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Las águilas mirando al mar

El Granma fue buscado infructuosamente por fuerzas navales y áreas de la dictadura batistiana con apoyo de Estados Unidos, que incluso mandó buques equipados con radares para impedir el desembarco

Autor:

Juventud Rebelde

«Ni la vigilancia aeronaval batistiana, ni el apoyo de Estados Unidos, lograron detener la histórica travesía del Granma».

Mientras en México se prepara a toda carrera la expedición encabezada por el joven abogado Fidel Castro Ruz, jefe del ya histórico asalto al cuartel Moncada, desde los primeros días de octubre de 1956 la tiranía de Batista ordena incrementar las actividades de patrullaje aéreo en todo el territorio cubano y en sus aguas adyacentes.

A partir del 5 de noviembre, por ejemplo, el Estado Mayor del Ejército circula tres embarcaciones que le resultan las más sospechosas entre una larga lista: los yates Magdalena, Corinthya y Granma, este último que por desconocimiento nombran Grama.

La Fuerza Aérea del Ejército (FAE) centra su observación sobre la zona oriental, a sabiendas, como en el caso de la Marina de Guerra, de que los meses de noviembre y diciembre son los más peligrosos, pues Fidel ha proclamado con claridad que en 1956 deberá estar en Cuba y creen a pies juntillas en su valor, en su prestigio y en su palabra, aunque el libelo batistiano Ataja, de Alberto Salas Amaru, por ejemplo, publica irónicamente desde hace varios meses cuántos días faltan para cumplirse la promesa revolucionaria.

Desde la base aérea Teniente Brihuega, en la ciudad militar de Columbia, en la capital, salen aviones que patrullan diariamente las provincias occidentales hasta Las Villas, y desde la Ignacio Agramonte, de Camagüey, actúan los aparatos que por orden del alto mando de la dictadura fueron trasladados hacia allí de forma inmediata para el control aéreo del territorio y las costas de esa provincia y buena parte de la de Oriente.

La inminente expedición es rastreada en lo fundamental por dos bombarderos B-25 Mitchell; por dos aviones de entrenamiento AT-6 Texan, utilizados como cazas, y por un C-47 de transporte, aeronaves tripuladas por 27 militares: diez oficiales, seis clases y 11 soldados.

Esos y otros aviones efectúan un constante patrullaje desde Camagüey, utilizando dos corredores principales: la Ruta 1, que abarca Camagüey-Las Tunas-Puerto Padre-Nuevitas-Camagüey; y la Ruta 2, que comprende Camagüey-Ciego de Ávila-Morón-Camagüey. Un día rastrean la ruta 1 y al siguiente la 2, hasta unas 20 millas mar afuera, aproximadamente 32 kilómetros.

El patrullaje aéreo vigila una gran porción territorial y marítima del país y de sus alrededores inmediatos, en estrecha cooperación con las fuerzas navales de la tiranía y con el apoyo de aviones y buques norteamericanos que merodean las aguas del Golfo de México, del Océano Atlántico y del Mar Caribe, en particular con los medios basificados en Key West, Florida, en la base naval de Estados Unidos en la bahía de Guantánamo y en Puerto Rico.

Simultáneamente, y con objetivos similares, en los distintos puestos navales de la Marina de Guerra, la dictadura tiene organizado el sistema de patrullaje marítimo con una fuerza técnica bastante numerosa.

Para localizar la esperada y temida expedición, emplean las fragatas F-301 José Martí, buque insignia de la Marina de Guerra de la tiranía, y las F-302 Antonio Maceo y F-303 Máximo Gómez.

Participan en el rastreo naval también los buques de patrulla y escolta Caribe, Siboney y los guardacostas Oriente, Camagüey, Las Villas, La Habana y Pinar del Río, además de otros nueve guardacostas similares apoyados por los auxiliares Donativo y Matanzas.

Igualmente, navegan en busca de los rebeldes dos lanchas torpederas, 12 patrulleras auxiliares, dos buques de servicio de faro, tres embarcaciones auxiliares y dos buques de rescate y salvamento.

Claro, detrás de todas las medidas para impedir el desembarco de los revolucionarios está la mano del gobierno de Estados Unidos. Así, en visita «casual» a La Habana y Santiago de Cuba, llegan justamente por estos días buques de guerra norteamericanos con amplias posibilidades de descubrir con sus radares objetivos aéreos y navales, un guardacostas y tropas de desembarco, con 31 cañones en total.

Se trata del destructor-escolta con radar Hissen; el buque de desembarco de tanques Calhoum County; el destructor-escolta William T. Powell y el guardacostas Escanaba, tripulados por cerca de 500 militares yanquis.

EL ENEMIGO EN TIERRA

El jefe del Estado Mayor del Ejército de la tiranía, general Francisco Tabernilla Dolz, junto al coronel Pedro Barrera Pérez, jefe del Regimiento No. 10, que fue uno de los primeros en ser enviado con tropas frescas contra los guerrilleros de la Sierra Maestra

Ya se sabe que la expedición, burlando el enorme riesgo, por la vigilancia de la tiranía y Estados Unidos, más un mar embravecido, logra llegar a las costas cubanas.

La prensa ha dado la noticia del desembarco. Batista no concibe cómo a pesar de las medidas tomadas y de la abierta ayuda de Estados Unidos, los revolucionarios han penetrado en Cuba por un punto de Oriente. Por eso vocifera histéricamente a través de un teléfono para que se investigue con urgencia la actuación de dos oficiales subalternos del ejército: el capitán Caridad B. Fernández, jefe del escuadrón 12 de la Guardia Rural, y el segundo teniente Aquiles Chinea, jefe del puesto de Niquero.

Para el angustiado dictador ellos dos tienen la culpa de que Fidel esté en Cuba y haya podido cumplir su promesa. No se refiere al riguroso patrullaje aeronaval organizado desde principios de octubre tras las huellas del yate Granma.

Tal era la confianza en la efectividad de este patrullaje, que en ese momento inicial, por ejemplo, uno de los dos militares aludidos, el jefe del puesto de Niquero tiene solo ocho alistados bajo su mando con igual número de fusiles calibre 30 y un total de 90 cartuchos por hombre.

Es después que se moviliza la dictadura, y una unidad de artillería integrada por cinco oficiales y 89 alistados, al mando del comandante Juan González, llega a Niquero en la noche del 2 de diciembre.

Al día siguiente, desde Niquero, salen las fuerzas de la tiranía en busca de los expedicionarios. Avanzan en dirección a Río Nuevo, Agua Fina y Alegría de Pío, desde donde se dirigen a la zona conocida como El Plátano, con la pretensión de cortarles el paso a Fidel y a sus hombres en su proyectada y lógica marcha hacia la Sierra Maestra.

El ejército se preparó para asediar a los expedicionarios del Granma en su travesía hacia las costas cubanas, pero ni el reforzamiento de su patrullaje aeronaval pudo impedir que la expedición desembarcara De allí se trasladan a Pilón y después a Mareón, donde establecen ese día una posición defensiva. A estas alturas ya la CIA, la dictadura y las agencias de prensa internacionales saben que Fidel está vivo en Cuba, que ha llegado en un yate llamado Granma y también cuándo y de dónde ha salido.

Fidel había pensado que el yate se llevara luego del desembarco hacia Caimán Brack, pero esto no puede realizarse por falta de combustible.

Según testimonio, años más tarde, de Norberto Collado, la embarcación estuvo en Manzanillo, después en Cienfuegos y más tarde en La Habana. La tuvo el sargento Rolando Pantoja en Batabanó. Al salir de prisión en 1959, Collado se hizo cargo del barco, y el 8 de enero lo presentó a Fidel en la Avenida del Puerto de La Habana. Hizo un bojeo a la isla, como museo flotante. El padre del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque y él lo cuidaron con mucho celo. Su última travesía fue el 2 de diciembre de 1976 con Fidel, Raúl y otros dirigentes a bordo.

Luego del desembarco, los expedicionarios, extenuados, hambrientos y sedientos continúan su fatigosa caminata. En un momento de la marcha Fidel les dice a Emilio Albentosa y a otros compañeros que «cuando uno está cansado y las fuerzas no le alcanzan ya para seguir, todavía resiste...».

La tropa del ejército ubicada en Mareón se traslada el 4 de diciembre hacia los bosques de Agua Fina. Luego de unirse a la tercera compañía del primer batallón de artillería de costa, mandada por el capitán Juan Marrero Bravo, se dirige a Alegría de Pío, donde llega en horas de la noche.

Los hombres del destacamento expedicionario iban rumbo al este, donde les esperaba la Sierra Maestra.

Infografía: AleMan y JMC.

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