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Los monos fugitivos (+ Fotos)

Con la captura de dos de los simios verdes que escaparon de su jaula en el Zoológico Nacional en 1992, inicia un desafiante capítulo para los especialistas. Aunque hay distintas versiones, hoy son más de 20 los ejemplares que rondan el Instituto de Ecología y Sistemática, y cuantiosas son las pérdidas que reportan campesinos del lugar

Autor:

Patricia Cáceres

¡Ay, mira los monos qué lindos!, vociferan los transeúntes. ¡Cómo saben esos bichos! ¡Qué inteligentes son! ¡Vamos a darles comida! ¡Ven mono! ¡Ven!

Esta escena pudiera parecer común en cualquier zoológico de Cuba. Pero no debería ser habitual en campos de sembrados como los de la cooperativa de créditos y servicios fortalecida (CCSF) Lino Álvarez de las Mercedes, del municipio de Boyeros, que durante años ha sufrido las «travesuras» de más de una veintena de monos africanos provenientes del Zoológico Nacional.

Habichuelas, maíz, tomates, mangos, guayabas… nada parece saciar el apetito de estos primates de color dorado verdoso, bautizados con el nombre de monos verdes. Aunque temerosos y escurridizos ante la presencia humana, estos animales de origen africano han ganado terreno en áreas del Instituto de Ecología y Sistemática del Citma, colindante con el Parque Zoológico, provocando cuantiosas pérdidas en los cultivos de algunos vecinos de la comunidad.

Preocupado por el futuro de sus cosechas, y alarmado por la tardanza de la acción de las autoridades, el campesino Jorge Luis Herrera denunció la situación al diario Granma, que hizo pública la misiva el pasado 13 de septiembre en su habitual sección de Cartas a la Dirección. A los pocos días los lectores fueron testigos de la respuesta de la dirección del Parque, donde se esclarecía buena parte de los hechos.

Motivados por desentrañar aun más el misterio, JR dialogó con afectados y responsables del singular hecho que, si bien no quedará resuelto a corto plazo, al menos se prevé controlar.

La familia que «reverdece»

«En el año 1992 un cuidador dejó la puerta abierta y se le escaparon una pareja de estos monos», recordó el Doctor en Ciencias Biológicas Santos Cubillas Hernández, director de Desarrollo del Zoológico Nacional de Cuba.

«Los monos, como es lógico, estuvieron al principio cerca del área de los primates. Se intentó capturalos y no se pudo. Cada día se iban más lejos, y luego se instalaron en los terrenos del Instituto de Ecología y Sistemática. Esta es un área tranquila, con un bosque grande, frondoso, con bastantes frutas, brotes y hojas para comer», comentó el Doctor.

Según Mayra Fernández Zequeira, directora del Instituto, inmediatamente se le notificó la situación a la otrora dirección del Zoológico. La dirección respondió alegando que ya se habían hecho intentos de captura, pero como los animales habían pasado a la vida silvestre, les era muy difícil atraparlos.

Rodeados de condiciones óptimas para su reproducción, la pareja de primates no demoró en multiplicarse. En la actualidad, dos décadas después, no existe seguridad en cuanto al número de animales.

«Las personas que los ven, los vecinos, hablan de hasta 50. Nosotros creemos que la cifra puede estar entre 15, 20, quizá hasta 25. No más», afirmó Cubillas Hernández.

Pero la directora del Instituto de Ecología y Sistemática sostuvo que sus trabajadores han contabilizado unos 30 o 32.

En ese sentido, Cubillas cree que los cálculos nunca serán totalmente exactos porque estos primates son ágiles y se ocultan en la vegetación. «Además, se dividen en grupos a la hora de buscar alimentos. Si fueran todos juntos no pudieran comer», argumentó el Director de Desarrollo del Zoológico.

Una especie exótica en un hábitat llano

Carlos A. Mancina, especialista en mamíferos del Instituto de Ecología y Sistemática, explicó a este diario que el mono verde (Chlorocebus aethiops) es una especie de primate que habita en el África subsahariana. Se pueden encontrar desde Senegal y Etiopía hasta Sudáfrica, las islas de Cabo Verde, y las caribeñas de San Cristóbal y Barbados.

Los ejemplares —dijo—, pueden medir entre 40 y 60 centímetros, sin contar la cola. El pelaje es gris o amarillo verdoso, con partes inferiores blanquecinas.

La especie, junto a otras como los macacos, ha sido introducida en algunas islas del Caribe, incluida Cuba. «La introducción de especies exóticas en ecosistemas que no están preparados para ello es uno de los problemas graves para la conservación de la diversidad biológica.

«Y más en lugares como Cuba, con ecosistemas insulares muy frágiles, donde su fauna y flora evolucionaron con pocos depredadores tan agresivos como los monos», alertó.

Al decir del investigador, estos monos tienen hábitos omnívoros (que se alimentan tanto de animales como de plantas). Por tanto, en un ambiente natural, donde no predominen árboles frutales u otros cultivos, cosa que no sucede en el Instituto de Ecología y Sistemática, estos primates sobrevivirían al ingerir lagartijas, huevos de aves u otros animales, en su mayoría nativos y endémicos de la Isla.

Otra de las condiciones óptimas para su desarrollo está en que no tienen competidores o depredadores que puedan moderar su población. «A esos monos los sueltan en la Amazonia, y el primer jaguar con el que se topen se los come. Pero en Cuba no hay siquiera grandes rapaces que puedan comérselos. Por eso en un ambiente continental sería más difícil que se establezcan», precisó.

—¿Pueden estos primates convertirse en reservorio de enfermedades?

—Sí, son un reservorio potencial de enfermedades tan peligroso como cualquier perro, gato o animal callejero, o posiblemente menos. Porque los gatos y perros están en contacto directo con las personas, se meten en los barrios; pero estos monos se mantienen bastante al margen de las personas. Hoy en Cuba los gatos y perros jíbaros se consideran entre las mayores amenazas a nuestra fauna nativa.

Por otra parte, el Doctor Santos Cubillas dijo que las hembras por lo general son del tamaño de un gato, aunque los machos suelen ser más grandes y corpulentos.

—¿Es usual en su comportamiento la agresividad hacia las personas?

—Normalmente no son agresivos. Por supuesto, si tienen crías van a defenderlas si sienten alguna amenaza. Pero eso es solo si se está muy cerca de ellos. Con eso la población no debe preocuparse. No creo que sea más problemático que un perro, excepto que es más rápido».

Asedio en la guardarraya

La odisea de los monos verdes comenzó para algunos campesinos acogidos al Decreto-Ley 300, que contempla la entrega de tierras ociosas en usufructo.

«El área que me entregaron, que pertenecía al Instituto de Ecología y Sistemática, estaba en desuso, llena de marabú y altas yerbas. Cuando nos dedicamos a sembrar frutales empezó el dilema con estos animales», puntualizó Jorge Luis Herrera, el principal afectado.

«Han arrasado con el maíz, la habichuela, los plátanos no pueden pintonearse en las matas, se comen las guayabas, el mango… Tenemos cinco matas de mamey y no hemos podido obtener ninguno porque los mordisquean», agregó.

El campesino Fernando Peña Medina, también afectado, confesó que al principio no le dio importancia a la situación, hasta que comenzaron a ser evidentes las afectaciones y después comenzó a sufrirlas. «En una ocasión se metieron y me comieron una cosecha de maíz casi completa. A ellos lo que más les gusta es la mazorca cuando empieza a salir. Se la comen entera», declaró.

Otro campesino de la zona, René Cisneros Guevara, indicó que en tiempo de cosecha es cuando más «alborotados» están los tenaces primates.

«Los he visto comiendo guayabas, saliendo en manada, corriendo. Hasta 17 he contado con mazorcas en las manos. También hemos visto racimos de plátanos completos en los que se han comido la parte de adentro y han dejado las cáscaras colgando en la mata», comentó.

Jorge Eduardo Vázquez Linares, presidente de la CCSF Lino Álvarez de las Mercedes también ha descubierto in fraganti a estos animales, en plena fechoría.

«Una tarde en la que nos encontrábamos en la finca de uno de los campesinos afectados, vimos a cinco monos sentados en el muro de un puente. Uno de ellos entraba al sembrado de maíz, cogía mazorcas y se las repartía a los que estaban sentados. Como si fueran un grupo de muchachos cogiendo mangos en una finca. Se puede decir que tienen un nivel de organización avanzado».

Según el director de Desarrollo del Zoológico, Santos Cubillas, durante mucho tiempo los monos estuvieron controlados, o sea, que por lo general permanecían en los límites del Instituto de Ecología y Sistemática. Pero, a partir de algunas cazas furtivas por parte de algunos pobladores, el grupo de animales comenzó a disgregarse y conocimos que penetró en tierras del cooperativista Luís Herrera, donde encontraron condiciones para su alimentación.

¿La vista gorda?

Relata Jorge Luis Herrera que este dilema no es nuevo para las autoridades locales. Desde hace más de un año —comentó— se ha denunciado la situación ante instancias como la ANAP municipal y provincial, el Zoológico Nacional y otras.

«Se ha discutido el problema en asambleas de balance de nuestra cooperativa, se ha conversado con presidentes municipales y provinciales de la ANAP, se ha escrito al Minsap, al Gobierno municipal y a representaciones del Citma. No podemos afirmar que en todo momento ha habido evasivas por parte de ellos, pero hasta ahora no se ha concretado una solución», expresó.

Sin embargo, el directivo de Desarrollo del Zoológico, Santos Cubillas, asegura que antes de la denuncia pública de José Luis nunca habían recibido quejas por parte de la cooperativa u otros factores como la ANAP. Las demandas siempre han provenido del Instituto de Ecología y Sistemática y del cooperativista Luis Herrera, cuyas tierras colindan con el instituto.

Jorge Eduardo Vázquez Linares, presidente de la CCSF afectada, confirmó a esta reportera que en más de una asamblea de balance el campesino Jorge Luis Herrera ha comunicado su inquietud y frustración a representantes de varias autoridades.

Jorge nos dijo también que se había entrevistado con el Director del Zoológico, quien tenía conocimiento del problema, comentó.

«A partir de ahí nosotros no acometimos ningún tipo de denuncia, como cooperativa, porque partimos de la opinión de que si ya el Director del Zoológico sabía el problema, no era necesario enviar una carta por escrito explicando los detalles.

«No obstante, a raíz de la publicación en Granma, me entrevisté con el director de la empresa que nos atiende por el Ministerio de la Agricultura, y le informé la necesidad de que tengamos un intercambio con el Zoológico para encontrar una solución», sentenció.

La respuesta del Zoológico ha sido siempre hablar sobre los obstáculos para la captura, alegó Jorge Luis Herrera. «Los especialistas, a través de las diferentes direcciones que ha tenido el Zoológico, siempre nos han transmitido que estos primates son muy inteligentes, que si les ponen una trampa y cae uno, ya más ninguno va a caer», dijo.

Cuando se le ha prestado mayor atención es a raíz de la publicación en Granma. Ese mismo día nos llamaron por teléfono, muy preocupados. Posteriormente vino un especialista a vernos con un documento firmado por el compañero director general, en el cual se planteaba que se trata de una situación que se viene produciendo desde el año 1992, y que ellos están tomando las medidas pertinentes para resolverla, aseveró.

Mayra Fernández Zequeira, directora del Instituto de Ecología y Sistemática, cree que no se le ha dado la atención debida a su Instituto. «Me llama mucho la atención que la dirección del Zoológico ha estado en coordinación directa con el campesino, y a nosotros no nos han involucrado, que somos el centro donde está el problema. Creo que debe ser un esfuerzo mancomunado entre las tres partes», sugirió.

Intentos fallidos

Según reconoció el directivo del Zoológico, Santos Cubillas, desde la fuga de los monos a principios de los 90 han transitado por la institución muchas administraciones, algunas de las cuales intentaron capturarlos, y otras que no prestaron atención al asunto.

«Ahora ha recaído el peso sobre la nueva administración, que está inmersa en otros proyectos complejos como el de los animales procedentes de Namibia y el diseño de nuevas instalaciones. El tema de los monos es un problema más, que lógicamente hay que resolver», argumentó.

Eso sí —aclaró— no puede afirmarse que el Zoológico se ha quedado de brazos cruzados en los años transcurridos.

«Incluso, en el año 94 se destinó a un cuidador nuestro por tres meses para ponerles comida y vigilarlos. Cada vez que daba media vuelta algunos pobladores le sustraían los frutos y vegetales, y las estructuras se las llevaban para guardar cerdos», destacó el especialista.

—¿Qué otras condicionantes han hecho tan difícil la captura?

—Fundamentalmente la inteligencia de estos animales. Tenemos que hacerles trampas con diseños difíciles. A nosotros se nos han fugado de las jaulas porque destejen la malla. Y lo más impresionante es que el cuidador no se da cuenta. Además, el mono vigila cualquier descuido suyo; te está observando todo el tiempo para escaparse, una vez fuera está en los alrededores y el grupo que queda dentro le da comida al fugado. La captura a su vez es bastante problemática porque increíblemente los monos desde la jaula avisan al fugado sobre algún peligro; parece cosa de risa, pero es así.

«El bosque también conspira en nuestra contra. Es muy alto, con una sombra y un nivel de follaje bastante grande, que los hace muy difíciles de ver. El color del pelaje, también los ayuda a camuflarse.

«Tampoco los monos van todos los días al mismo sitio. A veces pones la trampa y pasa una semana o 15 días y no aparecen. Pueden estar por los alrededores.

«A ello se suma que es casi imposible usar sedantes, porque los monos son rápidos y los dardos no tienen la misma estabilidad de una bala. También debes apuntar a un sitio del cuerpo lejos de las zonas vitales. O sea, deben unirse puntería, habilidad, visibilidad dentro del follaje, más el costo del dardo y los sedantes; todo para capturar un solo ejemplar. Por supuesto esto no le resta importancia a la necesidad de capturarlo».

—En la respuesta del Zoológico publicada en el periódico Granma se mencionaron reportes de caza furtiva en la zona…

—Sí, algunas personas han tratado de capturarlos por iniciativa propia. Hace unos meses unos pobladores de la comunidad, afirmando que eran trabajadores del Jardín Zoológico de la Habana, pusieron unas trampas y capturaron dos o tres animales. El hurto fue visto por un vecino, que trabaja con el cooperativista que hizo la denuncia.

«Las capturas individuales hace que los grupos se disgreguen y se muevan del lugar, por lo que pueden aparecer en los patios de otros campesinos. En nuestra comunicación al periódico Gramma alertábamos obre esta cuestión, para que no se hicieran acciones individuales, porque eso iba a crear más problemas.

«Es posible que el grupo se haya fragmentado. Pero aun así se siguen manteniendo en los alrededores del Instituto de Ecología y Sistemática.

La captura

La estrategia de captura prevista por el Zoológico Nacional, con la que se espera al menos aliviar la situación, consiste en una jaula hecha de malla pirle y cabilla. Desde hace algunos días, esta se ubicó en áreas del Instituto de Ecología y Sistemática.

Ángel Cordero Sánchez, «Pachi», especialista principal del foso de los leones y diseñador de la trampa, dijo a JR que esta consta de tres metros de largo, por 1,80 de alto y 1,60 de ancho.

«La jaula tiene varias puertas de entrada con una especie de piso con un sistema de muelles. Cuando los individuos tocan el piso esta se abre, y los monos caen en el interior. Automáticamente la compuerta regresa a su posición original y los animales no pueden salir», describió Ángel.

El primer día —precisó— en el interior de la jaula se colocó como señuelo otro ejemplar de mono verde, muy dócil, y acostumbrado a la vida en cautiverio. A este se le protegió dentro de una jaula más pequeña, para evitar que sufriera lesiones.

«Los monos son muy territoriales. El individuo que nosotros colocamos jamás había sido visto por ellos, y es lógico que algunos intentaran desplazarlo de su territorio. Es ahí cuando cayeron en la trampa.

«El señuelo solamente permaneció en el lugar por un tiempo relativamente breve, para que no sufriese mucho estrés al ver que intentaban atacarlo.

«Una vez dentro, a los animales capturados se les disparó un sedante con una cerbatana, para que durmiesen y así poder manipularlos sin peligro. Tratamos de que fuese lo más rápido y lo menos traumático posible», puntualizó.

Hasta el cierre de este reportaje, habían sido capturados tres ejemplares: dos hembras y un macho, por el equipo del Parque Zoológico Nacional y algunos colaboradores. También Luis Herrera, el cooperativista, ha prestado un valioso apoyo.

Estos individuos se mantienen dentro de la jaula, para que continúen atrayendo al resto. Al parecer, el macho capturado era el jefe del grupo, el dominante.

Los especialistas esperan que los ejemplares libres que queden se disgreguen y luego se agrupen bajo el mando de otro macho. Cuando el grupo se establezca con el nuevo líder, se colocará nuevamente la jaula, con el jefe anterior dentro, para que la nueva tropa intente desplazarlo y de esta forma caiga en la trampa.

Si pasan los días y no se reportan nuevas capturas, se hará un receso de unas semanas y luego se repetirá el procedimiento.

«No pensamos que la tarea sea fácil, este proceso puede durar algún tiempo. En primera instancia debe capturarse la mayoría del grupo. Algunos individuos rechazados podrían quedar en la periferia, por lo que pueden ser más difíciles de atrapar. Es posible que estos animales no lleguen a formar después un grupo, porque son muy jóvenes, o no son líderes, y se necesitaría otra estrategia».

—¿Qué pasará con los ejemplares capturados?

—Permanecerán en el Zoológico. Quizá se seleccionen algunos para pasarlos a un zoológico provincial.

—¿Podrán adaptarse al nuevo medio?

—Sí, por supuesto. Si se pueden capturar los grupos familiares completos se adaptarían mucho mejor, porque no se rompería ninguna estructura. Si esto no pasara, lógicamente, el animal sufre más.

Ángel Cordero, cuidador del Zoológico que participa en las acciones de captura, reveló que los ejemplares de monos se mantienen muy tranquilos.

«Pensábamos que iban a estar más estresados. Nos acercamos y ni siquiera nos enseñan los dientes, que sería una conducta normal en esos casos. Incluso han comido frutas y viandas de mi mano», declaró con asombro.

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