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Retratos cubanísimos de Mario Balmaseda

Mario Balmaseda, uno de los grandes actores cubanos de todos los tiempos, supo representar la expresividad y espontaneidad de sus compatriotas

Autor:

Joel del Río

Recordar los mejores personajes cinematográficos de Mario Balmaseda, uno de los grandes actores cubanos de todos los tiempos, significa la confirmación de que él se ocupó en representar la expresividad y espontaneidad de los cubanos, aunque también demostró su aptitud en papeles más épicos, y de bravura o solemnidad. Así, el actor y maestro de arte dramático podía garantizarles a los realizadores una versatilidad bastante rara en el ámbito cubano.

El primer papel estelar de Mario Balmaseda, en el cine, porque también sentó pautas en teatro y en televisión, aparece en un filme de Manuel Octavio Gómez, exactamente en Los días del agua (1971), que presenta una poblada galería de personajes en torno a la curandera famosa de Viñales. Se recuerdan, entre otros, el periodista a la caza de la noticia sensacionalista, el cura, el alcalde, el campesino ignorante y el boticario tacaño, y por supuesto el oportunista-manipulador y mitómano al que todos llaman Tony Guaracha, que Balmaseda supo interpretar a la perfección, a pesar de que su personalidad distaba años luz del mulato jacarandoso.

Balmaseda y Yolanda Cuéllar en la película De cierta manera.

Después de un puñado de filmes, llegó con rapidez la consagración en De cierta manera (1974), el único largometraje de ficción dirigido por Sara Gómez y una de las escasas películas cubanas de tema contemporáneo en los años 70. Su personaje se llama también Mario, porque la directora colocó a los actores en un singular experimento de realidad dentro de la ficción. El Mario de la película se volvió mítico, porque simbolizaba a todo un país en aquella década: se trataba de un obrero víctima de rezagos machistas y hábitos marginales, un hombre generoso y noble que se enfrenta trabajosamente con el imperativo de asumir la progresión de cambios sociales.

Después, hizo un papel secundario, un malvado medio sicópata que amenazaba con robarse la película en El brigadista (1978); encarnaba un antiguo mayoral, representante del ancienrégime, y aunque no se ve en la película, se infiere que el cabecilla reúne a un grupo de campesinos y parias  resentidos, que se sublevan contra la Revolución, en la época de la Campaña de Alfabetización y la invasión de Playa Girón, para tratar de subvertir logros como la Reforma Agraria.

Ya convertido en uno de los actores más populares de Cuba, gracias sobre todo a la serie televisiva En silencio ha tenido que ser, Balmaseda continuó su triunfal carrera cinematográfica con Se permuta (1983, Juan Carlos Tabío), en la cual le dio vida simbólicamente a los personajes más esforzados y positivos de una sociedad cuyos prejuicios pequeño burgueses y racistas están representados en el filme por Rosa Fornés. Él es un arquitecto que vive en un
solar, conoce a la jovencita que interpreta Isabel Santos, se enamoran y logra arrancarla de un matrimonio por interés con el burócrata acomodado que hacía Ramoncito Veloz.

En silencio ha tenido que ser, la popular serie televisiva en la que compartió reparto con Sergio Corrieri.

También ganó el premio Caracol de mejor actuación masculina en cine, de 1985, por La segunda hora de Esteban Zayas (1984, Manuel Pérez), uno de sus más notables papeles trágicos en tanto interpreta a un hombre que decide vivir al margen de la política, luego del fracaso de la revolución del 33, y después de la insurrección libertaria de 1959 vuelve a ser sometido a grandes presiones morales.

Al lado de reconocidos peloteros, aparece Mario Balmaseda interpretando al mánager del equipo de Industriales en el filme En tres y dos (1985) de Rolando Díaz. Su personaje era secundario, pero al igual que el protagonista, interpretado por Samuel Claxton, debe enfrentarse a los retos que provienen del inevitable declive físico, y el imperativo de ceder el espacio que les corresponde a los jóvenes.

Tal vez uno de los mayores retos de su carrera profesional llegó en el momento en que debió interpretar a Antonio Maceo, y conquistó los elogios de numerosos especialistas y de buena parte del público con Baraguá (1986, José Massip). En complicidad con el director, Balmaseda le insufla vida y presencia física al Maceo icónico, el adalid del hecho histórico conocido como La Protesta de Baraguá, en una pelícu
la que recrea, sobre todo, la entrevista con el general español Martínez Campos.

Pocos actores cubanos han tenido a su disposición un largometraje concebido, mayormente, como vehículo para su talento y el recital histriónico que significó La inútil muerte de mi socio Manolo (1990, Julio García Espinosa), con un personaje que le valió premios de actuación en Cuba y Colombia. El rencuentro entre dos amigos (el otro personaje es interpretado por Pedro Rentería) pone de relieve prejuicios, marginalidades y malestares que propician una violencia desintegradora, porque el filme, en lugar de recrearse en folclorismos machistas los criticaba demoledoramente.

Devenido ya en poseedor de un oficio y un currículo impresionantes, el actor es llamado por Enrique Colina para interpretar un personaje coprotagónico en la comedia cáustica Entre ciclones (2003). Se trata de un hombre mayor, figura paterna de una familia disfuncional, y de sus muchos prejuicios respecto a la juventud, prejuicios que afloran tanto en sus relaciones con la hija roquera, como en la abierta hostilidad en el  trato con el joven ayudante que le asignan en su trabajo de liniero.

Sin duda alguna, una de las interpretaciones más poderosas de su carrera fue la de un anciano machista, déspota y conservador en La obra del siglo (2015) de Carlos M. Quintela. En un apartamento de edificios múltiples, en la abandonada comunidad de Juraguá, conviven tres generaciones (abuelo, padre e hijo) en una familia marcada por la frustración y el desencanto. Así, su personaje se transformó en alegoría de una generación de la que aflora, y el filme lo reconoce, la decepción y el hipercriticismo. 

Entre los múltiples galardones de su fecunda carrera, se encuentran la Distinción por la Cultura Nacional, las órdenes Juan Marinello y Alejo Carpentier, el Premio Nacional de Teatro en 2006, el Premio Nacional de Televisión en 2019, y además, en marzo de 2021 le fue otorgado el Premio Nacional de Cine, gracias a algunos de los filmes que mencionamos antes.

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