Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Gran día para recomenzar

Irma ha tomado a Gibara como escenario para una película que nadie quisiera protagonizar

Autor:

Liudmila Peña Herrera

GIBARA, Holguín.— De la mañana a la noche, Gibara, una ciudad cautivante, casi mágica, se ha convertido en un territorio tomado por el gris.

Una lluvia tenaz y unas olas monstruosas la sacuden. Jamás —o solo en películas— había experimentado yo el temor de ser tragada por el mar. Calculo que mis colegas Aroldo (Radio Rebelde) y Germán (Granma), uno parado sobre los hombros del otro y multiplicados por dos no podrían superarlas en altura.

Irma ha tomado a Gibara como escenario para una película que nadie quisiera protagonizar. En este municipio, uno de los más bellos de la zona oriental, la amenaza del huracán obligó a más de la mitad de su población (43 610) a resguardar sus bienes y protegerse en casas de familias, vecinos, amigos, albergues y hasta en obras de protección, como la cueva La Murcielaguina, a donde llegué por primera vez, empapada hasta donde no puedo describir, para verificar, con casi todos mis sentidos, lo que provoca la fuerza de la naturaleza y la sensibilidad de la obra de la Revolución.

Al viejo Galbán, de 70 años, lo encontré tumbado junto a su perro Chexter. Habituado a este tipo de tropelaje cada vez que se avizora un huracán, el hombre descansaba tranquilamente esperando «hasta que esto pase y me pueda ir a salvo».

Una apacibilidad similar experimentaba la familia Ramírez Jerez, a quien solo perturbaban, de vez en vez, los retozos de sus tres hijos: Daniela, Michel y Keyni.

Ellos también vinieron con Voika, una perra dormilona que no se enteró de ciclones ni de entrevistas periodísticas.

«Michel, juega conmigo a las damas», interrumpe el pequeño Andy Silva, mientras converso con la familia de marras, residente en el barrio El güirito. Ellos vinieron a este sitio porque «aquí no se siente ni el viento y sabemos que saldremos con vida».

Pero si alguien se robó la simpatía de esta periodista, amante de la inocencia infantil, fue Natael, de nueve meses, quien en brazos de su madre, Eleydi Acosta, de 23 años, sonreía a la cámara y me insinuaba que lo cargase.

Miles de historias podrían contarse desde Holguín durante este 8 de septiembre, cuando Irma decidió atacar la apacible cotidianidad de nuestra gente, mientras muchos encendieron una vela, más que para iluminarse, para rendirle culto a la Caridad del Cobre e implorarle la calma de la naturaleza.

Este viernes ha sido una de esas jornadas que no son fáciles de olvidar. Por suerte, hoy es otro día, el gran día para recomenzar.

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