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Depresión posparto: un inicio que parece fin

Los cambios hormonales tienen una innegable influencia en el estado anímico, pero hay otros factores asociados

Autor:

Mileyda Menéndez

Casi todas las cosas volverán a funcionar si las desenchufas por unos minutos… incluso tú.

Anne Lamott

«Quien no padece esto, o no es un profesional de la Salud mental, no suele entender bien qué es la depresión y cómo funciona. Ni yo misma entendía bien algunas cosas hasta hace poco, como que es un desbalance químico en el cerebro y por eso requiere medicación».

Liss Molina, madre desde hace seis meses, compartió en el grupo Senti2 una experiencia que a veces cuesta asociar con la maternidad, y sin embargo afecta al menos al 15 por ciento de las mujeres en el primer año de su bebé: la depresión posparto (DPP), descrita por la revista digital Medlineplus como una depresión de moderada a intensa.

Sus causas se desconocen. Los cambios hormonales tienen una innegable influencia en el estado anímico, pero hay otros factores asociados, por ejemplo, falta de sueño, cambios bruscos en la rutina, falta de tiempo para sí misma, preocupaciones sobre el desempeño como madre o sobre la recuperación del físico.

Aumentan el riesgo de padecerla los antecedentes de depresión, bipolaridad o trastornos ansiosos; el consumo de alcohol, tabaco u otras drogas; enfrentar problemas financieros; falta de apoyo familiar o social; un embarazo no planificado que forzó la ruptura de otros proyectos personales y haber vivido un hecho estresante durante el embarazo: una enfermedad, la pérdida de un ser querido, un parto prematuro o difícil, una anomalía congénita en el bebé, la pandemia…

«Todo empieza con un detonante (un recuerdo, una serie de sucesos, un sueño, una palabra o frase…). Ese botón activa emociones determinadas, negativas o positivas, de forma inmediata, seas consciente o no de ellas (…) Uno de mis detonantes es cuando sueño que visito a mi familia. ¿Por qué me deprime? Porque los extraño y los necesito horriblemente, y porque la posibilidad de visitarlos en la vida real no existe (pandemia y fronteras cerradas)», narró Liss.

Su testimonio es un valioso ejemplo de cómo algunas personas se ven más afectadas que otras por sucesos en apariencia comunes, e ilustra señales sobre las que la familia debe estar alerta para evitar daños irreversibles.

«Hace poco me pasó: a pesar de haber dormido bien, me desperté desanimada, decaída, sentía algo que llamo niebla mental (tu mente está en stand by, no piensas con claridad ni logras organizar tus ideas) y no tenía ganas de levantarme. No lograba hacer las cosas, todo me molestaba y solo quería desaparecer. Entonces recordé el sueño y supe lo que me pasaba. Para cuando llegó la tarde, ya me sentía abrumada, mucho más irritable, un poco agresiva y con pensamientos oscuros… por llamarlos de algún modo».

Es importante que la familia sea paciente. Esos estados de ansiedad, irritación, tristeza, son normales en las primeras semanas y pueden desaparecer sin tratamiento, pero si persisten hay que alertar al médico de familia. El asunto se vuelve peligroso cuando la madre se percibe incapaz de cuidar de sí misma o a su bebé, o tiene miedo de quedarse a solas con la criatura. Unas extreman sus cuidados y otras sienten el impulso de abandonarlo, o ha pensado en hacerle daño.

«Quien desconoce cómo se siente realmente la depresión, suele dar consejos como “La vida es algo bello y maravilloso”… “Tienes razones de sobra para vivir y ser feliz”… “Enfócate en las cosas positivas que te rodean”… Queridos amigos: lamento informar que en medio de una crisis depresiva estos consejos son inútiles y a veces hasta se perciben como patéticos.

«Para empezar, una no elige deprimirse. A medida que avanza, la niebla mental se vuelve oscuridad, el cuerpo se adormece y tu propia mente te traiciona. El dolor síquico es tan intenso y abrumador, que tu mente empieza a plantar esos pensamientos oscuros como forma de atenuar dicho dolor».

En esas circunstancias, quien se inflige daño físico no busca realmente hacerse daño o morir, sino un escape, algo de liberación, asegura Liss. «Cuando una lleva años lidiando con esto, llega a ser agotador y desgastante. Es una lucha constante contra tu propia siquis, una batalla interna que drena tus energías. Y afectas además a tus seres queridos, a tal punto de que te sientes una carga para ellos y piensas que estarán mejor sin ti».

Muchas madres deprimidas encuentran salidas creativas, como hacer yoga o taishi, poner música, redecorar la casa, escribir un diario, buscar información y compartir con otras mujeres sus vivencias, como hace Liss en su perfil de Facebook, Mamá Neurodivergente.

La solución empieza con la demostración de lo que ocurre. No hay que ocultar esos sentimientos ni avergonzarse por ellos, sino pedir ayuda a la pareja, la familia, las amistades, y evitar que al estrés del parto se sumen otros cambios intensos como mudadas, cirugías, cambios de empleo, divorcios…

Dos consejos: duerme cuando el bebé lo permita, hasta que puedas crear una rutina saludable para ambos, y pasa tiempo a solas o con tu pareja, para relajar. También ayuda no intentar mantener la casa impecable ni obsesionarse por recuperar la imagen. Prioriza la higiene, recibe el mínimo de visitas y dale tiempo a tu organismo para adaptarse y ceder.

«La depresión no ve belleza, motivaciones ni felicidad. Solo ve oscuridad, dolor, cansancio… La persona deprimida solo busca una salida, un escape para su espiral negativa. Por eso algunos eligen las drogas, el alcohol u otros comportamientos nocivos y potencialmente peligrosos.

«¿Qué necesitamos? Comprensión, apoyo y ayuda profesional, de ser posible. Recuerda no hacer sentir peor a quien ya se siente mal. No seas un motivo más para que su mente cree pensamientos oscuros, sino un motivo para amar».

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