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Una política en coma irreversible

Es una realidad, en EE.UU. todos los días hay una polémica diferente. Ese estatus quo se ha disparado con la irrupción de George W. Bush y su equipo en la palestra pública. Así ha sido desde el famoso robo en Miami de las elecciones que lo llevó a la Casa Blanca. Por lo tanto, no resulta difícil encontrar una de estas reyertas de la prensa y los políticos donde la sangre parece que nunca llega al río.

Pero esta que les traigo hoy, además de la confrontación ético-filosófica, tiene la amargura de la pena, el sufrimiento, el dolor... y todo por una guerra.

Dale Smith, un especialista de no sé qué citado por ANSA, dijo: «Todos los soldados repatriados en estado de coma hubiesen muerto rápidamente en las guerras del pasado». Bien por los adelantos médicos, pero... entonces viene el tema y la discusión.

El Pentágono ha propuesto que todos los soldados destinados a Iraq y Afganistán hagan «testamentos médicos».

Quieren que se resuelvan esos casos de estado de coma irreversible, pues desde que Bush invadió Iraq, al menos 250 militares han vuelto a EE.UU. en esa lamentable situación.

Dice la información que parte de esos 250 soldados salieron de esa condición, sin especificar cuántos, lo que agrega un punto más a la discusión todavía en sordina: ¿los otros también rebasarán su postración algún día?

Aún cuando no se menciona para nada la palabra muerte, como si fuera un tabú insuperable, es obvio que tras tales «testamentos médicos» se esconde la autorización, la voluntad del soldado, a que se le practique la eutanasia. Pero se afirma que los «testamentos médicos» son de difícil acceso a los galenos que cumplen tareas en frentes de combate. Parece entonces que los doctores estarían en un limbo sobre si el lesionado quiso o no «vivir» en esa condición.

ANSA cita a un soldado herido de gravedad en Iraq, al que identifica como Ed Salaud. Él asegura: «Tenemos una tecnología avanzada para tener de cualquier forma a los soldados con vida, pero no para consentir a los médicos consultar un medio por el cual los militares pidan no ser reanimados si quedan en coma».

De hecho, prevalece la incógnita; pero hay más. ¿Cómo es posible que el Pentágono intente darle una solución al problema que implica cortarle la vida a quien así lo testifique, si el gobierno de Bush se ha pronunciado abiertamente contra esas muertes por compasión?

La contradicción es evidente y viene de inmediato la pregunta: ¿Si apenas son 250 casos en los más de 20 000 heridos que el Pentágono reconoce en esas tierras, por qué no mantenerlos hospitalizados, cuidarlos con la dignidad que merecen quienes creyeron en su presidente y salieron dispuestos a matar o a morir?

Quizá el maldito dinero tenga que ver en eso. ¿Será mayor el presupuesto a gastar en pensión de por vida, más los costos de la internación, que pagar de una vez por todas la indemnización familiar por su muerte?

¿Y cómo dejar a esos muchachos envejeciendo sobre una cama, testigos mudos, sordos, ciegos, pero clamantes, de una obsesa y calculada barbaridad para enriquecer a algunos?

¿Será entonces que el Pentágono considera que si no murieron con gloria, es mejor la deshonra de matarlos... por su voluntad expresa en un testamento médico?

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