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Mucho con demasiado

Hay absurdos indefendibles, por más que se quieran justificar. Bien lo sabe Jaime E. Santana (Asunción 28, entre Teresa Blanco y Juan Alonso, Luyanó, La Habana), quien no tendrá el récord pero sí un buen average en los sufrimientos de trámites: lleva ya un año intentando obtener infructuosamente el título de propiedad de su casa, ante la Dirección Municipal de la Vivienda en Diez de Octubre.

Por graves situaciones familiares, a Jaime y a su esposa les urge permutar la casa, y para ello requieren del título de propiedad. En consecuencia, el 4 de junio de 2010 pidió el debido documento y creyó en el comprobante que le entregaron, el cual decía que podía recoger lo solicitado en un plazo de 30 días hábiles.

Vencido el plazo, y dando un margen adicional, él acudió a principios de agosto de 2010 a Vivienda municipal a recoger la certificación. Comenzó la historia de las dilaciones: no estaba listo, pues tenían dificultades con el personal de archivos, falta de capacidad para mecanografiar los documentos, y otros etcéteras. Le instaron a que retornara en 15 días, pues ya estaría listo el anhelado papel.

«Puedo decirle —consigna Jaime— que a partir de esa fecha he estado asistiendo periódicamente cada dos o tres semanas, y en cada oportunidad he recibido semejante respuesta, unida a otras: se ha sustituido al personal anterior por situaciones ocurridas,   la red de computadoras está caída hace tres semanas, las computadoras están rotas y no se arreglan... y otro conjunto de justificaciones y razones de las cuales yo, como solicitante del servicio que ellos deben brindar, no soy responsable. Por demás, dentro de la ética del servicio, pienso que estas razones no deben tan siquiera trascender al cliente».

Para colmo, asegura, en todo el mes de noviembre de 2010 el Departamento de Archivos cerró sus servicios, no recibió nuevas solicitudes ni tramitó las que estaban en curso, con el objetivo de poner al día los atrasos existentes. Sin embargo, después de noviembre todo sigue igual.

Jaime asegura haber ido más de 20 veces en un año a Vivienda municipal. Y palpa que su drama es parte del de muchos más, pues allí se acumulan cientos de personas, que van a realizar gran diversidad de gestiones. Y sí le llama la atención que Archivo solo atiende al público los viernes.

No puedo dejar de comentar —refiere Jaime— que las justificaciones esgrimidas pasan a veces por negligencias e incumplimientos de las obligaciones de funcionarios, cuya función en definitiva, por la cual reciben sus salarios, es velar precisamente por que hechos de este tipo y naturaleza no ocurran.

Una entidad que se respete, por razones éticas, no puede mostrar estas fisuras en su sistema organizativo y tampoco esgrimirlas como banderas de forma pública. Lo único que demuestra así es una total falta de control y exigencia…

Agrega que «en estos momentos continúo tan desorientado como cuando inicié este sencillo trámite, que a la luz de la racionalidad puede ser cumplimentado en horas, tal vez días, pero en modo alguno un año. Por no poseer ese documento no he podido formular las propuestas de permuta que he tenido en este período. Y lo más preocupante es que sigo en la incertidumbre de por cuánto tiempo más deberé estar a merced de esta situación».

Ahora, en el mejor de los casos, podrá resolverse la situación de Jaime, entre tantas historias infaustas de trámites de Vivienda en el país que pueden reflejarse en esta columna. Ahora, incluso, puede llegar una respuesta, asegurando que todo se cerró con broche de oro y ya el hombre tiene su título de propiedad.

Pero sería solo una victoria pírrica y fragmentada, mientras no se ataque de raíz un mal tan viejo y tan incrustado en nuestras vidas, que ya no da más, por el maridaje entre la desorganización, el burocratismo y la insensibilidad.

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