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Zenaida Yanowsky: Cuba me hizo decidir por la danza

La primera bailarina del Royal Ballet de Londres confesó a JR que las experiencias que vivió en los Cuballet la marcaron para siempre

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

El 2003 fue grandioso para la formidable y bella Zenaida Yanowsky, primera bailarina del Royal Ballet. Y es que seis años atrás, fue reconocida por el Círculo Nacional de la Crítica, que reúne en Londres a unos 50 especialistas, con el estimado premio De Vallois al Logro en Danza, en la disputada categoría de Mejor bailarina, lo cual, sin dudas, le dio un vuelco a su sólida carrera.

Poco conocida por los balletómanos cubanos, en el mundo es una y otra vez elogiada por su impresionante arte. «Qué belleza, qué control muscular, que interpretación! ¡Eso sí que es danza, señores!», escriben unos, mientras el Times alaba su «extraordinaria interpretación, por su gran dramatismo como actriz, sumado a su rigurosa técnica y su evidente belleza física y de movimientos, sobre el escenario».

Hija de Anatol Yanowsky y Carmen Robles, ex integrantes del Ballet de la Ópera de Lyon, Zenaida y sus hermanos vivieron casi en los teatros, porque sus padres no podían permitirse una niñera, según ha contado. Cuando se establecieron en España y fundaron una escuela de ballet, los descendientes comenzaron a recibir clases y aprendieron a bailar. Se dice que desde pequeña se distinguió por su inteligencia, musicalidad, modestia, humor..., pero la hermosa muchacha en la que se convirtió creció un poquito más de lo que se esperaba, lo que, al parecer, demoró más de lo esperado su ascenso en el Royal, donde ingresó en 1994.

Hoy se habla de una bailarina «totalmente triunfante», después que hiciera completamente suya la Sylvia de Ashton. En lo adelante ha sido aplaudida lo mismo bailando a Twyla Tharp, William Forsythe, Mats Ek y Nacho Duato, que a Glen Tetley, Ashley Page, Jiri Kylian, Christopher Wheeldon y Kim Brandstrup, como seguramente lo será en el Gran Teatro de La Habana por los lectores de JR que ahora tienen la oportunidad de dialogar con ella en exclusiva, gracias al «milagro» del correo electrónico.

—Algunos la señalan como bailarina francesa y otros como española. ¿Cómo se ve usted?

—Aunque nací en Francia, me asocio más con la cultura española, porque toda mi familia es española, pero soy una feliz sedentaria. Me acoplo fácilmente al lugar y cultura en donde vivo. Y como bailarina me pasa igual. Me interesan los diferentes estilos e intento amoldarme a lo que bailo en el momento.

—¿Había alguna posibilidad de que Zenaida hubiera elegido otra profesión? ¿Qué la hizo decidirse definitivamente por la danza?

—Hmmm... Me considero bastante creativa... Y me interesan todos los trabajos relacionados con el mundo del arte, pero lo que definitivamente me hizo decidir por la danza fue ¡Cuba!

«Me fui con mi hermano al Cuballet durante dos veranos consecutivos, hace muchos, muchos, muchos años... Y me di cuenta de lo maravillosa que era esta profesión. Seguramente fue porque vi no solamente la escuela sino también la compañía. Porque pude apreciar el presente y el porvenir y, sobre todo, la ilusión que tenía todo el mundo».

—Se afirma que sus padres han sido su mejor escuela...

—Sin duda. Aparte de la enseñanza técnica, nos dieron una enseñanza artística que me convirtió en una bailarina muy afortunada, pues lo que aprendí con ellos me sirvió luego para enfrentar los diferentes roles que he asumido a lo largo de mi carrera.

—En el Festival de Varna (1991), obtuvo la Medalla de Plata, mientras en la Competición de Jóvenes Bailarines Europeos (1993) y en la Internacional de Ballet Jackson (1994), ganó el Oro. ¿Cree que sin esos certámenes hubiese podido desarrollar una carrera internacional?

—Participar en concursos no es hacer carrera, pero sí te ayudan a medirte en tu trabajo. Ves lo que eres y lo que te falta. Por eso compites cuando eres joven, y porque contribuyen a darte a conocer, sobre todo cuando vienes de una escuela que no tiene compañía.

—¿Qué le aportó formar parte del Ballet de la Ópera de París?

—Una enseñanza única en cuanto a estilo. Por otra parte, tener la oportunidad de ver a esos grandes bailarines constantemente cuando estás empezando, es una experiencia que no se olvida y que, por supuesto, influyó decisivamente en mi manera de bailar.

—¿Cómo se produjo su paso hacia el Royal Ballet?

—Después de hacer la competición de Jackson, audicioné en varias compañías. Sin embargo, elegí el Royal Ballet porque enseguida me sentí cómoda con la visión y trabajo de la compañía.

—Las bailarinas del Royal se distinguen por su hermosa línea. Y en su caso se asegura que su físico habría hecho las delicias de Balanchine. ¿Qué características debe tener una bailarina para ser aceptada en esa compañía?

—Sinceramente la riqueza del Royal Ballet está en la variedad de sus bailarines, que poseen un denominador común: mantienen el estilo inglés.

«No creo que haya un molde de bailarines del Royal, aunque sí se fijan en que tengas cualidades dramáticas para poder enfrentar los maravillosos ballets que han creado importantes coreógrafos como Frederick Ashton y Kenneth MacMillan».

—Siete años después, la promueven a primera bailarina (2001). ¿Tuvo que esperar demasiado tiempo para que llegara ese momento? ¿Lo esperaba?

—Esperé lo necesario. Fui escalón por escalón. Seguro que no hubiera sido lo que soy ahora, si no hubiese esperado... Me siento una bailarina completa, cómoda conmigo misma y sin complejos. Creo que en lo personal, el medido progreso de mi carrera ha sido algo positivo.

—La crítica británica la declaró como la Mejor Bailarina del año 2003. ¿Qué motivó esa selección? ¿Cambió en algo ese suceso su carrera?

—Reconozco que me sentí conmovida tras ese evento. Es importante tener un reconocimiento por todo tu trabajo. Personalmente, soy una apasionada de mi profesión, así que me hizo feliz saber que había gente a las que había hecho soñar.

—¿Qué la motivó a unirse como invitada, en diciembre de 2008, al Ballet Concierto que dirige Inaki Urlezaga? ¿Es difícil adaptarse a las compañías?

—Inaki y yo no habíamos bailado juntos desde hacía tiempo, de modo que fue una reunión muy agradable; un reencuentro de viejos amigos.

«En cuanto a las compañías, bueno... Todos somos humanos e inseguros al principio, pero una vez que conoces a la gente, estás como en casa».

—¿Cuánto ayuda bailar con un buen partenaire? ¿Le gustaría danzar acompañada por alguien en específico?

—Por suerte siempre he tenido partenaires ¡fantásticos! Así que no conozco lo que significa bailar con alguien que no te ayuda.

—¿En qué momento profesional se encuentra ahora Zenaida Yanowsky?

—Sentada en la cúspide de la montaña, admirando, respirando y digiriendo la maravillosa vista. Llena de ilusión por el futuro. Ahora solo espero que el descenso no sea muy repentino.

—Su padre guía los pasos del Gran Canaria Ballet, nacido en Las Palmas. ¿Tiene entre sus planes convertirse en una de las estrellas de esa compañía?

—Por desgracia la política puede llegar a destruir las artes y en esa isla lo ha conseguido.

«La compañía tenía planes maravillosos, con proyectos, con coreógrafos interesantísimos, pero, sobre todo, con una visión de futuro para los alumnos de la escuela: una generación de bailarines que no tendría que verse obligada a marchar al extranjero para desarrollar su sueño. Desafortunadamente la compañía ya no existe. Se disolvió hace unos meses con el “apoyo” del nuevo gobierno».

—Participó en películas relacionadas con el mundo de la danza como Duet y The Sandman. ¿Volvería a repetir la experiencia? ¿Se ve como actriz en unos años?

—¿Actriz? Me considero una actriz ahora, solo que el texto lo digo con el cuerpo. Me encantó la experiencia con la cámara y, aunque es muy diferente al teatro, volvería a hacerlo de nuevo.

—Exhibe un repertorio variado y amplio. ¿Con qué tipo de personajes se siente más cómoda?

—Sinceramente me atraen los cambios y el riesgo. Me aburro, probablemente, porque me acomodo cuando hago lo mismo todo el tiempo. Me gusta mucho desarrollar el personaje de cada obra, pero no quiero convertirme en una caricatura de mí misma.

—Casada con el cantante Simon Keenlyside, ya tiene su hijo. Normalmente las bailarinas atrasan ese importante momento. ¿Qué la hizo decidirse? ¿No temió que ese hecho podía afectarle su carrera?

—Mi carrera es parte de mi vida. Sin embargo, conseguir un balance entre mi vida personal y mi vida profesional, lograr un desarrollo mutuo, me parece muy importante. Sin duda, una aporta a la otra, y no quiero renunciar a ninguna.

«Soy de lo más feliz en mi vida personal y ahora con mi hijo me siento completa como mujer. Y ello me permite enfrentar riesgos en mi vida profesional. Con esta increíble y hermosa vivencia puedo aportar, como actriz, esas experiencias humanas a la escena».

—¿Cuándo estuvo en Cuba específicamente? ¿Qué espera de sus presentaciones en la Isla? ¿Podría adelantarnos algo de lo que interpretará en La Habana?

—Hace 20 años que no viajo hasta la Isla. Y tengo muchas ganas de volver, porque me pareció asombrosa. Bailaré A Month in the Country (Un mes en el campo), un ballet con música de Chopin, de Sir Frederick Ashton, basado en la obra escrita por Ivan Turgenev.

«A Month in the Country es una historia de amor que no gana. La vida misma. Todos hemos estado en esa posición, donde tenemos que renunciar al amor por algún que otro motivo. Para mí esta coreografía es como un diamante. Cada movimiento es esencial, mientras que Ashton es, indiscutiblemente, una de las grandes firmas inglesas.

«Espero que el público cubano acoja el ballet A Month in the Country con los brazos abiertos y como lo que es: una obra de teatro bailada. No hay ni circo ni efectos especiales. Es teatro puro y duro. ¡Una maravilla!

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