Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

«Camilitos»

Jóvenes estudiantes resaltan la dimensión del Señor de la Vanguardia en el aniversario 90 de su nacimiento

Autor:

Santiago Jerez Mustelier

«Esta Revolución no se detendrá ante nada, ni se detendrá ante nadie. Hasta dónde vamos se nos pregunta, y nosotros decimos que nosotros vamos con esta Revolución hasta el final».

Con solo advertir la firmeza y la sinceridad de sus miradas, los talantes erguidos, los timbres de sus voces casi maduras y hasta la postura hierática que asumieron al ver frente a ellos la Nikon (cámara fotográfica) de nuestro equipo reporteril, uno corrobora que sí, está ante un «camilito». No digo ya el uniforme pulcro, portado con minuciosa cautela, que los singulariza donde estén; tampoco la reserva en las palabras.

Stephany, Dianela, Leinier y Lester tienen 17 años,  cursan el 11no. grado y, entre las características propias de esa edad, también suman la responsabilidad y el honor por encarnar el legado de Camilo Cienfuegos, quien insistió no pocas veces en el estudio y la superación de los hombres y mujeres de las capas más humildes que se unieron al ejército, «para no contar con carneros ni inocentes soldados que defiendan al primero que se pare en una tribuna a hacerles una arenga.

«La Cuba nuestra necesita de hombres conscientes, de hombres responsables, que sepan por qué y de qué manera van a defender sus vidas, defendiendo una causa», dijo el Héroe de Yaguajay en la hoy Ciudad Escolar Libertad, a poco más de un mes del triunfo revolucionario de 1959. Esa máxima, que debe ser alerta y razón constante, es la que signa la formación de los estudiantes de las escuelas militares que en el país llevan su nombre.

Foto: Enrique González Díaz

Fundadas por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, el 23 de septiembre de 1966, el desvelo de estas instituciones es entregar a la sociedad a jóvenes bachilleres en ciencias y letras, con determinadas cualidades e inclinación por la profesión militar, poseedores de elevados valores políticos, morales y de disciplina, para fungir como oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

«En el corazón de cada digno cubano que viste el uniforme verde olivo de la Revolución, están aún las palabras de ¡Libertad o Muerte!»

Un busto señorial del hombre de bíblica barba y apostólica cabellera —como lo describiera un periodista que lo entrevistó—, en pugna con el clima y el paso del tiempo, recibe a todo el que cruza el umbral de la EMCC de Mayabeque, uno de los planteles más extensos y de mayor matrícula, hasta donde llegó Juventud Rebelde.

En una sala de historia se atesoran retratos, recortes de la prensa y otros objetos valiosos asociados a la cronología nacional. Incluso, desde allí los estudiantes pueden vibrar con una de las míticas alocuciones del comandante de la vanguardia.

Para Stephany García González, Política de su pelotón, el ejemplo de Camilo radica en su ética y en que asumió el deber como un sentido de vida permanente. En que siempre aunó, en que no vio a la victoria de enero como el hecho consumado, sino como el gran pórtico para, a partir de ahí y juntando las manos de todo el pueblo, alcanzar el verdadero triunfo de la Revolución.

Foto: Enrique González Díaz

«Desde que ingresamos nos inculcan lo más profundo de su pensamiento a través de una cátedra que perpetúa su obra. Una se enamora de su sonrisa y figura, pero también de su solidaridad, de sus valores revolucionarios, de su inteligencia y carácter, porque fue de poner el pecho ante las situaciones más difíciles», considera la joven.

Lester Alí Torres Justiz lo identifica como un cubano de inmenso corazón, un hijo genuino de su tierra natal, Diez de Octubre, de donde también es él, orgullosamente. «Supo llegar al pueblo porque fue un hombre de pueblo, humilde, muy humano, desinteresado y de una estatura revolucionaria admirable».

Fue también el rebelde de sombrero ancho quien abanderó la idea de abrir las puertas de las academias militares a la gente más sencilla y campechana, muchas de las cuales se curtieron en el compromiso y la convicción de hacer a favor del proyecto social, por entonces en ciernes.

Si algo destaco de él y de la generación del Moncada —coincide Lester— fue salvar a Martí, rescatarlo y devolverlo a la conciencia nacional, porque «sigue siendo el alma de la Revolución». Precisamente del Maestro, Camilo bebió esa hondura latinoamericanista que desprendió en sus intervenciones, cartas, discursos, pero sobre todo, en su conducta.

Y también vio en la unidad del pueblo —al igual que el Héroe Nacional— la única forma de mantener nuestras conquistas y preservar la soberanía y la libertad que no pueden ser arrebatadas porque están abonadas con la sangre de muchos cubanos dignos, cree Leinier Leyva Rivero.

Cuando le preguntan a Dianela Rojas Verdecia qué es lo que más la estremece de Camilo, dice rápidamente que su modestia, coraje y decoro, su grandeza para aglutinar y lo más importante: su lealtad. Y espeta una sentencia que a 90 años del natalicio de ese ser extraordinario se torna más lapidaria: «La Revolución le debe mucho a héroes como él».

En una EMCC hay espacio no solo para el aprendizaje docente, también la cultura, la recreación y el deporte, con la misión de ser una fragua integral de espíritu e ideas, de la que egresen muchachos y muchachas dispuestos al bien, a la defensa de lo que tenemos y engrandecemos cotidianamente.

Conscientes del peso que ocupan en la educación de los «camilitos», los profesores asumen el reto de dar clases que inspiren y hagan crecer. En sus diez años al frente de la asignatura de Español-Literatura, Regla Fernández Pérez, de 33 años, ha tenido lo que ella llama un inmenso privilegio: haber contribuido en la preparación de varias generaciones de estudiantes que han pasado por esta escuela.

Foto: Enrique González Díaz

Días antes de nuestra visita despidió en el acto de graduación a sus alumnos de 12mo. grado, a los cuales tomó mucho cariño y con los que venía desde 10mo. «Llegan con los temores y las dudas propias de su edad, por eso una los abraza desde el conocimiento, pero también con enseñanzas que les servirán para sus vidas», asegura.

Quien no lleva un día ni dos impartiendo docencia en las EMCC percibe que han ido cambiando, al ritmo de las propias condiciones del país. Ahora los estudiantes también emplean los teléfonos celulares como herramientas para incrementar sus saberes e interactuar con las realidades de la contemporaneidad.

Aquí ellos pueden desplegar sus talentos artísticos, aprovechar su tiempo libre en la práctica de diversas disciplinas deportivas, como Camilo, que era ferviente apasionado de muchas actividades del músculo; también se esparcen sanamente, porque el Comandante no dejaba de ser jaranero, bromista, carismático, intrépido, jovial, comenta la profesora Regla.

«Para detener esta Revolución cubanísima tiene que morir un pueblo entero».

Aunque el futuro más allá de los muros de la Emcc depara muchos caminos para quienes están en sus aulas, los «camilitos» disfrutan a plenitud la estancia en sus escuelas. Es una etapa inolvidable.

Quizá son las amistades que se antojan perdurables desde el comienzo, la organización, la convivencia en los albergues, la disciplina, las formaciones militares, las prácticas de infantería, los pases de revista, las experiencias que tendrán para contar, los profesores exigentes y tiernos, o hasta los amores naturales de la edad.

Así escucho a Leinier, Lester, Dianela y Stephany mientras dicen que estudiar allí es un sueño realizado, un orgullo, un compromiso grande y un sentimiento del cual ya no se apartarán jamás. «Es esforzarnos cada día un poquito más para ser como Camilo».

Referencia de las citas: Camilo Cienfuegos. Colección Vanguardia, Editorial Ocean Sur, 2018.

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