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La ecosexualidad

El estilo de vida ecológico ha ido permeando nuevas facetas de la cotidianidad, y el sexo es una de ellas, tanto en su práctica carnal como en su expresión estética

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

El amanecer es un espectáculo hermoso, y sin embargo, la mayor parte de la audiencia duerme todavía.

John Lennon

«Si amas el planeta, hablas con cariño a las plantas, te gusta nadar desnudo y sientes placer al andar descalzo por la hierba, puede que seas ecosexual».

Así se presentan en las redes sociales miles de personas identificadas con la Ecosexualidad, movimiento artístico y medioambiental que cambia el concepto de Madre Tierra por el de Amante Tierra, para ganar votos en el cuidado de esta gran nave común que es nuestro planeta.

El estilo de vida ecológico ha ido permeando nuevas facetas de la cotidianidad, y el sexo es una de ellas, tanto en su práctica carnal como en su expresión estética. Sus activistas promueven el contacto sexual directo —no necesariamente genital— con la naturaleza, para involucrar los cinco sentidos en su placentera defensa.

Creado en 2008 por las artistas estadounidenses Elizabeth Stephens y Annie Sprinkle, este movimiento promueve entre otras cosas el nudismo en espacios que lo permitan, romper las barreras entre especies y usar productos eróticos biodegradables, como preservativos, lubricantes, cremas y juguetes sexuales que imitan texturas y colores de animales y plantas.

En 2011 dieron a conocer el llamado manifiesto del Ecosexualismo, donde se clarifican los principios de esta tendencia, de rápido crecimiento en todo el mundo: «Somos acuofilos, terrofilos, pirofilos y aerofilos. Sin pudor abrazamos árboles, masajeamos la tierra con nuestros pies y hablamos eróticamente con las plantas.

«Somos naturistas, adoradores del sol, y observadores de estrellas. Acariciamos rocas, gozamos con cascadas y a menudo admiramos las curvas de la tierra. Hacemos el amor con la tierra a través de nuestros sentidos. Celebramos nuestro punto E».

Desde el arte y el activismo en las redes sociales proponen salvar las montañas, las aguas y el cielo «por todos los medios, sobre todo a través del amor, la alegría y nuestro poder de seducción».

Para lograrlo estimulan el disfrute del sexo en espacios naturales, alejados del lujo artificial, siempre con el cuidado de no hacer sufrir a las plantas, el agua, los animales o el suelo.

Lo erótico vende

Como la imagen erótica es explotada con éxito en la publicidad comercial, el plan de este movimiento es usar esa línea para promover la conservación del medio ambiente y multiplicar el disfrute de un modo racional y sustentable.

Como ventaja ensalzan esa capacidad de los entornos naturales bien cuidados para inspirar la creación artística y su poder antiestresante, además de las facilidades para recuperar la salud general y en particular la erótica, cuando se vive en amoroso vínculo con lo que nos rodea.

Cuentan entre sus favoritos el llamado turismo de naturaleza, ideal para celebrar lunas de miel, encuentros y aniversarios matrimoniales, y promueven el autoerotismo en aguas y fangos con propiedades curativas, además de sugerir la búsqueda de compañía amorosa en zonas libres de contaminación por ruidos, radiaciones o smog, preferiblemente entre personas que profesen similar compromiso con el cuidado de la naturaleza y se exciten tiernamente al pasear a pie o en bici, sepan arrullar mascotas y elijan abrir las ventanas en lugar de malgastar energía en luces o enfriamiento artificial.

El debate actual en torno a esta corriente es si tomarlo como una nueva tendencia de orientación sexual, una canalización de las fantasías sexuales ancestrales o una identidad de carácter ideológico que prioriza su relación solemne con la Tierra, a la que han jurado «amar, honrar y cuidar», protegiéndola del abuso indolente, la violación de sus recursos y el envenenamiento sistemático.

Sus tácticas preferidas de activismo social son las no violentas, expresadas a través de una sensualidad que involucra el arte, la música, la poesía, el humor, el juego y el sexo, siempre a favor del respeto al medio ambiente.

Una de las más exitosas muestras del auge de este movimiento es el Ecosexual Bathouse, instalación artística montada por el dúo Pony Express en el Real Jardín Botánico de Melbourne, Australia, donde se combinan libremente las fantasías sexuales y las motivaciones ecológicas de sus visitantes.

«Si aprendemos a amar la Tierra, tal vez podemos salvarla», dice la artista visual Loren Kronemeyer, quien junto al director de teatro Ian Sinclair conforma el dúo Pony Express, a cargo de este curioso proyecto australiano.

Si te apetece probar el ecosexualismo desde tu propio hogar, puedes renunciar a la luz eléctrica para hacer el amor y usar velas o elegir el horario diurno; bañarte en pareja para ahorrar agua y emplear productos de limpieza orgánicos, o al menos reducir el uso de los más contaminantes.

En cuanto a las cremas, hay muchas fórmulas que emplean frutas y hierbas. Y si prefieres disponer de afrodisíacos, puedes crear tu propio jardín en el techo, portal o balcón y sembrar jengibre, menta, albahaca, jazmín u otras plantas estimulantes, además de abstenerte de consumir alimentos transgénicos o derivados del mar en peligro de extinción, como ostras y huevos de caguama.

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