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Prío cayó sin gloria

La FEU intentó que el Presidente destronado por el cuartelazo de Fulgencio Batista entregara armas a los estudiantes, pero esto no ocurrió. Sin gloria caía el último Gobierno constitucional de la república traicionada, nacida el 20 de mayo de 1902. La Generación del Centenario liderada por Fidel derrotaría la dictadura

Autor:

Luis Hernández Serrano

Poco después de las cinco de la mañana del 10 de marzo, el presidente Carlos Prío llegó al Palacio Presidencial que había habitado durante tres años y medio. Lo acompañaban uno de sus ayudantes, el teniente Rafael Izquierdo, y el subsecretario de Educación, Luis Gustavo Fernández. Y se trasladó hacia al tercer piso.

Vestía pantalones oscuros, calzaba zapatos negros y sobre una camisa deportiva llevaba un suéter verde olivo. Lo esperaban amigos, ministros y jefes militares.

René Fiallo, del Estado Mayor de la Marina, le sugirió ir a una de las provincias leales y resistir allí hasta el final. «El pueblo te seguirá en la defensa de la legalidad», le dijo.

Evelio Rodríguez Ortega, director de la oficina de Prensa y Publicidad del Palacio, anunció la insistencia de los periodistas en ser recibidos. Se optó por redactar primero unas declaraciones. El lamentable estado de ánimo de Prío se reflejó enseguida al acoger a la prensa con una insólita pregunta: «¿Tienen alguna noticia que darme?»… «Ninguna, Presidente, venimos a que usted nos la dé», respondió uno por todos… «Bueno, aquí tienen lo que les puedo decir», comentó y entregó el texto de las declaraciones.

El presidente de la FEU, Álvaro Barba, en compañía de Fructuoso Rodríguez, José Antonio Echeverría y otros jóvenes no querían perder tiempo, sino discutir la forma de organizar la resistencia armada al golpe de Fulgencio Batista. Se lo dijeron a Prío y precisaron: «En la Universidad no hay armas. Es necesario que se distribuyan a los estudiantes para defender el poder constituido. Queremos sinceramente luchar».

Prío ordena a Diego Vicente Tejera: «Gestiona el envío a la Universidad de un cargamento de armas». Y dio por terminada la reunión, aunque quedó en el aire una pregunta: ¿de dónde iban a sacar tal cargamento de armas, si todas las guarniciones militares estaban en manos de los golpistas?

Los dirigentes estudiantiles marcharon hacia la Colina universitaria, a la que arribaban ya centenares de estudiantes y trabajadores.

Una hora después una columna de tanques procedente de Columbia, bajo el mando del capitán Miguel Álvarez de la Noval, enfiló desde Malecón hacia la Avenida de las Misiones con sus cañones desenfundados. Enseguida se vieron ondear varias sábanas blancas —no en los balcones de La Habana Vieja— sino en las ventanas del Palacio, que se rendía. Había caído el último Gobierno constitucional de la república traicionada, nacida el 20 de mayo de 1902.

Luego de un montón de horas de indecisión, a Prío se le iluminó el rostro con una idea: ¡buscar asilo en una Embajada! A la una de la madrugada del martes 11 de marzo, 22 horas después del cuartelazo, llegó al viejo caserón de Línea y A, en el Vedado, donde radicaba la sede diplomática mexicana. De esta manera humillante y sin gloria finalizaba inconcluso el período de «cordialidad», el bochornoso segundo Gobierno auténtico. Tres días después (el 14 de marzo) tomaba Prío el avión rumbo a México. Una semana más tarde ya estaría alojado en Estados Unidos.

Fuentes: El Grito del Moncada, Mario Mencía, p.p. 69,70,71,73,74,75,76 y 78. Tomo I, Editora Política, La Habana, 1986 y sección En Cuba, de Bohemia (1952).

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