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Confusiones

José Martí no era sinónimo precisamente de esmero cuando desandaba Nueva York con su ropa raída y sus zapatos rotos, mas su limpieza estaba fuera de toda duda: no tocó un solo centavo en beneficio propio, de aquello que se había recaudado para la causa independentista

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

No hay sinonimia perfecta: una palabra no se intercambia por otra así nomás. A primera vista puede resultar similar, pero el contexto, la amplitud o estrechez de sus acepciones, el sentido profundo de la palabra, le agrega matices o la cambia completamente. Pulcro y limpio son ejemplos.

La pulcritud de una persona es esencialmente una condición exterior. La limpieza traspasa la epidermis. Hay quien se acomoda perfectamente el cabello, pero a la diástole de su pecho, solo la expande el interés material. José Martí no era sinónimo precisamente de esmero cuando desandaba Nueva York con su ropa raída y sus zapatos rotos, mas su limpieza estaba fuera de toda duda: no tocó un solo centavo en beneficio propio, de aquello que se había recaudado para la causa independentista.

Puedes entrar a un lugar con el piso pulido, con los cristales sin una empañadura, con un personal uniformado y hasta con el beneficio del aire acondicionado…  pero la mirada altanera de los que deben servirte, los ires y venires que provocan el maldito enroque de la burocracia, los caprichos convertidos en normas y el poco afán resolutivo, confirman la diferencia entre lo que se nos presenta pulcro y nada tiene de limpio. Pudiera citar ejemplos francamente deleznables.

«La belleza no está en la apariencia, sino únicamente en la verdad», apuntaba Mahatma Gandhi.

La oportunidad es la clave de un emprendedor. Responde a esta con una idea novedosa, una ejecución efectiva, una estrategia bien diseñada. Y por supuesto, cuida la calidad de su servicio, porque de esa manera está cuidando a sus clientes, que al fin y al cabo serán quienes le proporcionen las ganancias. Si esa ecuación la toma en serio, podrá hacer prosperar su negocio. Un empresario no se improvisa.

Aquel que solo ve el filón de la ganancia inmediata, que sostiene una estrategia para engañar de diferentes formas a quien acude a su prestación, que medra con la necesidad de los demás, que se desase de las personas y las transforma en «billeteras andantes», podrá tener la fachada de emprendedor; pero es, cuando menos, un oportunista.

Oportuno y oportunista son vocablos de la misma raíz, pero con frutos muy diferentes. Los oportunistas, a la larga, caen. Para que el camino sea más corto, es inexcusable la supervisión. Un control económico deficiente es la guillotina de una sociedad.

En el universo de la comunicación (hipercomunicación) de hoy, se deslizan otras confusiones. Paradójicamente, establecer una comunicación con otra persona frente a frente, se va transformando en todo un lujo. Se vive en las redes sociales, en el «planeta Zuckerberg», en la «aldea global».

Esos enlaces nos permiten rescatar viejos conocidos, acercarnos a nuevas personas, intercambiar ideas con gente que comparte algún interés común. Se ha dado en llamar «amigos» a los integrantes de esa red; pero está claro que hay cierta ligereza en esa convención: algunas veces son hermanos, y otras tantas, son más propiamente «contactos».

Un amigo verdadero, naturalmente, va más allá de un like. Un amigo es un tesoro invaluable, un tejido fino. Silvio Rodríguez lo resumió de manera magistral: «Amigo puede ser quien bien repara / en la musa o engendro que yo aporte / Amigo, sí, es también quien me soporte, / pero amigo mayor es quien me ampara».

Sobre conceptos que han aflorado recientemente, sobre ciertas palabras que repetimos con frecuencia, sobre realidades con las que convivimos, van estos breves apuntes. Sobre aquellas cosas que parecen lo mismo y no lo son.

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