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Las alas de un León

El cantor argentino León Gieco conversó con JR a propósito de la presentación de su documental Mundo Alas, en esta edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano

Autor:

Kaloian Santos Cabrera

Tenía 14 años. Mis padres, con mucho esfuerzo, pasaron varios días pintando toda la casa para recibir un nuevo año: el difícil 1996. Cuando mi cuarto estuvo listo, de madrugada y a escondidas, lo decoré con frases y versos escritos con carbón. En una parte del techo, justo arriba de mi cama, se podía leer: Qué dignidad tan grande la de creer siempre en la vida/ con solo ver una flor brotando entre las ruinas.

Esos versos, parte de la canción Mensajes del alma del argentino León Gieco, transformaron en sonrisas de consentimiento el enfado de mis queridos progenitores al ver mi travesura. Por mucho tiempo fueron esas líneas lo primero que veía cuando despertaba cada mañana.

Ahora, luego de 15 años, tengo la oportunidad de contarle la anécdota al autor de mi salvoconducto que, por casualidad, encuentro en uno de los tantos escenarios del Festival de Cine. León sonríe. Yo aprovecho los segundos de confianza para pedirle una entrevista. Y el músico argentino, sencillo e inmenso ser humano, me devuelve la estocada con su acento peculiar: «Cuando quieras, flaco. Mirá, ¿mañana en la tarde te conviene?».

Mundo alas sobrevuela Cuba

Raúl Alberto Gieco (León) nació en la zona rural de Santa Fe, una provincia del centro de Argentina. De familia pobre, comenzó a trabajar a los siete años, y cuando lo tocó la providencia de la música, sus expectativas eran irse a la capital, grabar un «disquito» para volverse famoso y retornar a su pueblo para comprarse una frutería y de ello vivir.

Han pasado más de cuatro décadas. El santafesino no solo es hoy un artista famoso sino que, aún más importante, es una de las personas más queridas en su país y otras regiones. Tiene publicados más de 40 discos, y ahora revela que para su próximo álbum va a musicalizar un poema de Ernesto Che Guevara dedicado a los mineros bolivianos. Es autor de unas 300 canciones, muchas de ellas convertidas en himnos desafiantes del tiempo y las dictaduras como Solo le pido a Dios.

No en vano para este militante de la vida, ser solidario es uno de los fines imprescindibles en su tránsito por la música. «Yo creo en la dignidad, en la humanidad, y por eso mis canciones hablan de paz, de amor, de los indígenas, de los sin tierra, de la revolución de la cultura y la educación. No sirvo para componer canciones y meter la plata en un banco de Miami. No nací para eso», expresa quien ha sabido labrar una carrera artística consecuente con sus principios a pesar de los embates de las transnacionales que pretenden globalizar la cultura.

Y así es Mundo alas, un documental realizado por Gieco junto a Fernando Molinar y Sebastián Schindel, y que ha traído para presentarlo en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Es un road movie, donde León Gieco narra una gira por varios lugares de Argentina. Es un periplo único, pues el artista acompaña a un elenco de jóvenes músicos, cantantes, bailarines y pintores con distintas discapacidades, que hablan de sus historias, inquietudes y sueños, al tiempo que muestran sus talentos innatos para el arte. El legendario cantor es el padre espiritual del proyecto y, como uno más, participa en él. De este modo León no es la estrella aquí, sino todos.

«Los chicos son grandes artistas y la película es muy feliz, divertida, dotada de un alto grado de humanidad y espiritualidad», señala el cantautor, quien, aludiendo a su más famoso tema, hoy solo le pide a Dios vida para poder continuar con acciones como esta.

Lo que en principio el creador preparó para una presentación única en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno de su país hace un par de años, hoy es un libro, un CD, una película, 12 capítulos para Encuentro, el canal estatal de Argentina, e invitaciones para actuar en España y en Canadá.

El material audiovisual llega a la capital cubana con varios premios en distintos festivales de cine. Estar en la cita habanera resulta cumplir un viejo sueño. «Teo Kofman, un amigo cineasta, hace 20 años me dijo que tenía que venir a conocer el Festival, que era diferente a todos por la sencilla razón de que se hace en Cuba. ¡Y es cierto! Me parece increíble el movimiento cultural que se genera aquí y cómo la gente colma los cines. Eso ya no se ve en el mundo».

Se declara amigo incondicional de la Isla porque «es, para los que piensan como yo, la República mimada. Es el país que nos enseña a hacer una Revolución y después soporta todos los bloqueos habidos y por haber. Es la resistencia, la lucha permanente. Tenemos que aprender mucho de Cuba».

Con especial cariño recuerda cuando vino por primera vez, en 1984, a participar en un concierto en la Plaza de la Revolución junto a Mercedes Sosa, Pablo Milanés y Chico Buarque, ante 200 000 personas. Desde entonces sus visitas son frecuentes.

«Cuando joven me llegaron las canciones de Benny Moré, y a los 18, con los amigos, intercambiaba casetes de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés envueltos en periódicos. Fue en los 70, cuando comenzaba la dictadura. Era subversivo tener las canciones de Silvio y Pablo. Si te atrapaban te metían preso».

En 1976 sus canciones eran entonces las prohibidas. Tuvo que exiliarse porque estaba amenazado de muerte y no volvió a su patria hasta 1983, con la restauración de la democracia. Un año después Silvio y Pablo ofrecieron en Argentina célebres conciertos e invitaron a algunos de sus colegas gauchos vedados cuando la dictadura a compartir el escenario. Entre ellos estaba León Gieco:

«Fueron varias presentaciones en un estadio para 5 000 personas. Siempre repleto. Silvio y Pablo no podían parar porque la gente pedía más y más. Esos conciertos los recuerdo como un desquite absoluto, porque al mirar tantas personas congregadas para verlos, pensaba: “Hay que escuchar a estos tipos”. Nosotros, la juventud argentina, teníamos razón cuando nos pasábamos clandestinamente aquellos casetes. De todos modos la canción se toma su revancha.

«Es estúpido creer que pueden prohibir las canciones y cortarles las alas a la juventud. La juventud siempre va a sobrevivir peleando por las cosas nuevas y la canción siempre va a estar junto a ella».

—¿Qué lo hace ser un ferviente amante de la juventud?

—Los jóvenes son inexpertos y la inexperiencia es un acto de creatividad pura. Hay que nutrirse de ustedes. Para mí es vital. Hay que entender que en realidad ningún tiempo pasado fue mejor. El tiempo que viene es el mejor.

—Ha declarado que quiere volver a tocar para los jóvenes cubanos y compartir con los nuevos trovadores...

—¡Por supuesto! Lo que realmente quiero es poder venir con los integrantes de Mundo alas para hacer una gira y pasar la película en más lugares. Que no se quede solamente en La Habana. Ya lo estoy arreglando y a lo mejor vengo en marzo o en abril. Por lo pronto me invitaron a presentar el libro (Cuento con alas) en la Feria Internacional del Libro, en febrero.

«No puede ser que hace cinco años que no venía. Los que vivimos para y por la cultura, tenemos que venir frecuentemente. Cuba es una fuente de inspiración, un reservorio absoluto de cultura. Acá respiras cultura todo el tiempo y, en el capitalismo, te llenan de “pelotudeces” y te quieren hacer creer que es cultura».

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