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Desde la ELAM también se construye la paz

Dos décadas de labor ininterrumpida de la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba reflejan que, como lo imaginó Fidel, sus estudiantes son, más que médicos, celosos guardianes de lo más preciado del ser humano

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Gracias, Cuba. En varios idiomas muchos jóvenes le agradecen a este país la oportunidad de cumplir un sueño. Y ser agradecidos, en cualquier cultura, es una de las mejores cualidades de un ser humano.

«¿Cómo no vamos a agradecerle a Cuba la puerta que abre al crecimiento profesional y sobre todo al enriquecimiento espiritual? ¿Cómo no decir a los cuatro vientos que la vida que logremos tener a partir de ahora se la debemos agradecer a este país y a su gente?», dicen los estudiantes de Medicina.

Y pudiera haber sido la entrevista con la colombiana Daniela Restrepo Gómez, de 23 años, la única en publicarse, como reflejo de la que cualquier estudiante de los casi 30 000 de más de cien países de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), hubiera ofrecido.

«La ELAM es como el espacio ideal para un laboratorio social, porque nos encontramos estudiantes de muchos países y de diferentes sectores. Aprendemos que ni el idioma ni las diferencias culturales son una barrera para construir juntos un mundo mejor».

Hoy Daniela, presidenta del Comité Ejecutivo Estudiantil, recuerda el combate con la nostalgia al llegar a la Mayor de las Antillas y tener que adaptarse a estar lejos de su familia. Lloró muchas veces en medio de las videollamadas con su madre, «pero ahora extraño a Cuba y a mis amigos de Cuba cuando voy de vacaciones a Colombia. Es que, poco a poco, vas haciéndote de tu lugar».

Su coterráneo Rubén Darío Gómez, de 39 años, asevera que «Cuba es un ejemplo de cómo la solidaridad permite construir paz. No basta con dejar las armas para ganar paz, no es suficiente ni es la única manera. La paz se construye, y se logra sabiendo que miles de médicos, formados bajo principios humanistas y para hacer medicina con enfoque comunitario, pueden trabajar en diferentes latitudes; es tener la certeza de que así puede obtenerse la paz que anhelamos».

El también Secretario de Integración y Educación Política del Comité Ejecutivo de la escuela encontró en este país el cambio de vida que necesitaba. «Soy ex combatiente de las FARC-EP, en las que estuve desde los 20 años y sigo siendo militante del Partido Político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Salí del monte y retorné a la vida civil al llegar a Cuba».

Recuerda que llegó lesionado. «Tuve muchas heridas en la guerra, pero un accidente de tránsito de camino al aeropuerto para venir a Cuba fue fatal. Estuve tres semanas recuperándome y cuando arribé al país, apenas me podía sostener. Estuve un tiempo ingresado en el policlínico de la escuela y así fui conociendo a Cuba, desde el mismo sistema de salud».

Una gran familia

El panameño Javier Rodríguez Castillo, de 21 años, nunca imaginó que sus mejores amigos fueran de diferentes países de África. «La ELAM es una familia. Eso es lo primero. Luego creces como persona, y aprendes que ser un excelso médico no significa solamente tener conocimiento y diplomas y reconocimiento científico. Yo llevaba cuatro semestres de Medicina en la Universidad de Panamá y un día recibí la carta que me autorizaba a cursar la beca en Cuba, y no lo dudé. El médico que se forma en Cuba es el que necesita el mundo».

Asegura que quiere ser cirujano y estudiar la especialidad en Cuba, y quizá coincida con su amiga de Burkina Faso, Kisweridsida Lydie Yanongo, de 21 años, a quien le apasiona la neurocirugía. «Tuve la opción de estudiar en Marruecos, Argelia o en otro país más cercano al mío, pero las oportunidades no se pueden soltar y aunque venir a Cuba significaba estudiar otro idioma, alejarme bastante de los míos y enfrentarme a muchos desafíos, mi familia me apoyó y creo que tomé la mejor decisión.

«Quiero ayudar a las personas y no me interesa si gano dinero con eso o no. La vida no tiene precio. Espero ser una buena doctora, como las que he conocido aquí, que nos dan clases y son muy profesionales».

Por su parte, Tumelo Lechaka, en casi perfecto español, dice que no ha vivido experiencia mejor en sus 20 años. «Lesotho es mi casa, es mi patria de nacimiento, pero Cuba es como tener el mundo entero. El sistema de educación es interesante, nos damos cuenta del esfuerzo de los profesores por nuestro aprendizaje y aprendemos con ellos la importancia de ser humildes. Muchos son grandes doctores y para nosotros son solo “Profe”…

«El idioma fue un reto, y lo voy venciendo cada día. Otras lenguas también quiero aprender, pero sobre todo quiero ser de esos médicos que les regalan felicidad a las personas que la necesitan, y cuando me pregunten solo podré decir: Gracias a Cuba».

Los jóvenes que se forman en esta institución retornan a sus comunidades para contribuir a la sostenibilidad de sus sistemas de salud.Foto:Abel Rojas Barallobre

Es gratificante comprobar que una obra, también fruto de un sueño, se multiplica en buenas acciones. Fue el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz quien imaginó un centro docente en el que, sin incluirlo en un plan de estudios, propiciara también el aprendizaje para ser mejores seres humanos. Fue él quien pensó en crear una escuela que brindara cobijo a las aspiraciones de aquellos que, por razones económicas, se sentirían frustrados por no alcanzarlas.

«Lo más importante habrá de ser su consagración total al más noble y humano de los oficios, salvar vidas y preservar salud. Más que médicos serán celosos guardianes de lo más preciado del ser humano, apóstoles y creadores de un mundo más humano», dijo en la inauguración de la ELAM el 15 de noviembre de 1999.

Hoy, dos décadas después, en sus aulas se inicia la formación de hombres y mujeres de ciencia y de conciencia, tal y como lo soñó desde aquel día, cuando en unión de otros mandatarios y en ocasión de celebrarse en La Habana la 9na. Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, creaba esta hermosa iniciativa.

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