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Días en pos de la unidad y la Nación (+ Fotos)

El Consejo de Iglesias de Cuba cumplió este 28 de mayo 70 años de existencia. Ello propició jornadas de celebración y análisis sobre las tareas que la entidad tiene por delante mientras mira a su interior, al tiempo que atiende los desafíos del país en la hora actual

Autor:

Alina Perera Robbio

Para celebrar los 70 años del Consejo de Iglesias de Cuba (CIC), cuyo lema fundador fuera «unidos para servir», se han dado cita en nuestra capital religiosos de distintos lugares del archipiélago, y amigos de otras latitudes del mundo.

El 28 de mayo de 1941, en la Primera Iglesia Presbiteriana Reformada en Cuba, en La Habana, nació esa entidad alentada en la voluntad de unir empeños. El Consejo, que ha tenido varios nombres a lo largo de su trayectoria, signado por la inspiración cristiana y sin fines de lucro, propició desde el 25 de mayo y hasta este sábado, su Asamblea, de modo que sumar un nuevo aniversario no solo ha implicado jornadas para celebrar sino también de reflexión sobre cómo desplegar una labor cohesionada en pos de temas vitales como la paz y la justicia.

La organización está conformada por 26 iglesias, incluida la Iglesia Ortodoxa Griega, centros y movimientos ecuménicos, y otros como asociados fraternales, entre los que se encuentran organizaciones de otras confesiones religiosas como la Comunidad Hebrea de Cuba y la Asociación de Autorrealización Yoga.

Su actual Presidente, Marcial Miguel Hernández Salazar, quien ocupa esa responsabilidad desde el año 2008, explicó a este diario que la Asamblea de Estudio se enmarca en una celebración que ha tenido diferentes momentos, cuyos inicios tuvieron lugar desde el año pasado, y cuyo programa ha contenido la realización de eventos en cines, teatros y otros escenarios de diferentes provincias, en el afán de que todo el espacio religioso de la nación pueda también celebrar este momento.

Al conversar sobre el valor de fortalecer la unidad en el seno del CIC, Marcial comentó la necesidad de «moldear todo tipo de intereses para el propósito común, con mucha sabiduría, con mucha inteligencia, con mucha prudencia». Y recordó que «la relación entre los seres humanos debe ser base para la conducta de la vida. Por eso uno de los grandes mandamientos es que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Es algo planteado por Dios, a tal punto, que Él llama mentiroso a quien dice amarlo, creer en él, y sin embargo ser incapaz de amar a la persona que está al lado».

Son ideas, meditó, que no están en contradicción con la obra revolucionaria, pues justamente «la premisa de la Revolución es el ser humano. La vida es lo más preciado del proyecto del Gobierno socialista, y eso es también lo que enseñan las Escrituras».

—¿Cuánto puede hacer el CIC por el país?

—La predicación del Evangelio, el mensaje de Jesús Cristo, es tan revolucionario que produce cambios en la conducta y la vida del ser humano cuando este los interioriza. En tal sentido el rescate de valores podría constituir un gran aporte, independientemente de temas económicos, de carácter social, del apoyo que podemos dar a tareas tan nobles como la salud, la educación, o proyectos de técnicas agrosostenibles.

«Todo encaminado a sensibilizar a los creyentes y no creyentes con el cuidado de la creación de las fuentes renovables de energía, el aprovechamiento de la energía eólica, la energía solar, y cosas que pueden contribuir a la economía y a la soberanía alimentaria de nuestra nación».

Estos días de Asamblea, enfatizó Marcial, han demostrado que a 70 años de haber nacido el Consejo, los temas de la paz y la justicia mantienen igual trascendencia: «Un texto del profeta Isaías dice que el efecto de la justicia producirá paz. Donde hay seguridad, donde hay reposo, la paz no está amenazada. Son las ideas que la Asamblea ha tratado en sus sesiones, en la voluntad de impulsar la labor ecuménica en la nación, de contribuir a la unidad».

Recuerdos, ecumenismo, puntos de partida

El Reverendo Raúl Suárez Ramos, Director del Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr., fue Secretario Ejecutivo del Consejo entre 1983 y 1987, y Presidente de esa entidad entre 1987 y 1991. De esas etapas particularmente intensas, guarda momentos inolvidables que quiso recordar en estos días de celebración y análisis.

Especialmente significativo fue el año 1991. Entonces, rememoró Suárez, la Revolución vivía uno de sus momentos más difíciles; y en tal contexto, más de 150 personas de Estados Unidos, Canadá, Europa y el Caribe, vinieron a Cuba a un encuentro internacional de acompañamiento pastoral al pueblo y a sus iglesias. La clausura contó con la presencia de Fidel.

«Yo recordaba que el obispo metodista Federico Pagura, argentino, en su discurso miró a Fidel, nos miró a todos y pidió: “Hermanos cubanos, hermanas cubanas, cuídennos el jardín de la esperanza, límpienlo de abrojos y de espinas, pero no pierdan el rumbo ni el destino”.

«Cuando Fidel pronunció sus palabras de clausura, miró a Pagura y dijo: “Cuidaremos el jardín de la esperanza, lo limpiaremos de abrojos y de espinas, y no vamos a perder el rumbo ni el destino”. Eso fue inolvidable».

—¿Para usted qué es el ecumenismo y qué importancia tiene para la Nación?

—El ecumenismo viene de una palabra griega que aparece en la Biblia y que significa la casa habitada. Es la casa donde deben darse las relaciones humanas de hermanos y hermanas, lo que hoy nosotros llamamos la fraternidad que se logra por la unidad en la diversidad.

«En un momento significó trabajar al interior de nuestras iglesias, para lograr la unidad en la diversidad de nuestro protestantismo, pero con el tiempo nos dimos cuenta de que el ecumenismo debía ser mucho más que eso: es importante que los cristianos y cristianas se unan; que las iglesias se unan en su diversidad; que estén unidas para servir al pueblo en el cual ellos tienen que hacer su acción pastoral.

«De ahí que el ecumenismo hoy, tal como lo entendemos, sea promover el acercamiento entre las iglesias, y sea también el compromiso de acompañar a nuestro pueblo, de estar con él y de fomentar los valores éticos, morales, espirituales que sustenten, por los desafíos que tenemos, todos los cambios que deseamos hacer».

No lejos del Reverendo Suárez, la Pastora Pentecostal Esther Quintero Labrada, quien fue vicepresidenta del CIC, accedió a ofrecer su valoración sobre el significado de la Asamblea de Estudio: «Creo que el encuentro es un punto de partida, independientemente de lo que se está recordando y celebrando con motivo de la historia pasada, presente, y de lo que deberá ser el CIC.

«Punto de partida es para nosotros repensar el trabajo del Consejo, rediseñar algunas cuestiones donde haga falta. Estos tiempos tienen sus particularidades, y eso demanda buscar estrategias de trabajo que puedan traer resultados cada vez más eficaces.

«La Asamblea ha sido un recuento histórico. Quizá no se hayan colmado todas las expectativas, pero ha habido un indudable esfuerzo».

—¿Como religiosa y cubana, cuál es su mayor desvelo en cuanto al escenario nacional?

—Cómo debemos prepararnos para hacer realidad todos los cambios económicos en los que anda enfrascada la Nación, y cómo hacerlo, humildemente, yendo más allá de ser simples espectadores, es decir, siendo parte de ese proceso de cambios que conduzca hacia el mejoramiento humano, hacia todo aquello que traiga la paz, la armonía, beneficio para nuestro pueblo. Ese es el mayor anhelo.

Momento de madurez, y mucho trabajo por delante

«El CIC fue uno de los primeros que se fundó en el mundo, incluso antes del Consejo Mundial de Iglesias que surgió en 1948», resaltó Reinerio Arce Valentín, Rector del Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, y quien fuera presidente del Consejo entre el año 2000 y el 2004.

Sobre la organización que ha cumplido siete décadas, Arce comentó que «llega a su madurez, en un momento importante de nuestro país, de todos los procesos de cambios que ha habido dentro de la reestructuración y búsqueda de mejorar el socialismo en Cuba para hacerlo más eficiente.

«La Asamblea de Estudio, afirmó, se ubica en ese contexto, y al mismo tiempo se ubica en un panorama mundial muy complejo; de ahí la importancia de los trabajos presentados en el encuentro y que estos hayan versado sobre temas como el de la paz, sobre cómo nosotros como movimiento ecuménico, como iglesias evangélicas, podemos ayudar a que haya un poquito más de paz en el mundo actual.

«Nosotros entendemos que la paz no se puede separar de la justicia. Hay un salmo que dice que la paz y la justicia se besaron; es decir, que la Biblia nos dice que ambas cosas no pueden ir separadas, y que es imposible llegar a la paz sin que haya justicia. Hablo de justicia en el sentido de que no haya pobres, de que las personas tengan derecho a la vida, y a una vida digna.

«Hemos tenido entre nosotros a delegados de otros países, quienes han acompañado al CIC durante todos estos años, que han sido solidarios con el pueblo cubano y con las iglesias cubanas porque condenan el bloqueo.

«Pensamos que los cristianos podemos aportar. El compañero Esteban Lazo nos hablaba en estos días de la espiritualidad. Creo que ese es un tema fundamental: el desarrollo de una espiritualidad auténtica, de la honestidad, de la práctica del amor y de la justicia. Creo que los cristianos podemos y debemos aportar mucho en tal sentido».

Antes de irse, Reinerio recordó su encuentro de más de tres horas, hace unos años, con René González, uno de los cinco cubanos injustamente encarcelados en los Estados Unidos por combatir el terrorismo.

Invitado por el Consejo de Iglesias de los Estados Unidos (organización con la cual ya existían experiencias en el trabajo conjunto, desde los días de lucha por rescatar al pequeño Elián González), Reinerio pudo llegar hasta la prisión donde estaba René, y quedó impresionado para siempre: «Es un gran ser humano. Mi esposa y yo estuvimos más de tres horas con él, hablamos de la familia, de nuestro país. A cinco minutos de habernos visto parecía que nos hubiésemos conocido de siempre. Él decía estar muy agradecido porque habíamos llevado hasta él “un pedacito de Cuba”. Yo todavía me emociono con eso».

Minutos después pudimos intercambiar algunas valoraciones con Adolfo Ham Reyes, Pastor Jubilado de la Iglesia Presbiteriana Reformada, quien tuvo responsabilidades en el Consejo, primero como Secretario Ejecutivo, y años más tarde como Presidente.

En su opinión, el CIC tiene entre sus principales metas trabajar por la unidad entre los cristianos. «Una de las cosas que debe hacer el Consejo —enfatizó— es dar una idea más positiva del ecumenismo.

«Es un ecumenismo que para mí significa esfuerzo por facilitar la unión de las iglesias. Podemos unirnos para realizar proyectos comunes. Tareas hay muchas. Está la educativa, lo que puede hacer la Iglesia con el pueblo a partir del patriotismo, de los ideales martianos que nos unen y nos impulsan.

«Debemos aprovechar todo el potencial de las personas. Tenemos en la sociedad muchos problemas subjetivos que deben ser resueltos, además de los objetivos que sin dudas son importantes, de modo que todavía hay mucho trabajo por hacer».

Los amigos

Como «notas personales» catalogó el amigo de Cuba, Carmelo Álvarez Santos, a opiniones entrañables que quiso comentarnos, entre ellas, la voluntad que ya hizo saber a su esposa de que, cuando él muera, parte de sus cenizas vengan a reposar al archipiélago.

Él es Presbítero de la Iglesia Cristiana Discípulos de Cristo en Puerto Rico, y labora en el área de Educación Teológica para América Latina, la cual incluye el Seminario de Matanzas.

«He tenido en los últimos 37 años una relación muy estrecha con Cuba. Durante la década de los 70 tomé parte en el proceso de fundación de Consejo Latinoamericano de Iglesias, y esa fue la oportunidad de profundizar la relación con las iglesias cubanas».

En cuanto al CIC, Carmelo lo calificó como «un espacio único, privilegiado, que desde su fundación en 1941 contó con la labor de pastores puertorriqueños. El Consejo ha ido creciendo no solo en prestigio, en presencia, es además un lugar obligado para relacionarnos en el Caribe, es como un puente, al tiempo de estar signado por la particularidad de la realidad cubana».

A decir del Presbítero, el Consejo en sí mismo es un indudable aporte a la unidad, entre otras razones, porque ayuda a «emparejar» a las iglesias que no están siempre al mismo nivel atendiendo a número de miembros o a sus trayectorias. «El Consejo cohesiona en su proyecto ecuménico a muchas vertientes del protestantismo cubano, y a otras expresiones también religiosas. En América Latina hay un gran respeto hacia esa organización».

Especial relevancia han tenido estas horas de Asamblea de Estudio para la Obispa Doctora Victoria Cortés Rodríguez, Secretaria Ejecutiva de las Iglesias Luteranas de Centroamérica, quien además forma parte del gobierno de la Acción Conjunta de las Iglesias, con sede en Ginebra:

«Para mí ha sido muy importante conocer cómo piensan las Iglesias Evangélicas y Protestantes de Cuba. Hemos podido observar cómo los evangélicos participan, y con qué entusiasmo, con una visión que puede ser diferenciada pero siempre con mucho respeto.

«Yo diría que las conferencias que se están celebrando se han llevado a cabo con una teología de avanzada. Porque hay algunas iglesias que tratan de ver a Dios en el cielo, mientras nosotros lo vemos aquí en la realidad, caminando junto a nosotros, junto al pueblo.

«Estuve en Cuba en la década de los 80, vine a diferentes congresos cristianos. Y volví en el año 2008, cuando el paso devastador de los huracanes. De la segunda vez me llamó la atención un detalle sutil pero importante: al llevar mi cruz colgada sobre el pecho, nadie la miraba como algo asombroso, extraño. Eso dice mucho de cómo piensa el pueblo cubano, de su mente abierta, de cuánto se avanzó en el tema religioso».

Diversas impresiones también se lleva consigo, y así nos lo hizo saber, el noruego Olav Fykse Tveit, Secretario General del Consejo Mundial de Iglesias radicado en Ginebra, quien ha acompañado a los cubanos en causas como la defensa de los Cinco compatriotas (él escribió una carta dirigida al presidente Obama, en favor de esos luchadores contra el terrorismo).

«El Consejo —dijo— está ayudando a las iglesias a ver con claridad el papel que ellas están llamadas a jugar en la sociedad socialista cubana. Me ha impresionado, además, cómo las iglesias cubanas han ido desarrollando una identidad cristiana no solo en relación con Cuba, sino también en relación con otros países vecinos que tienen otros sistemas sociales.

«Una de las cosas que he podido aprender es que las iglesias en Cuba, en este proceso revolucionario, como han estado aisladas del exterior, han tenido que desarrollar sus propias teologías de forma autónoma, auténtica, autóctona. Ellas han desarrollado un gran sentido de lucha por la vida, de cómo se puede trabajar por la supervivencia en situaciones difíciles. Han aprendido ese tipo de economía, por decirlo de algún modo, y también han desarrollado una actitud crítica frente a la economía neoliberal o de mercado».

Por el valor que entrañan, Olav hizo referencia a los temas desarrollados en la Convocatoria Ecuménica Internacional por la Paz, la cual se efectuó en Kingston, Jamaica, la pasada semana. En sentido general, el evento abordó el tema de la paz desde cuatro perspectivas.

La primera, explicó el dirigente religioso, tuvo que ver con la fragmentación de comunidades y familias. El segundo enfoque fue dedicado a la gran injusticia generada por la desigual distribución de los bienes materiales de este mundo.

La tercera mirada aludió a cómo podemos construir la paz con la Tierra, no contra ella. Y la cuarta se dedicó a la urgencia de seguir trabajando por construir una paz entre las naciones. «Nos preocupa mucho —advirtió Olav— que en muchos contextos la religión esté siendo utilizada como un arma ideológica, como pretexto para arrasar con pueblos enteros. Es una verdadera amenaza para todos los seres humanos, porque la religión debe traer, en vez de la guerra, relaciones fraternales, de amor y de esperanza».

Hacia el final de la entrevista, Olav nos comentó que, de los cubanos, un rasgo le atrae de modo especial: «el goce de todo un pueblo por la vida, a pesar o a contracorriente de toda adversidad».

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