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Caracas aplaude la obra teatral Mi socio Manolo

Con esta puesta en escena el dramaturgo cubano Eugenio Hernández Espinosa vuelve sobre algunos de sus temas favoritos, y ubica a dos contradictorias criaturas en medio de un entorno que se transforma constantemente

Autor:

Osvaldo Cano

La vertiginosa y bullente capital de Venezuela vive por estos días una sustanciosa e intensa actividad teatral. La Compañía Lily Álvarez Sierra estrena Cabaret en el emblemático recinto del Teresa Carreño; una agrupación legendaria como Rajatabla recibe a un público numeroso y ávido en su sede ubicada en el antiguo Ateneo de Caracas, donde ofrece una divertida pieza de Paúl Salazar Rivas titulada Yo soy John Lennon; Dramo —colectivo que celebra sus 15 años de bregar sobre los escenarios— agasaja por igual al lugareño y al forastero con Café inmigrantes y Trigal, espectáculos firmados por Miguel Issa y Leyson Ponce, líderes del versátil grupo. Conjuntos de varios países, entre los que se incluye Cuba, intercambian gracias a un evento como Escena Nacional, que ahora se torna cosmopolita e indudablemente atractivo.

Si una puesta como Cabaret se acerca a las exigencias de una teatralidad más apegada a lo comercial, las ofertas de Rajatabla y Dramo se desmarcan por completo de esta afiliación. Cabaret, no obstante, resulta un montaje muy profesional encarado por actores versátiles con mucho oficio y que cuentan con el respaldo de una orquesta y un cuerpo de baile de muy buen nivel. Rajatabla, ensemble que fuera por años liderado por Carlos Giménez y del cual el espectador cubano ha aplaudido montajes como Bolívar y El coronel no tiene quien le escriba, apuesta esta vez por una cuerda más vinculada al realismo y a la linealidad del discurso dramático. El carisma de intérpretes como Gabriel Agüero, Rafael Marrero, Abilio Torres y Juan Carlos Rodríguez, junto a la agradable y aleccionadora trama urdida por Paúl Salazar Rivas, convierten a Yo soy John Lennon en una propuesta divertida que resulta muy bien acogida.

Entre los espectáculos que más llaman la atención ocupa un sitio de privilegio Café inmigrantes. Miguel Issa y Leyson Ponce, sus hacedores, forman un dueto que ha venido combinando con mucho acierto la danza y el teatro. A través de este maridaje realizan un recorrido ameno y profundo sobre las esencias fundacionales de su nación a partir de la nostalgia del inmigrante y su enjundiosa contribución al ser nacional. La sabia utilización de la música, el buen nivel interpretativo, un adecuado balance entre las zonas jocosas y las dramáticas, unido a la bien trenzada historia, contribuyen a que Café... resulte un montaje capaz de atrapar a un público amplio con el que dialoga con inteligencia y franqueza.

Uno de los sitios de encuentro entre creadores y público se ubica en la Plaza Morelos, donde radica la Universidad Nacional Experimental de las Artes. A la sala Horacio Peterson del alto centro docente llegó Teatro del Sol, agrupación habanera que dirige Sarah María Cruz. Mi socio Manolo, texto devenido en un clásico de la dramaturgia cubana, fue su selección. Se trata de una pieza del prominente dramaturgo Eugenio Hernández Espinosa, que no por casualidad ha llamado la atención de más de un director en los últimos tiempos.

Con Mi socio Manolo, el autor de María Antonia y Odebí de cazador vuelve sobre algunos de sus temas favoritos y ubica a dos contradictorias criaturas en medio de un entorno que se transforma constante y aceleradamente. Cheo y Manolo son víctimas de un orden de cosas atávico, sus conductas son hijas de los prejuicios y códigos éticos que predominaron por mucho tiempo y que contribuyeron decisivamente a modelarlos como seres humanos. A la luz de estos tiempos la contradicción entre los preceptos y tabúes que los movilizan y la propia realidad, provoca la reflexión e incluso la carcajada con la cual los condenan los receptores.

Estrenada hace algo más de un año, esta versión de Mi socio... recontextualiza la historia para facilitar la comunicación con el público. Este resulta uno de los aciertos de la propuesta dirigida por Sarah María Cruz, quien se interesa mucho más por develar las esencias de las contradicciones que acosan a los protagonistas convirtiéndolos en objetos de modelos de conducta contra los que pelean, pero a los que no logran sobreponerse. Con escasos recursos que utiliza para graficar el inmovilismo en el que se debaten estas criaturas, apelando a una banda sonora que hace constantes guiños a la platea y haciendo énfasis en la labor interpretativa, concibe un espectáculo que conquista al auditorio como lo probó el aplauso cerrado que le tributó el de Caracas.

Sin lugar a dudas la faena actoral es decisiva en Mi socio... Renecito de la Cruz es capaz de transmitir la confusión y la angustia de Manolo el aguajista. Para hacerlo se apoya en tics bien estudiados y mejor dosificados, en la denotación de los costados graciosos del personaje que va empujando la acción, todo lo cual lleva a término con organicidad y desenfado. José Ignacio León lo secunda al tiempo que pone en evidencia los lados flacos de Cheo. Ambos actores más que comprometerse con sus respectivos personajes, optan por mostrarlos, por ponerlos en tela de juicio, por hacer visibles sus defectos. Esta vocación termina por hacer que las zonas jocosas predominen sobre lo dramático.

Teatro del Sol, que llegó a esta capital acompañado del premio Mariposa, obtenido precisamente por este montaje, paseará la pieza de Hernández Espinosa por varios estados. Otros colectivos cubanos intercambian con el público venezolano. Teatro de la Luna, por ejemplo, trajo a este evento, Escena Nacional, su versión de La primera vez, texto del novel dramaturgo polaco Michal Walczak. La puesta de Raúl Martín también suscitó el interés de los espectadores locales que apreciaron el excelente desempeño interpretativo de la joven y talentosa Yordanka Ariosa. Dagoberto Gaínza y su santiaguero Teatro a dos manos recrea uno de los textos de Virgilio Piñera. La puesta en escena de Dos viejos pánicos que mereciera —hace ya más de un lustro— varios de los principales galardones del Festival de Teatro de Camagüey, sorprende y agrada en sus propios barrios al habitante de la capital de Venezuela.

En Sabana grande los artistas callejeros se adueñan de un moderno bulevar y nos regocijan con el encanto de sus estatuas vivientes. Allí un actor anónimo encarna con precisión milimétrica al típico campesino. Llama la atención su concentración, la minuciosidad con que fueron escogidos los detalles de su atuendo y la pátina de barro que termina por transfigurarlo en una sugerente estatua llena de vida. Un sentimiento profundo e intenso anima su mirada, hay mucho mundo interior en este intérprete que con la más abrumadora de las modestias no incluye su nombre en el cartel que anuncia su performance. Mimos y malabaristas acaparan la atención del transeúnte a la entrada de un opulento centro comercial. En barrios, parques y bulevares, las diferentes modalidades teatrales deleitan al más variopinto auditorio. Caracas es una inmensa plaza teatral cuyo sabio público sabe discernir y decidir a dónde enrumbar sus pasos.

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