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¿Realmente frías? (I)

 

En Cuba la anorgasmia ha sido causa principal de visita a consultas de terapia sexual, aunque se estima que las que acuden son apenas un pequeño por ciento de las mujeres que viven esa situación

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

El éxito llega para todos aquellos que están ocupados buscándolo.

                                                                            Henry Thoreau

Durante muchos siglos, en la cultura occidental dominaron prejuicios de corte moral o religioso que negaban a la mujer la legitimidad de sentir placer, limitando el propósito de su sexualidad solo a roles de reproducción.

Mientras el goce de los hombres era exaltado y estimulado comercialmente, la anorgasmia se afincó como una de las disfunciones femeninas más comunes y a la vez de las más silenciadas, incluso después de que en el siglo XX se describiera científicamente la respuesta sexual humana con sus diferencias en tiempo y expresiones para ambos géneros.

También en Cuba la anorgasmia ha sido causa principal de visita a consultas de terapia sexual, aunque se estima que las que acuden son apenas un pequeño por ciento de las mujeres que viven esa situación, y además muchas buscan ayuda más preocupadas por hacer quedar bien a su pareja que por sí mismas. El resto padece en silencio lo que consideran una fatalidad, o tabú, por falta de información y por siglos de herencia de autorrepresión moral.

Nombrar para respetar

Antes de la publicación en 1970 del estudio Human Sexual Inadequacy, se utilizaba el término frigidez para aludir a diferentes trastornos de la mujer, desde falta de orgasmos hasta desinterés por el sexo e inhibición de la excitación.

 Como ese vocablo carecía de precisión diagnóstica y reflejaba un criterio despectivo al presentar como fría o insensible a la mujer, muchos sexólogos adoptaron la propuesta de Masters y Johnson (1970), reafirmada por Kaplan (1974) de remplazarlo por disfunción orgásmica para aludir específicamente a la dificultad en alcanzar el orgasmo, lo cual le daba una aproximación más integral desde de lo sicológico y lo fisiológico.

Anorgasmia es, entonces, una inhibición que persiste en el tiempo, y se manifiesta por ausencia o retraso del orgasmo luego de un período de excitación. Es un trastorno multicausal que puede responder a disfunciones orgánicas o de tipo mental, pero siempre hay una interacción significativa de otros factores como el contexto cultural, tipo de vínculos y autovaloración.

Atendiendo a su desarrollo, se habla de anorgasmia primaria o preorgasmia si la mujer nunca ha logrado un orgasmo (el diez por ciento de las que acuden a consulta), y secundaria cuando se ha vivenciado la meta por diferentes vías y se deja de acceder con cierta regularidad.

Otra clasificación destina el término anorgasmia situacional a quienes solo consiguen sentir placer en una situación o forma de estimulación particular (típica de las parafilias, también frecuente en hombres), y el de anorgasmia fortuita para quienes han vivido el clímax en diferentes actividades sexuales, pero de forma infrecuente.

Otro elemento importante a despejar es si estas mujeres buscan sentir orgasmos para su propio placer o si tienen miedo a ser rechazadas por un mal desempeño sexual, actitud que sofoca su capacidad de respuesta sexual como un todo: falla el deseo de exponerse nuevamente a una situación en plan de objeto o mera espectadora, falla la excitación por estar pendiente del resultado, y al no cumplirse las expectativas (de ella o de su pareja), baja la autoestima que motiva episodios de depresión o ansiedad, acompañadas de una sensación de inutilidad o «defecto» a ocultar.

Aunque en la mayoría de los casos la anorgasmia responde a causas subjetivas (una educación sexual inadecuada o una relación no placentera en otros órdenes, por ejemplo), también podría tener un origen biológico, como alguna carencia hormonal asociada a la ingesta de fármacos, drogas o alcohol.

Si nos enfocamos en lo sicológico, resaltan alteraciones que provienen de episodios traumáticos, como un abuso en la infancia, una violación en cualquier edad, una fuerte desilusión amorosa, una educación moral muy restrictiva, bajo nivel de autoestima por la imagen, dar prioridad al cumplimiento de otros roles, problemas laborales…

Cada una de esas causales, o la combinación de varias, puede provocar rechazo o temor a una vida sexual plena y a ciertas prácticas íntimas en particular, lo que a su vez aumenta el estrés y predispone a menos placer, creando un círculo vicioso del que es imprescindible salir para retomar el camino al placer. La próxima semana explicaremos vías para lograrlo.

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