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Céspedes tiene mucho que hacer aún entre nosotros

El destacado investigador e intelectual cubano Rafael Acosta de Arriba evalúa en una de sus obras la trascendencia sociocultural de los 155 años transcurridos desde el alzamiento en Demajagua hasta hoy a través de la figura del Padre de la Patria

 

Autor:

Amado René Del Pino Estenoz

Como parte de la euforia nacional que acompañó la celebración durante 2018 y 2019 de los 150 años del inicio de las contiendas independentistas y el bicentenario del nacimiento de Carlos Manuel de Céspedes, los profesionales y usuarios de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí asistimos durante ese lapso a la conferencia brindada por el Doctor en Ciencias Históricas y Doctor en Ciencias Rafael Acosta de Arriba en el espacio Sobre una palma escrita, de Colección Cubana.

Antecedido por el recuerdo de las vibrantes y polémicas clases que nos impartiera el profe Oscar Loyola Vega en los añorados cursos de la Facultad de Historia, mi revelación no fue menor ante el verbo y la praxis erudita de Rafael Acosta puestos de manifiesto en un clásico de nuestras ciencias sociales y humanísticas: Los silencios quebrados de San Lorenzo.

Con un rigor narrativo que me hizo evocar las Vidas imaginarias de Marcel Schwob, Rafael Acosta nos ha aportado la trayectoria creativa y existencial del Padre de la Patria. Lejos de disociar su pasión por la imagen poética y la historia de las mentalidades, Rafael ha refrendado el poder fundacional de los mitos sociohistóricos en momentos definitorios de gestación de la nacionalidad como el alzamiento en Demajagua, el ataque a Yara, la toma de Bayamo y la Asamblea de Guáimaro.

Fruto de varias décadas de fervor cespedista, Rafael Acosta nos presenta en sus páginas antológicas un personaje genésico capaz de desempeñar las más diversas profesiones, de asumir los más disímiles roles familiares y sociales, y de promover con su práctica cívica los ideales más nobles de una nación. Sin disimular la mezquindad y la perfidia de determinados personajes históricos, y exaltando la épica del mambisado tanto en el ámbito bélico como sociopolítico, el autor de Los silencios quebrados... renueva sus empeños para seguir despejando las dudas del pasado.

—¿Qué elementos de la eticidad revolucionaria de Céspedes merecen ser reivindicados por el sujeto contemporáneo?

—La eticidad revolucionaria de Carlos Manuel de Céspedes la veo por la decisión de detonar la insurrección con los demás complotados contra el poder colonial español. Y durante la guerra, porque fue un incansable defensor de sus ideas patrióticas y enarboló el sacrificio personal como bandera de actuación de los mambises.

«Esos sacrificios en su caso fueron enormes: dos hijos, un hermano, su patrimonio familiar, el distanciamiento de los suyos, en fin, lo sacrificó todo, y si atendemos al agudo análisis de José Martí sobre su figura, hasta sacrificó su carácter, pues en la Asamblea de Guáimaro cedió muchas cosas en aras de lograr la unidad.

«Resumiendo, decisión en el momento de la verdad, patriotismo, sacrificio, determinación y a la vez capacidad de maniobra para lograr sus propósitos, voluntad inquebrantable hacia la consecución de los objetivos. Realmente fueron muchos los aspectos que definieron el accionar de este hombre».

—¿Cuáles han sido los principales aciertos narrativos e historiográficos del conjunto de biografías dedicadas al Padre de la Patria?

—Se han publicado un puñado de biografías de Céspedes y cada una tiene sus aciertos y sus carencias. A mi modo de ver, la carencia mayor ha estado, en todas, en que su ideario no fue estudiado como se debía.

«Literariamente creo que la de Rafael Esténger es la mejor redactada, la de Herminio Portel Vilá, la más breve, pero a la vez la que dice cosas más interesantes. La de Carlos Manuel de Céspedes y Quesada es la que más defiende al biografiado, algo que se cae por su propio peso, pues el hijo es el autor. En el plano de la literatura pura asentada sobre hechos historiográficos verídicos, pero ficción al fin, la biografía novelada o novela biográfica escrita por Evelio Traba, El camino de la desobediencia, me parece muy lograda.

«Es decir, hay alguna literatura reunida sobre la figura, sin embargo, falta una biografía académica actualizada».

—¿Qué representaron para su generación las publicaciones de Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo?

—Un ejemplo muy sólido de investigación historiográfica llevada a término. Esos tres volúmenes que acopiaron los investigadores Portuondo y Pichardo con los escritos cespedianos, y sus documentados prólogos, fueron determinantes para los estudiosos que vinieron detrás. Por lo menos para mí han sido indispensables. Sin dudas, son un paradigma.

—¿A qué atribuye la fascinación hacia la figura de Céspedes de consagrados hombres de letras de diversas épocas?

—Supongo que al hecho incontrovertible de que se trata de una figura enorme dentro de nuestra historia.

«Creo que Martí ha sido el mayor cespediano de todos, pues sus textos sobre Céspedes esclarecieron mucho a los que después siguieron el camino del 10 de octubre. Y eso teniendo en cuenta que Martí estaba realizando al mismo tiempo la labor proselitista y de unión de los cubanos. No obstante, dio con franqueza sus opiniones y defendió a Céspedes. En el Programa de Montecristi dejó bien claro que la nueva revolución era continuadora de la obra de Céspedes y los hombres del 10 de octubre. En su mente siempre estuvo la idea de levantar a Céspedes como bandera, tal era su admiración por el bayamés.

«José Lezama Lima vislumbró en el accionar de Céspedes al hombre que estaba creando una nueva tradición, cubana por completo, mientras que Cintio Vitier vio en él al baluarte del sacrificio para obtener la independencia, incluso, la eticidad revolucionaria la identificó en Agramonte y en Céspedes de manera particular.

«Eusebio Leal fue un cespedista nato y neto. Lo admiró e hizo todo lo que estuvo a su alcance para venerarlo desde el presente. Nosotros hablamos bastante sobre el tema y estoy convencido de que su frase, repetida una y otra vez, “Céspedes es la piedra angular de la historia de Cuba”, fue una convicción profunda de su ser».

—¿Qué sorpresas y satisfacciones le ha deparado el estudio sistemático durante décadas del gestor del alzamiento en Demajagua?

—Muchas. Ha sido un trabajo de casi 40 años, de búsqueda interminable en archivos y bibliotecas, de entrevistar a numerosas personas, de pedir libros del extranjero o comprarlos, en fin, de hacer una labor investigativa a fondo sobre la figura histórica y su contexto.

«Me ayudaron al inicio los principales historiadores del país —Manuel Moreno Fraginals, Julio Le Riverend, Jorge Ibarra Cuesta, Panchito Pérez Guzmán, Ramón de Armas—, incluyendo a la Dra. Pichardo, una tutora en mis primeros pasos, y Eusebio Leal, un incentivador permanente.

La visita a San Lorenzo, la cima de una montaña de la cordillera de la Sierra Maestra donde cayó peleando Céspedes, que realicé con Eusebio Leal y en cuyo acto hablamos los dos, fue muy importante para mí desde el punto de vista espiritual. Es un lugar imponente que parece guardar los momentos dramáticos que allí se desarrollaron.

«Las alegrías las recibo al ver cómo la gente compra y lee los libros y valoro su recepción. Tres libros sobre Céspedes publicados y este [Los silencios quebrados de San Lorenzo, reeditado por Boloña en 2023] con cuatro ediciones, es más que suficiente para sentirse uno satisfecho por la divulgación que he podido aportar sobre una figura que no es la más apoyada por los medios.

«Y algo fundamental, Céspedes tiene mucho que hacer todavía entre nosotros, sobre todo el Céspedes republicano, y esa convicción también es un aliciente para seguir investigando».

La presentación de esta obra el 9 de octubre, en el Palacio de los Capitanes Generales, rendirá tributo a la gesta independentista.

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