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El bloqueo sigue, pero ¿hasta cuándo?

Cuba presentará ante la Asamblea General de las Naciones Unidas la Resolución titulada Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos de América contra Cuba, para someterla nuevamente a votación ante la comunidad internacional

Autor:

David Rodríguez

Nuevamente, Cuba presentará ante la Asamblea General de las Naciones Unidas la Resolución titulada Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos de América contra Cuba, para someterla nuevamente a votación ante la comunidad internacional.

 Desde 1992 ha ganado anualmente el respaldo mayoritario. Por ejemplo, en los tres últimos años, 191 de los 193 estados miembros de la ONU apoyaron el proyecto de resolución. La votación de 2017 solo registró la oposición de Estados Unidos e Israel. Sin embargo, este abrumador apoyo a Cuba condenando el bloqueo de EE. UU., no ha conseguido eliminar la política genocida de la administración norteamericana hacia la Isla. Más bien todo lo contrario, observando la nueva-vieja política del actual presidente de EE. UU., Donald Trump, quien rompió la tendencia iniciada por la anterior administración de Barack Obama de eliminar progresivamente medidas absurdas, aunque fuera de manera insuficiente y limitada, y con gran parte del Congreso en contra. En este sentido, Trump ha recrudecido las sanciones, ha aumentado las prohibiciones y ha lanzado amenazas hacia la Isla y las empresas que comercian con ella, al más puro estilo de la Guerra Fría. De esta manera, el Gobierno de EE. UU. vuelve a su estrategia original, cuando el 3 de febrero de 1962, el presidente J. F. Kennedy firmó la Orden Ejecutiva Presidencial 3447, Resolución Federal 1085 del 6 del mismo mes, y que entró en vigor al día siguiente, bajo la autoridad legal de la sección 620 (a) de la Ley de Asistencia Extranjera del 4 de septiembre de 1961, estableciendo el bloqueo total económico, comercial y financiero en contra de Cuba. Todo ello para conseguir su anhelado e incumplido deseo, subvertir el orden interno de la Isla revolucionaria a través de una agresión permanente que asfixiara al pueblo cubano por hambre y necesidad, y se rebelara contra la naciente Revolución. Pero se trata de un escenario hipotético que no ha sucedido ni sucederá jamás, como ha demostrado la unidad y la firmeza del pueblo cubano en la resistencia a los efectos del bloqueo por un lado, y en la continuidad revolucionaria de los nacidos tras la generación histórica, cohesionados en torno su soberanía nacional y en la construcción de un socialismo próspero, sostenible y democrático, por otro lado.

Los daños causados al pueblo de Cuba por esta política genocida, desde hace 60 años, han sido cuantificados por un valor de más de 933.678 millones de dólares, y supone el principal obstáculo para el desarrollo del país, tal y como recordó el Presidente Cubano Miguel Díaz-Canel a través de su cuenta en Twitter recientemente, así como que «es el sistema de sanciones económicas más abarcador y prolongado que se haya aplicado jamás contra país alguno», según remarcó el mandatario cubano. Además, los propios ciudadanos y empresarios estadounidenses y de terceros países, también sufren las limitaciones del bloqueo, remarcando así su carácter extraterritorial y de violación a la soberanía nacional. Pero es el pueblo cubano quien lo sufre directamente, y así lo ha denunciado públicamente a través de su sociedad civil, sus instituciones culturales, educacionales, sanitarias y científicas, y de sus representantes políticos y empresariales. Las limitaciones que provoca son múltiples y en muchas ocasiones dramáticas. Así pues, el bloqueo sigue siendo el principal escollo en el conflicto entre Cuba y EE. UU., y jamás será posible una normalización entre los dos países si continúa esta agresión, al igual que si se mantiene ocupando un terreno en suelo ajeno, si se sigue financiando y apoyando la subversión contra el país vecino, si no se respeta la soberanía del pueblo. Y sabemos qué Gobierno ataca, como también sabemos qué pueblos y qué Gobiernos resisten. Ahora bien, ¿por qué sigue vigente esta política? ¿Por qué EE. UU. sigue aplicándolo y retoma la retórica y la práctica de la Guerra Fría? ¿Hasta cuándo se le permitirá? ¿Qué hacer para acabar con tal injusticia? ¿Quién se beneficia de la agresión a Cuba? ¿Quiénes responden a los intereses y se muestran sumisos a la extrema derecha y a la política guerrerista de Trump?

En este contexto, y con la previsible nueva condena en la ONU de esta arbitraria y hostil política de EE. UU., hay que preguntarse qué se puede hacer para conseguir eliminar totalmente el bloqueo en el tiempo más breve posible. Argumentos hay más que suficientes para la abolición inmediata y para su condena histórica y política, con la consecuente reparación por los daños ocasionados al pueblo de Cuba: de tipo jurídico (Derecho Internacional, Convención de Ginebra), de apoyos a nivel internacional (votaciones en la ONU y pronunciamientos de Gobiernos denunciando a EE. UU.), de ineficacia política (como llegó a reconocer Obama, en su lógica imperialista de subvertir el orden interno en Cuba), de violación de los derechos humanos (como consecuencia de los efectos del bloqueo que afectan a la vida diaria).

En la lucha contra el bloqueo a Cuba, tenemos la necesidad de romper otro muro: el mediático, que silencia la agresión económica, comercial y financiera, suaviza su impacto (llega a cambiar su definición como embargo), minimiza las consecuencias de la aplicación transfiriendo la responsabilidad de estas al Gobierno cubano y a su política económica planificada, y por supuesto evita el conocimiento de su origen y finalidad genocida. En este sentido, hay que trabajar por ampliar el conocimiento de la existencia del bloqueo así como de sus efectos, y en consecuencia la catalogación como injusticia universal, de política genocida. Hoy en día, nadie cuestiona la condena del Apartheid o de la guerra. Son injusticias inaceptables para los pueblos y para la comunidad internacional, excepto para aquellos que se benefician con la desigualdad y la explotación. Por tanto, hay que incluir el bloqueo de EE. UU. contra Cuba en la lista de las grandes injusticias universales, y en consecuencia movilizar a la comunidad internacional en su conjunto, sumar esfuerzos para condenar el bloqueo, realizar acciones contra la aplicación de su política y exigir su eliminación. Hay que ganar la batalla de ideas y de acción.

Desde las organizaciones y personas solidarias y amigas de Cuba, se están desarrollando diversas acciones y campañas de sensibilización para exigir a EE. UU. que elimine el bloqueo contra la Isla, prácticamente desde su implantación hace seis décadas. Pero hoy se necesita redoblar los esfuerzos, insistir hasta la eliminación total, e incluir esta reivindicación en las agendas políticas y mediáticas de todas las esferas de la sociedad. Junto a las movilizaciones en la calle, que se siguen realizando para sensibilizar a la opinión pública, hay que  comprometer a los partidos políticos y a las instituciones para que se sigan pronunciando en solidaridad con Cuba; al mundo de la cultura, a los sindicatos de clase, a las asociaciones de vecinos y los movimientos sociales diversos, a los medios de comunicación; en definitiva, a toda la población.

Por todo ello, se hace necesario sumar fuerzas para presionar al Gobierno de EE. UU. y que elimine el bloqueo, como se consiguió con el Gobierno Sudafricano para erradicar el Apartheid, o como se hace hoy en día con el régimen sionista de Israel frente al terrorismo de Estado hacia Palestina. Son causas justas que hay que asumir, para no caer en el peligroso juego de la equidistancia. Urge la acción, constante y consciente, intensa y extensa, de solidaridad con el Gobierno y el pueblo de Cuba en su demanda.

Cuba siempre nos ha demostrado que ningún enemigo es invencible. Empecemos a mover conciencias y a generar una cultura contra el bloqueo de EE. UU. contra Cuba, y veremos su eliminación más pronto que tarde. Será una modesta pero útil manera de devolver a Cuba lo que tanto nos da, sentido y razón para seguir luchando.

*Miembro de la Junta Directiva de la asociación valenciana de amistad con Cuba José Martí y miembro de honor de la Fundación Nicolás Guillén.

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