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Un libro en mi vida

Registrando entre mis libreros, topé con una colección de poemas del nicaragüense Ernesto Cardenal. La fecha: 1967; y la editora: Casa de las Américas, en su colección La Honda.  Fue el primer contacto de los cubanos con un libro de Cardenal publicado en Cuba

Autor:

Luis Sexto

Quiero recordar una de mis lecturas de los 20 años. Registrando entre mis libreros, topé con una colección de poemas del nicaragüense Ernesto Cardenal. La fecha: 1967; y la editora: Casa de las Américas, en su colección La Honda.  Fue el primer contacto de los cubanos con un libro de Cardenal publicado en Cuba.

Uno, por esa afición omnívora de leer, sabía quién era Ernesto Cardenal. Sabía de su condición de luchador antisomocista, de sacerdote católico, de monje contemplativo en un monasterio trapense en Estados Unidos. Pero nunca había leído alguno de sus poemas.

Cuando supe que la Casa de las Américas había publicado una selección del poeta de Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, lo empecé a buscar. El 11 de enero de 1968, lo compré. Pero hallé páginas que no me gustaron. Largos poemas que, a pesar de su profundidad casi mística, cansaban. Me gustaron los poemas breves de cuando Ernesto Cardenal habitaba en el monasterio cisterciense de Kentucky, la comunidad del escritor Thomas Merton. Me atrajeron los epigramas, a veces tan urticantes; me complació ese exteriorismo transformado en poesía: objetos que iban desde un basurero hasta un salón de baile colmado de colillas. Y me emocionó, sobre todo, el poema dedicado a Marilyn Monroe.

Ernesto Cardenal, que desde 1968 a la fecha ha escrito mucho más que aquellos poemas que leí en mi juventud, quizá ya no me plazca tanto como al principio. Posiblemente, el viejo sacerdote sandinista sea hoy mejor poeta. Pero yo quisiera, como en una noche reciente, reconocer que me pasaría la vida leyendo esa oración por aquella actriz rubia y triste, recién muerta por su mano, célebre y deseada en el cine.

«Señor», clama el poeta: «Señor/ recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con el nombre de Marilyn Monroe/ aunque ese no sea su verdadero nombre/ (pero tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años/ y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)/ y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje/ sin su agente de Prensa/ sin fotógrafos  y sin firmar autógrafos/ sola como un astronauta frente a la noche espacial…». Y sigue. Sigue el poema.

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