Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Días de radio

Autor:

Julio Martínez Molina

La vida, que enlaza etapas como letras un scrabble, me ha conducido por efecto de un infeliz incidente ciclístico a esa cama de convaleciente donde por lo general el dolido tiene a su lado la radio compañera; y así me hizo rememorar mi primera juventud de onda corta, larga y FM.

¡Cosa curiosa! El escenario del dial no cambió mucho en los últimos tiempos en el panorama insular. Pese a lo ganado en profesionalidad, amenidad, servicio social, intencionalidad ideológica, queda aún bastante por conseguir en el planeta sonoro de cabinas y micrófonos.

El cuadro pinta bien —creo—, en el interés plural de una empatía no enfocada solamente en un receptor despreocupado o corriente sino en una panoplia de receptores con diversidad de gustos o demandas; en empaque sonoro; en sentido de actualidad informativa o musical...

Sin embargo, hace aguas en el sentido del equilibrio de no pocos guiones que cubren un perfil general que va desde las revistas variadas hasta los espacios juveniles; desde los programas de facilitación social hasta los temáticos (científicos, culturales, culinarios).

El copyright o derecho de autor es una palabra maldita en no pocos de ellos. Resulta increíble cómo son repetidas —al calco— informaciones tomadas de las páginas web de diferentes medios internacionales, sin la mínima alusión a las fuentes: lo primero que te enseñan no más pisar una escuela de Periodismo.

Trabajar con la información, o a partir de ella, es una asignatura pendiente para algunos libretistas radiales.

Misión nada fútil, en contra de lo que pudiera pensarse. No en balde varias cadenas de peso en el contexto informativo mundial como la BBC y otras han decidido contratar, de ahora en lo adelante, solamente a conductores que hayan estudiado Periodismo.

Con esto quisiera recordar que cuando se va a informar deben tenerse en cuenta, cuando menos, los rudimentos mínimos de la comunicación.

En verdad, lo de la mención de la fuente sería peccata minuta en comparación con la poca eficacia de ciertos presentadores, su orfandad valorativa, la ausencia de foco narrativo de determinados guiones.

Narrativo digo porque el oficio comunicativo también lo exige; tanto como la necesidad irrecusable de veracidad, solidez y juicio crítico en los planteamientos.

Juicios que escasean en espacios que tienden a la reproducción factual, en desmedro del análisis o el cuestionamiento de ciertos datos dados por las cadenas universales de la información y los consorcios del entretenimiento, como verdades incuestionables.

En fecha reciente, el maestro Cintio Vitier ha dicho que es solo el conocimiento general «el que puede inmunizarnos contra la venenosa marea de banalización y hedonismo que atraviesa los indetenibles medios de comunicación masiva».

Quien se pare frente a un micrófono —no importa el perfil, horario o la radioemisora que fuera—, debe estar pertrechado del conocimiento básico que le haga poner ojo avizor ante la sobrevaloración o la ingenuidad en los criterios culturales: inocencia castigada por los verdugos.

A algunas radioestaciones las lastra la ausencia en su nómina de colaboradores o especialistas en las diferentes materias, que existen en cada uno de los territorios.

Abundan también los programas que muerden su cola y son muñón de sí mismos. Ya no tienen nada qué decir, se cumplió su ciclo vital. Mas, por arte de birlibirloque, continúan en el aire.

La ingravidez del leitmotiv en los tópicos tratados se hace evidente en ocasiones. No es extraño que un espacio de interés social, con entrevistados que son (o deben ser) agentes sociales de cierta magnitud en sus respectivos campos dedique, por ejemplo, una hora a hablar de una peña de quimbumbia que solo conocen sus promotores.

Tal como lo cuento lo oí. Y mucho más; si bien por razón de nuestro infortunio histórico —el espacio— no me es dable abundar.

Del viejo Woody Allen he parafraseado el título de este comentario, aunque renuncié a su ironía en aras de la más clara objetividad, pese a que mis días de radio no fueron precisamente de vinos y rosas.

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