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El coronavirus les cambia la vida

Cuba será pionera en el mundo al presentar los resultados del proyecto Caracterización de la salud mental de niños y adolescentes que enfermaron de la COVID-19, investigación en curso que ha permitido realizar una evaluación sicológica profunda de ellos en beneficio de su seguimiento poscontagio y de nuevas estrategias para aplicar durante su aislamiento físico

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Ingenuamente, algunos piensan que la COVID-19 no afecta a los menores como sucede con los adultos mayores o con aquellos que, de la tercera edad o no, padecen de ciertas enfermedades. Se ha expandido, erróneamente, la creencia de que un niño o adolescente puede rebasar ese cuadro clínico de manera favorable, y pensar así no solo ignora cualquier complicación imprevista que pueda surgir sino que, además, obvia cualquier impacto en la salud mental de ese menor.

Hasta este lunes habían sido 550 los pacientes de edades pediátricas en Cuba con diagnóstico positivo al nuevo coronavirus, de ellos están de alta médica 483. No pocos menores en el país se han visto expuestos al riesgo de contraer la conocida pandemia y, teniendo en cuenta la necesidad de confirmar el contagio en ellos, han debido permanecer en centros de aislamiento e ingresar en hospitales, en caso de resultar positivos a la enfermedad.

¿Cómo asume un infante o un adolescente esas vivencias? ¿Cómo evoluciona desde el punto de vista emocional durante el confinamiento y después? ¿Cuáles son las secuelas, desde el punto de vista de su salud mental, que permanecen, aun cuando no haya sido identificado como enfermo?

En busca de respuestas, Cuba será pionera en el mundo al presentar los resultados del proyecto Caracterización de la salud mental de niños y adolescentes que enfermaron de la COVID-19, investigación en curso que ha permitido realizar una evaluación sicológica profunda de ellos en beneficio de su seguimiento poscontagio y de nuevas estrategias para aplicar durante su aislamiento físico.

Lo que buscamos

Tania Adriana Peón Valdés, jefa del Departamento de Asistencia Social, Adulto Mayor, Discapacidad, Salud Mental y Adicciones de la Dirección Provincial de Salud de La Habana, comenta a este diario que es un proyecto de alcance nacional que no termina cuando se le da el alta clínica al menor, sino que continúa durante su permanencia en su área de salud, en la que se le da el alta epidemiológica.

«La repercusión de la pandemia en los niños y adolescentes no puede restársele importancia. La vida les cambió a ellos también y eventos evidentes de ansiedad y depresión convocaron a profesionales de diferentes ramas a unirse con el objetivo de realizar un estudio lo más integral posible».

La también especialista en Siquiatría Infanto-Juvenil detalló que se realiza una entrevista siquiátrica para determinar si los pequeños tienen alguna sicopatología infantil que pueda haber aparecido al enfermarse de COVID-19 o que presentaban con anterioridad, y sea necesario abordarla.

«Además, estamos estudiando a las familias por el papel preponderante que tienen en el resultado de la salud mental del infante. Investigamos el funcionamiento familiar, sobre todo los elementos que están relacionados con la comunicación, la adaptabilidad y el desempeño de los roles dentro de la familia», detalla.

Entre los resultados vale apuntar que «durante el confinamiento en casa o en los hospitales se ha destacado el uso excesivo de tecnologías, lo que ha tributado a los juegos virtuales en móviles y computadoras, frecuentes conductas de rebeldía y voluntarismo, tristeza, aumento del apetito o inapetencia y, sobre todo, exceso de apego al familiar más cercano.

«Si sus padres resultan positivos al nuevo coronavirus, el menor debe permanecer en un centro de aislamiento siendo cuidado por otra persona, y ello acarrea el trastorno por ansiedad de separación, angustia por la posibilidad de estar enfermos y una tristeza a modo de duelo por la fractura del núcleo familiar. No se han constatado síntomas de una enfermedad siquiátrica tal cual, pero hemos registrado trastornos de pánico, fobia a la enfermedad y enuresis (incontinencia urinaria) de regresión».

En tal sentido, la especialista advierte que se evalúan las funciones ejecutivas, el impacto en el aprendizaje, la hiperactividad, la distracción, el ejercicio de la memoria… teniendo en cuenta que la colonización de las vías aéreas que hace el virus puede prolongarse hasta partes del cerebro como la corteza prefrontal, donde se rigen las conductas.

Los expertos realizan encuentros con los familiares con el objetivo de disminuir las secuelas sicológicas que puedan quedar en la vida de los pequeños. Fotos: Naturaleza Secreta

—Una vez que el menor regresa a su hogar, ¿continúa la evaluación de su salud mental?

Sí, y no solo por parte de quienes lo atendieron con anterioridad, sino también del equipo básico de trabajo de su área de salud. La evaluación debe ser responsable, seria, profunda… empleamos diferentes técnicas como las entrevistas a ellos y a la familia, los dibujos de temas libre, familiar y como reflejo de la vivencia que tuvieron de la enfermedad…

«En el caso de los adolescentes, les pedimos que, además del dibujo de tema libre, redacten una composición sobre esas vivencias. Todos los pacientes infanto-juveniles están siendo evaluados en el país, y ello arrojará importantes conclusiones al sector de la salud, pero también contribuirá a que la familia asuma conductas de mayor rigor y responsabilidad ante su cuidado, porque está en juego su bienestar físico y emocional».

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