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Risler se le escapó a la muerte

El pequeño villaclareño fue a parar al vacío por la caja de la escalera mientras se deslizaba jugando

Autor:

Nelson García Santos

SANTA CLARA, Villa Clara.— En medio del aguacero, Risler Pérez Rodríguez, de 11 años, se deslizaba jugando por el suelo mojado, entre su apartamento del cuarto piso y el que está enfrente; pero, súbitamente, fue a parar al vacío por la caja de la escalera.

Erma Pedraza Castillo sintió un estruendo. «Pensé que alguien había chocado con la puerta de mi casa, y cuando abrí, un señor me dijo: “Este niño se cayó de allá arriba”.

«Estaba inmóvil. Entonces atiné a preguntarle, para ver si estaba consciente: “¿De dónde te caíste?”. No habló, solo levantó la mano mostrando cuatro de sus dedos».

Cuenta que de inmediato lo acostó allí donde había caído, mientras le decía que no se moviera, pues iría a buscar una toalla para secarlo y abrigarlo, porque temblaba. Después llamó por teléfono a la abuela de aquel. «Estaba como aturdida. Y le dije “de ramplón”: “Tu niño se cayó por el hueco de la escalera”».

«Casi convulsioné, bajé los cuatro pisos, corriendo y gritando, en un santiamén», confiesa Amalia Garcés mientras aprieta contra su cuerpo a Risler. Aunque el niño estaba consciente seguí como loca, pensaba que tendría fracturas por todas partes o que podía estar reventado por dentro.

A ella le pareció una eternidad el viaje hasta el hospital pediátrico José Luis Miranda, de esta ciudad, distante unos cinco kilómetros desde su reparto Ciro Redondo, popularmente conocido como Manuelita, porque, precisa, «me agobiaba la incertidumbre de que se nos desvaneciera».

Yanisel Rodríguez Garcés, la madre, evocó que en medio de la angustia por lo que podría sobrevenir, nunca olvidará el esmero y la rapidez con que el personal médico y paramédico atendió a su hijo. «Le hicieron de todo. Y qué alegría cuando nos comunicaron que no había fracturas, que lo dejarían en observación hasta el siguiente día».

Solamente un ojo morado y un yeso en un brazo descubren que algo le ocurrió a Risler Pérez Rodríguez. Evité recordarle el mal momento, y solo le pedí hacerle unas fotos. Aceptó.

Entonces, del brazo de su mamá, se aproxima a la escalera. Está silencioso con la vista clavada hacia el primer piso. De pronto se vira y empieza a contar la historia de su caída, el 16 de agosto pasado.

«Al impulsarme con los pies desde la pared para deslizarme sobre el piso, no sé de qué forma me desvié, y salí al vacío por el hueco de escalera, y el mismo impulso que llevaba me hizo chocar con la parte interior de la baranda; pero seguí cayendo. Recuerdo que pude agarrarme con las manos del descanso, entre el segundo y el tercer piso, solo un momento, porque resbalé y caí definitivamente».

Sin duda, el hecho de chocar durante la bajada, e incluso, de poder aferrarse al quicio de cemento, amortiguó el descenso, porque si hubiera sido totalmente vertical, la velocidad alcanzada hubiera sido superior y, en consecuencia, con un impacto mayor sobre el piso.

Ahora solo siente dolor en todos los huesos, que va cediendo. Además, Risler Pérez es un niño para respetar. Dice su abuela que en toda esta tragedia únicamente echó una lágrima, cuando le fueron a poner un suero en el hospital infantil.

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