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Imposible de pasar por alto

Autor:

Juventud Rebelde

La maestra María Elena Mendiola. Hay ocasiones en que uno no puede pasar por alto alguno de los recitales y conciertos que acontecen en el país. Este es el caso del que tuvo lugar recientemente en el teatro Amadeo Roldán, donde actuó la Orquesta de Cámara de La Habana (OCH) —fundada en 2006 por quien es su director titular, el maestro Iván del Prado—, en unión de los quintetos de viento Santa Cecilia y Ventus Habana, y las orquestas sinfónicas Nacional, la del Gran Teatro de La Habana, la de Camagüey y la de Oriente. Como protagonista absoluta, la mente aglutinadora que es la maestra María Elena Mendiola, en calidad de directora invitada.

En aquella ocasión se rindió homenaje a la memoria y el legado de maestros como Argeliers León (en el aniversario 90 de su nacimiento); José Ardévol (en el 97 del suyo), quien creara en los años 30 de la pasada centuria la legendaria Orquesta de Cámara de La Habana (la actual es de algún modo su continuidad); y Fabio Landa, a cinco años de su desaparición física. La Mendiola, conocedora de la trascendencia de estos músicos para la cultura cubana, conformó un programa donde —a veces de manera explícita y en otras sutilmente—, hiciera un recorrido por el pensamiento y la obra de estos tres ilustres.

El concierto comenzó con la Pequeña Suite Cubana (homenaje a Ravel), de Fabio Landa. En ella, la maestra ofreció una disertación de buen gusto y cubanía en las tres partes que conforman la partitura. No sabemos qué momento elegir, si la Habanera, con la que se inicia, o el Ritmo como apoteosis conclusiva; o quizá el movimiento intermedio o de transición: Afro. Cada uno de ellos será recordado por el virtuosismo y sensibilidad con que fueron abordados.

Los presentes agradecimos asimismo la presencia de los Tres Ricercari, de José Ardévol. Difícil partitura, pero María Elena, con su consabida cultura, transmitió a los buenos músicos que conforman la OCH las sutiles esencias del compositor, enfrascado en los ecos del Neoclasicismo del siglo XX, con el golpear de las sonoridades vanguardistas que también se dejaban escuchar por aquellos tiempos. En definitiva, el cubanizado español José Ardévol devino reverso de la medalla de Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla y un componente esencial de lo que aconteció en un instante irrepetible de nuestra cultura con la obra de Guillén y Tallet por una parte; el legado de artistas como Víctor Manuel, Carlos Enríquez, Amelia Peláez y Wifredo Lam y ese insoslayable redescubrimiento de la Isla por Don Fernando Ortiz. Insisto, la maestra Mendiola, desde el conocimiento adquirido, dio en la interpretación de los Tres Ricercari una clase magistral de todas estas confluencias. Nunca habíamos escuchado esta partitura como en la jornada que nos ocupa.

Después de un breve intermedio, se sumaron a la OCH los músicos antes referidos para la interpretación de Idilio de Sigfrido, de Richard Wagner, trabajo del alemán magistralmente orquestado y que la Mendiola disfrutó de modo particular, para solaz y disfrute de los presentes. Y aunque hemos caído en un rejuego cacofónico de manera deliberada, hacemos ostensible cierto regodeo sensorial de la directora que contagió primero a los músicos, y luego al público, para beneplácito de todos.

El concierto culminó con el estreno en Cuba de la Suite No. 2 de Danzas y Arias Antiguas para laúd, de Ottorino Respighi. En su interpretación, la masa orquestal tuvo el mejor momento de la velada, reafirmando que estamos frente a una directora en plena madurez y capacidad para transmitir a los instrumentistas el rigor de un estilo, el deslumbramiento de una época o la excepcionalidad de un instante sonoro. En esta Segunda suite de Respighi fueron sobresalientes los movimientos tercero: Campanae parisienses-Aria (sobre todo su aria intermedia) y el cuarto: Bergamasca, donde el ímpetu, vigor y brillantez de esa antigua aria italiana fueron cabalmente interpretados por los músicos y su directora.

Por el grado de interiorización logrado en la mencionada presentación y el poder de comunicación que existió entre el intérprete y el auditorio, el concierto dirigido recientemente por la Mendiola en el teatro Amadeo Roldán, fue, sin dudas, un hecho artístico notable.

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