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Ni hay un cambio imaginado a la vuelta de la esquina, ni cambia la historia por declaraciones

El presidente uruguayo José Mujica sostuvo en La Habana, durante la II Cumbre de la Celac, que la integración es un desafío profundamente cultural, y que si un propósito no prende en el corazón de los pueblos, fracasa

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Juventud Rebelde

«Ahora hemos dado un paso fantástico pero tenemos que construir la inteligencia a favor de la integración», expresó en una intervención sentida y memorable, durante la sesión final de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el presidente de Uruguay, José Mujica Cordano.

El mandatario dedicó sus primeras palabras para resaltar la larga tradición cultural de hospitalidad del pueblo cubano; y seguidamente compartió su reflexión sobre los dramas más profundos de la civilización actual, esa a la cual pertenece Nuestra América, y que implica gigantescos desafíos para una organización naciente como la Celac.

El presidente Mujica recordó que la historia es la única cosa real que podemos entrever, pues el futuro es siempre incertidumbre; aunque también, dijo, es un anhelo, es nuestra preocupación, es la lucha para ser, para ser alguien en este mundo, y serlo en el marco de nuestra época, nuestra época donde el planeta se achica.

Hablando del mundo, el Mandatario ilustró que así como los fertilizadores alimentan los buenos cultivos, también lo hacen con la maleza, y por tanto hay que ocuparse de lo que se siembra, y también de la maleza. Lo bueno va de la mano con lo malo —definió—; «no hay el mundo perfecto y anodino, hay una suma y resta».

Y en ese escenario, al decir del Presidente uruguayo, han de hacerse las cosas. Tenemos que integrarnos, exhortó, por nuestro propio desarrollo; pero desarrollo, alertó, no es solo riqueza, no es solo consumo: «desarrollo es la lucha  por la felicidad humana».

«La única cosa trascendente para cada uno de los seres humano —meditó Mujica— es la vida, la vida real y concreta; y esta no se pude esclavizar, no se puede perder, y esta es la meta de cada ser; y no puede intentarse desarrollo contra la felicidad humana, pues eso no sería desarrollo».

Sobre los dilemas y desafíos planetarios, José Mujica preguntaba sobre qué país tiene fuerzas por sí solo para enfrentar la reforestación que necesita el mundo, o qué país puede inventar un mar Caspio en medio del desierto del Sahara, qué país puede inventar un río de agua dulce. Hizo el comentario para subrayar que «la humanidad tiene que plantearse cosas de la humanidad», y que urge un programa para la humanidad entera, pues ningún país, ningún continente, pueden resolver por sí solo esos asuntos.

«De las presiones de este mundo no escapamos», alertó el Mandatario, quien sentenció que para poder tener peso en el mundo entero, los países de Nuestra América tienen que juntarse. «Es mucho lo que puede hacer el Hombre, es muchísimo si la humanidad junta fuerzas», destacó.

Y enfatizó que si la humanidad no es capaz de pensar como especie, si la humanidad sigue pensando apenas como país —y dentro de los países se sigue pensando como clase social—, entonces la civilización está condenada.

Mujica aludió a la responsabilidad que tenemos con la vida, y puso luz sobre la urgencia de vertebrar un programa de conciencia. «Hay que entender, comentó, que la integración necesita un aparato especializado, necesita sembrar una cultura, porque aquello que no está prendido en el corazón de los pueblos, es un mero acto de dirigentes». Si no cambian los pueblos, alertó, no cambia nada.

Si no hay cambios culturales, expresó el dirigente, no existirá la fortaleza para las tamañas tareas que la especie humana tiene por delante.

Se trata, aseveró, de una larga batalla: «no hay solución a la vuelta de la esquina, ni hay un cambio imaginado a la vuelta de la esquina, ni cambia la historia por declaraciones; hay que crear un enorme basamento de confianza en los pueblos, y eso significa una larga lucha en todos los frentes».

El Presidente uruguayo subrayó que la peor crisis que tiene la humanidad es de carácter político: «Esta es una civilización que nos va por delante, y nos lleva del hocico, y no podemos gobernarla». El quid de la cuestión, sugirió, es que podamos dominar eso, que lo podamos encauzar. Solo así, recordó, ha sido posible rescatar áreas perdidas, y limpiar ríos que antes eran cloacas.

Hay que juntarse para ser fuertes y así defender la vida, destacó. Y más adelante expresó que defender la vida significa poder dejar en el camino las aristas de despilfarro, de la esclavización del tiempo humano, a la par de glorificar los adelantos de la tecnología en pos del Hombre.

Los latinoamericanos, convocó Mujica, tenemos que integrarnos porque llegamos tarde a este desafío y tenemos una responsabilidad para con la vida.

Recordó el pensador que el planeta tiene límites, y que resulta inadmisible que hace mucho tiempo hombres decentes se hayan reunido en Kyoto para alertar sobre los peligros que corre el planeta, y que no hayamos hecho nada. «La ciencia nos dijo hace mucho tiempo: “paren”; pero la política fracasó», sentenció el Presidente uruguayo.

«Ahora hemos dado un paso fantástico —señaló en alusión a la Celac—; pero tenemos que construir la inteligencia a favor de la integración».

Seguidamente compartió esta idea: «Es mucho lo que hay por hacer. No nos da la vida. Si no creamos corrientes políticas, si no creamos inteligencia, si no sembramos en las cabezas de las generaciones que vendrán, viviremos tratando de remendar lo que podamos».

Mujica lamentó que una de las desgracias de la política es haberse olvidado de la filosofía: En tal sentido reflexionó: «Si el hombre no se pregunta cuál es la responsabilidad con la vida, a dónde vamos…».

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