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En la Casa Rosada todos nos sentimos cerca

Una visita guiada por la sede del Poder Ejecutivo en Argentina permite no solo conocer detalles de su hermosa arquitectura, sino ser testigos de cómo se achican las distancias entre el pueblo y su Presidenta

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

BUENOS AIRES, Argentina.— Desde la Quinta de los Olivos, a 22 kilómetros del centro de Buenos Aires, Cristina Fernández de Kirchner sale en un helicóptero. Aterriza en el Edificio de Correos y en auto se traslada hasta la Casa Rosada, por la entrada de la calle Rivadavia. Custodiada por los granaderos, la Guardia de Honor, llega hasta el ascensor presidencial —obsequiado por Isabel de Borbón en 1910— y al llegar al tercer piso es recibida por otros guardias que la acompañan hasta su despacho Hombres y Mujeres de Mayo, en el que una foto de su padre la recibe en la entrada.

Nos parecía estar viéndola. «Es una mujer como las que están aquí, pero que lleva adelante todo un país», nos dijo Cristian Klatt, el guía que nos develó los secretos de la Casa Rosada, sede del Poder Ejecutivo en la República de Argentina, durante la visita gratis que se ofrece todos los domingos. «Queremos que conozcan este recinto, tan importante para nuestra historia, y sobre todo que descorran cualquier velo de misterio sobre él».

Y siguiendo sus pasos, nos sentimos presidentes por unos minutos, como Cristina Fernández de Kirchner. «Sí, esa es la idea, que saluden al pueblo desde aquí, desde el Balcón Presidencial, y sientan por un rato la responsabilidad que ella tiene hoy».

El recorrido dura una hora aproximadamente y a través de él podemos adentrarnos en una fascinante edificación de estilo ecléctico, emblemática de la ciudad de Buenos Aires. Para más coordenadas, está en la calle Balcarce 50, justo al frente de la Plaza de Mayo, donde antes se encontraba la Real Fortaleza de Don Juan Baltazar de Austria, construida por el gobernador Fernando Ortiz de Zárate, en 1594.

Despejemos las dudas, nos dice Cristian. Su color rosado, motivo de curiosidad para muchos, se debe a Domingo Faustino Sarmiento, quien gobernó el país entre 1868 y 1874. Según una de las leyendas que se conoce, el color se debe a su deseo de representar simbólicamente la fusión de los partidos que protagonizaron las guerras civiles de la primera mitad del siglo XIX, con la mezcla del blanco, usado por los unitarios, y el rojo de los federales. No obstante —asegura— el rosado era muy utilizado en esa época en la pintura de las edificaciones, obtenido de la combinación de la cal con grasa y sangre vacuna, y esta puede ser también una justificación válida.

A esta Casa Presidencial, declarada Monumento Histórico Nacional desde 1942, donde no falta el arte escultórico, pictórico y arquitectónico, llega una cubana, como otros, para buscar respuestas.

Entre colores y famosos

El boleto para el recorrido gratis nos es entregado en un pasillo cerca del Patio de las Palmeras, considerado el sector de oxígeno de la Casa Rosada, donde crecen retoños de aquellas primeras plantas de este tipo traídas por Sarmiento, maestro de maestros. En un salón cercano nos mira la imagen del Che de nuestro Korda, donada por el presidente cubano Raúl Castro en ocasión del Bicentenario de la Revolución de Mayo, en 2010. Desde allí bajamos las escaleras al subsuelo, hasta el Salón de Pintores y Pintura del Bicentenario, donde diversos paisajes de Benito Quinquena Martín, Fernando Fader y otros artistas argentinos nos dan la bienvenida. Con paredes azul celeste, techo blanco y bordes dorados, colores patrios de esta nación, se nos presenta como un suntuoso espacio al que accedían los presidentes en épocas pasadas por la puerta posterior a la Plaza de Mayo.

Subimos a la planta baja de la Casa por la escalera de mármol blanco Ricardo Carpiani, «pues esta tiene nombre propio en honor a quien pintara este cuadro que está en la pared, dedicado al Martín Fierro, obra de José Hernández, y también lo tienen las escaleras Francia e Italia, en rememoración a las grandes influencias arquitectónicas, junto a la inglesa, presentes en los pisos de la Casa». La Carpiani es la antesala de la sala del mismo nombre, donde un estandarte en el centro y una obra de grandes dimensiones nos muestra la realidad del gaucho, hombre de la campiña argentina que, curiosamente, llevaba botas con los dedos descubiertos para poder sujetarse de los estribos.

Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de ajuera... Esos son los versos más conocidos de la obra literaria Martín Fierro, y están ahí, en la sala, para su obligada lectura antes de dirigir nuestros pasos al salón Mujeres Argentinas. En este la Presidenta ofrece sus discursos, rodeada de instantáneas de Mercedes Sosa, Alfonsina Storni, Lola Mora, Tita Merello, Alicia Moreau, madres y abuelas de la Plaza de Mayo, Aimé Painé y Eva Duarte de Perón, entre otras mujeres que, sin distinción de profesión o ideología, abrieron el camino para las féminas en el ámbito de la cultura y de la sociedad en general.

«No es casual que sea este el salón de las mujeres, pues desde esta gran ventana podemos ver aquellos edificios de muchos cristales, pertenecientes a la localidad de Puerto Madero, donde cada calle tiene nombre de mujer». Desde allí, siguiendo la línea de una alfombra de plástico que sirve de protección a los pisos de madera, llegamos al pasillo de la Galería de los Ídolos Populares, donde Fangio, Gardel, Mafalda, Maradona, Tato Bores, Messi y otros ocupan el espacio destinado a homenajear a aquellos deportistas, cantantes, escritores, personajes clásicos y gente humilde como la difunta Correa* —que murió de sed—, quienes distinguen a este país.

Esta galería, al igual que el Salón de los Científicos Argentinos y aquel destinado a Eva Duarte de Perón, con su vestido rojo de lunares blancos —allí descubrimos muchas de sus fotos más conocidas, algunas tomadas cuando les hablaba a los «descamisados», trabajadores que eran seguidores de Juan Domingo Perón—, fue inaugurada durante el mandato de Cristina, momento en el que también se desarrolló un arduo proceso de restauración de la Casa Rosada.

Con el de los científicos se rinde homenaje al doctor Carlos Saavedra Lamas, primer ciudadano argentino y latinoamericano que recibió el Premio Nobel de la Paz por su actuación diplomática.

Y llegamos al Salón Blanco —explica el guía—, y aunque el color de sus paredes habla por sí solo, las más de 400 lamparillas que están encendidas en sus 24 columnas y en la lámpara que cuelga del techo pueden llegar a encandilarnos un poco. «Aquí se realizan los actos de mayor trascendencia, como el de la recepción, por parte de cada presidente, de la Banda y el Bastón Presidencial, y también las ceremonias del juramento de los ministros y secretarios de Estado. Es un sitio de honor».

En el techo, una pintura del italiano Luis de Servi rememora momentos claves de la historia argentina, como lo fueron la Revolución de Mayo, en 1810, y la Declaración de la Independencia, seis años después.

No sería justo recorrer la Casa Rosada sin escudriñar, tan rápido como se nos exige, el Despacho Presidencial. No se permiten cámaras fotográficas ni celulares encendidos, pero los ojos permiten imaginar perfectamente una rutina diaria en este espacio, relativamente pequeño, en el que tal vez se generen las ideas que luego beneficiarán al pueblo.

Antiguamente era el comedor presidencial, pero desde 1946 el local tiene la función de despacho, que es custodiado por dos granaderos cuando el Presidente se encuentra en su interior.

El Salón de los Bustos está allá —nos orienta Cristian—, y en este se encuentran representados todos los presidentes de esta nación; de plata, si han asumido el mandato durante dos períodos constitucionales. «Y aquí los dejo, con la certeza de que han conocido un lugar que nunca olvidarán».

Tiene razón el guía, a quien le agradecimos su paciencia y profesionalidad los venezolanos, bolivianos, israelíes, argentinos y cubanos que conformamos el grupo de curiosos. Disfruten su día y transiten por cada rincón de esta ciudad, nos convidó. ¿Cómo no hacerlo? Buenos Aires es una urbe que bulle, y muy cerca de allí está la Catedral Metropolitana, hacia donde vamos todos para encontrarnos con la tumba de José de San Martín, el libertador de Chile y Perú.

Después buscaremos en cada rincón un pedazo de historia y estaremos atentos, porque cualquier día de estos, mientras caminemos por esta zona, la Presidenta de Argentina puede llegar a su recinto de trabajo y el ruido de las hélices de su helicóptero nos puede avisar. Más cerca del pueblo quiero estar, ha dicho. Y así lo confirma todo el que entra a la Casa Rosada.

*Personaje mítico de Argentina y Chile. Según las leyendas, se nombró Deolinda o Dalinda Antonia Correa. Murió de sed recorriendo los desiertos de la provincia de San Juan, mientras buscaba a su marido, reclutado forzosamente hacia 1840 en la guerra entre unitarios y federales.

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