Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ejercicio para una actriz que se expone

La joven actriz María Carla Guevara asumió el reto de llevar a escena el poderoso monólogo titulado Dirección Gritadero, una versión del original de Guy Foissy, que por estos días se pudo disfrutar en el centro  cultural Bertolt Brecht. Sobre los desafíos de esta puesta dialogó con Juventud Rebelde

Autor:

Lourdes Benítez Cereijo

«Yo en las mañanas preparo el desayuno, mis dos hijos se van a la escuela, mi marido y mi suegra trabajan y yo cocino todo, lavo todo, plancho todo, friego todo, organizo todo, compongo todo, luego vengo para acá y me quedo como una estatua... Luego al mediodía cojo la guagua verde y llego al Gritadero, entro a la celda acolchonada y grito. A las seis en punto de la tarde vuelvo a mi casa y lavo todo, plancho todo, friego todo, cocino todo, vuelvo a organizar todo, vuelvo a componer todo, cuando todos regresan ya yo estoy dormida, que estén o no estén ya no hace la diferencia...»

De abrumadora cotidianidad, monotonía, apatía de lo habitual, de lo cansino, nos habla el fragmento anterior, perteneciente a la obra Dirección Gritadero, una versión del original de Guy Foissy, que por estos días se pudo disfrutar en el centro cultural Bertolt Brecht. Pero también dialoga sobre resiliencia, rebeldía, sobre las ansias de romper moldes, de liberar tensiones atrapadas.

Así lo demuestra el personaje que la joven actriz María Carla Guevara asumió con asombrosa versatilidad en el unipersonal con que Estudio Teatral La Chinche sorprendió al público en esta primera temporada en escena. Un monólogo que, acertadamente, la directora de esa agrupación, Lizette Silverio, ha definido como «ejercicio para una actriz que se expone». Sobre las complejidades de la puesta y los desafíos que supuso dialogó la actriz con Juventud Rebelde.

Para tener una idea del trabajo realizado por María Carla hay que precisar que en la obra original intervienen tres personajes. Sin embargo, en esta adaptación la carga psicológica, emocional e interpretativa de ese trío se concentra en un unipersonal, lo que a todas luces constituye una faena de elevada complejidad dramatúrgica y actoral.

—Asumir esa labor fue una tarea realmente exigente. ¿Cómo llegas a la obra y a la idea de llevarla al unipersonal?

Dirección Gritadero es una obra que Lizette nos propone e inicialmente éramos tres actrices. En el grupo la leímos y nos gustó muchísimo. Comenzamos a trabajarla y luego irrumpió el distanciamiento impuesto por la COVID-19. En una de las cortas aperturas que hubo, regresamos al trabajo y ya no éramos la misma cantidad en el grupo. No teníamos claro cuánto tiempo íbamos a estar hasta que volvieran a cerrar. Entonces Lizette nos planteó hacer cosas individuales. En ese tiempo me puse a pensar en esta pieza que tanto me gustaba y se me ocurrió la idea de llevarla a monólogo.

«Se trata de tres mujeres que están en una parada esperando la guagua que las lleva a un lugar donde se va a gritar. Nos muestra un mundo distópico, en el cual solo se puede gritar en horarios determinados del día y en ese sitio específico. Estas mujeres aguardan y ese día no llega el transporte. Ellas se ponen a contar sus vivencias, su vida, cada una a la otra. Lo que hice fue unificar los relatos y concentrarlos en uno solo. ¿Por qué? Porque una persona sí puede tener varias historias de vida dentro de uno mismo, se es madre, esposa, trabajadora, mujer… Son vidas conectadas en una sola. Así conformé el monólogo y se lo propuse a Lizette, que es una directora siempre está abierta a nuevas ideas, que ofrece la libertad de crear y después te guía en el proceso».

María Carla Guevara tiene 30 años y el gusto por el arte lo desarrolló tempranamente, gracias a la afición de su familia por el cine, teatro y música. Desde niña tuvo gran facilidad para aprenderse textos largos y decirlos en público. El miedo escénico fue algo que no conoció. En las actividades escolares siguió cultivando sus habilidades, hasta que en la etapa secundaria decidió tomar el asunto con más seriedad. En noveno grado una instructora de arte le mostró un poco de las maravillas del mundo del teatro y decidió entrar a la Escuela Nacional de Arte. No pudo aprobar los exámenes de ingreso, y apostó por la escuela de instructores, donde estudió cuatro años y posteriormente obtuvo su licenciatura en ese campo.

A Estudio Teatral La Chinche llegó mediante un actor, quien la condujo hasta Lizette Silverio y en el colectivo que dirige la reconocida maestra comenzó a trabajar en 2014. Logró evaluarse en 2019 con La Prudencia, una obra de teatro del absurdo que recuerda por la exigencia y las complejidades que tenía. Todos esos precedentes le sirvieron de sustrato para enfrentarse a uno de los ejercicios más arduos de su trayectoria.

—¿Cómo te preparaste para asumir Dirección Gritadero? ¿Qué fue lo más complejo del proceso?

—Individualmente me sumergí en el esqueleto del monólogo y fui revelando escenas, las cuales fueron abriéndose completamente. Lo más difícil fue encontrar el rostro verdadero de esta mujer. ¿Quién es ella? ¿Cuál es su vida? Más allá de la obra, imaginé cómo era su día a día, la pensé desde su peso, su cansancio, su rutina. ¿Cómo sería entonces la mirada de ella en medio de sus conflictos, sus problemas? ¿Qué piensa? ¿Dónde encuentra las pequeñas felicidades de la vida? Eso fue lo que más me costó, encontrarle la voz, la esencia. Quería incluso saber cómo caminaría porque es totalmente opuesta a mí. Yo soy muy ligera, muy viva, atlética por decirlo de alguna manera. Mi intención era saberlo todo: su vestimenta, peinado, el calzado, porque en los detalles es donde está la verdad.

«Sin dudas ha sido un reto profesional para mí. El monólogo tiene características muy particulares en cuanto al enfrentamiento al público y al deseo de mantenerlo interesado durante el tiempo que dure la obra. En los unipersonales siempre le hablas al espectador. Hay que sostener la voz, el cuerpo y la subjetividad del personaje porque el trabajo físico es elevado y no se puede ver el cansancio. Esa acción de mirar a los ojos y conectar con ellos es muy exigente. Nunca antes había trabajado en un monólogo y es una suerte de batalla con uno mismo».

—¿Qué expones en este ejercicio?

—En Dirección Gritadero me dejé la piel en el escenario. La actriz se compromete completamente a través del personaje. Le puse mis sueños, deseos, sentimientos, llanto, risa… En cada ensayo o salida a escena el personaje y yo nos hicimos una. Fue una vivencia que me llenó de plenitud. Creo que esta obra es ideal para mí, que soy una actriz todavía en formación, porque me condujo a un ejercicio básico, vital, donde puse todo lo que he aprendido hasta ahora con Lizette Silverio y Estudio Teatral La Chinche.

 «Este es un grupo que funciona como si fuera una gran escuela. Hay que entrenar diariamente y se trabaja a nivel académico. Se dan talleres de actuación, clases de danza y de música. El rigor en el aprendizaje nos nutre en cada paso y ayuda a evolucionar. Eso es algo que agradezco infinitamente».

—¿Qué enseñanzas te dejó?

—Yo pusiera esta obra en la etapa más madura de mi quehacer como actriz en el grupo. En ese sentido considero que hemos madurado juntos en nuestra trayectoria. La Chinche se distingue por sus puestas en escena minimalistas y por la formación de actores, con trabajos para adultos y niños. Eso es un mérito muy grande, que se enriquece con la unión de su filosofía clásica con la realidad contemporánea.

«Por eso las enseñanzas han sido muchas: personales y profesionales. Para crear este personaje estudié a las personas, observaba sobre todo a los mayores, a quienes han vivido mucho, para encontrar puntos de contacto. Descubrí que todos somos iguales, porque esta es una obra totalmente humana, que habla de sueños y de nuestras ganas de hacer por encima de frustraciones. El discurso de esta mujer nos sirve a todos; me sirvió como ser humano, para mi futuro, para pensar en las cosas que quiero, para luchar y vivir».

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