluso después de su muerte, cuando menos advierten de lo problemática de esa relación.

Los documentos legibles advierten que Hemingway, quien en los años de la Guerra Civil Española había criticado duramente a la agencia federal, decidió colaborar con la que él mismo llamaría «La Gestapo Americana» a partir de septiembre de 1942 (ya radicado en Cuba), con dos objetivos fundamentales: informar sobre las actividades de los miembros de la Falange Española y simpatizantes nazis radicados en la Isla y montar una operación de búsqueda de los submarinos alemanes con el propósito de descubrir dónde y, sobre todo, quién le suministraba el necesario combustible para que siguieran surcando las aguas del Caribe.

La conexión se establece a través de la Embajada norteamericana en La Habana y el encargado de recibir la información era el «agregado legal» R.G. Leddy, un hombre del FBI con muy pocas simpatías por Hemingway, como lo advierten comentarios que dejó caer en sus informes, como en los que recuerda que el escritor «estuvo vinculado activamente con la República durante la Guerra Civil en España», o el otro en que anota el hecho de que en 1940 se había unido a «una campaña general de desprestigio del FBI después del arresto de ciertos individuos en Detroit por su presunta infracción de las Leyes de Neutralidad debido a sus actividades en la Guerra Civil Española», e incluso afirma que «se le ha acusado de tener simpatías comunistas».

Bajo el amparo del FBI, Hemingway, con su manía de protagonismo, montó y dirigió una red de informantes «aficionados», pero aquella colaboración solo duró siete meses, cuando el 1ro. de abril de 1943 el embajador la canceló, alegando que la información entregada por el escritor resultó «en casi todos los casos, carente de todo valor». En realidad la razón de la cesantía de Hemingway como espía debe haber sido que sus actividades habían tomando un cariz peligroso, pues incluían el espionaje del general Manuel Benítez, jefe de la Policía Nacional cubana y hombre de absoluta confianza del entonces presidente constitucional Fulgencio Batista, «el hombre fuerte de Cuba».

Hemingway había cruzado la línea y el propio Hoover, director de la Agencia, trató de poner las cosas en su sitio y escribió en 1942: «Cualquier información que usted tenga con relación a la falta de confianza como informante de Ernest Hemingway debe ser expuesta con discreción al embajador. A este respecto debe recordarse que recientemente Hemingway proveyó información concerniente al reabastecimiento de combustible por parte de submarinos en aguas del Caribe que resultó ser no confiable». Hoover, además, deslizó entre sus comentarios juicios políticos sobre el escritor, y también de carácter personal referidos a su afición al alcohol, en una típica operación de minado de la credibilidad.

Una hipótesis que explicaría estas reacciones del FBI podría ser que la operación de caza de submarinos alemanes hubiera colocado a Hemingway en el camino de una peligrosa revelación. Aunque aún no existen documentos capaces de probarlo, la sospecha de que el general Manuel Benítez, desde su puesto como jefe de la policía, fuese el encargado de poner en práctica la venta de combustible a los alemanes, es muy plausible. Porque si hay un hecho indiscutible es que los nazis reabastecían sus submarinos en varios puertos cubanos y que una operación de este tipo no podía hacerse de espaldas al ejército (Batista) y a la policía (Benítez)...

El 30 de mayo de 1960, Hemingway ingresa en la Clínica de los Hermanos Mayo por recomendación de un psiquiatra neoyorquino. Hemingway había sido compulsado por sus amigos a ver al psiquiatra, principalmente porque se había quejado de que los «feds» estaban siguiéndolo. Al parecer, la «manía persecutoria» alcanzó los más altos niveles durante su visita a España en 1959, pero luego, cuando llega a Nueva York, vuelve a sentir tras sí la mirada de los federales, aunque su esposa Mary Welsh y algunos amigos consideraron que tal sentimiento solo era una manifestación paranoica del escritor.

En la famosa clínica el tratamiento indicado fue someterlo a una serie de entre 15 y 25 electroshocks que destruyeron su capacidad para escribir. Este procedimiento, conocido como electro-convulso terapia, es reservado para los pacientes sin esperanzas de curación. Pocos días después de ser dado de alta, Hemingway, en un profundo estado depresivo, se suicidó, el 2 de julio de 1961, en su cabaña de Idaho. Tenía 62 años pero estaba tan devastado que parecía un anciano... Cuando menos resulta inquietante el hecho de que su viuda, la única persona que estaba con él en la casa de Idaho en el momento de su muerte, haya negado por años que su marido se hubiese suicidado.

Documentos abiertos en 1984, develaron que, realmente, el escritor estaba siendo seguido y vigilado por agentes que actuaban por órdenes de Hoover, quien unos años antes llegó a considerar a Hemingway como «Public Enemy #1». ¿A qué se debió esa preeminencia que le diera el FBI al escritor?

En los años 1950 el FBI supo que Hemingway planeaba escribir un libro sobre la agencia. Documentos del Buró revelan el temor, particularmente por parte de Hoover, de que el libro pudiera dañar la imagen de su agencia y, sobre todo, expresar juicios sobre él mismo. La ya existente animosidad hacia Hemingway se incrementa entonces y el director del FBI hace propagar la imagen de un Hemingway borracho y patético, proclive a las ideas comunistas.

Quizá nunca sabremos si Hemingway comenzó aquel libro. Lo que se puede asegurar es que por haber hecho de Finca Vigía su residencia durante 20 años, en la casa existía una enorme papelería del escritor. Unos meses después del suicidio su viuda viajó a La Habana y cargó con las pinturas más valiosas y la documentación que consideró importante, mientras entregaba a una hoguera una notable cantidad de papeles. ¿Qué incineró Mary Welsh? Solo ella lo supo. Quizá algunas de las claves de la persistente vigilancia que el FBI dedicó a Hemingway pudieron convertirse en humo entre los árboles de Finca Vigía.

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