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Juanito, el Grande

Para Juan Castro no había pitcheos malos. Cuando más enardecido estaba un duelo solía decir a los lanzadores: «tira lo que quieras, que de cogerla me encargo yo»

Autor:

Norland Rosendo

Acostado bocarriba, con los ojos perdidos en un juego de pelota que nunca fue, esperaba el final de un sereno aguacero dominical roto por algunos truenos, cuando algo oscuro se posó en mi estadio mental. Quedé dormido.

Cuando desperté, era noticia cierta lo que antes había sido solo mal augurio. Había muerto Juan Castro, un cátcher de aquel imaginario juego que va a seguir por los siglos de los siglos cubanos en la polémica popular: Juan Castro versus Ariel Pestano, nacidos ambos un 31 de enero, pero con 20 años por medio (1954 el maestro, 1974 su alumno).

Para Juanito no había pitcheos malos. Cuando más enardecido estaba un duelo solía decir a los lanzadores: «tira lo que quieras, que de cogerla me encargo yo», y con esas palabras se ahorraba probables desacuerdos con el lenguaje de señas.  

Lucía tan elegante con los arreos calzados, que en su cuerpo dicha armazón parecía un traje de gala, y su mascota era un libro con lecciones en cada hoja: de mascoteo y ética. Porque Juanito era, más que cátcher, un caballero. Amigo, hombre. El béisbol hecho arte.

Su pecho jamás fue muro para bolas de piconazo, las cogía con un gesto mágico de su mano izquierda que, cuentan, dejó a un árbitro novicio con los ojos volteados buscando la pelota cerca de la malla.

En el postgame de su vida, sabida la noticia, por flores le han lanzado elogios desde todas las esquinas, reales o virtuales, del terreno de béisbol que es Cuba, más allá, incluso, del espacio físico que ocupa en el mapa:

Jorge Fuentes (director de equipos pinareños y el Cuba): Ha fallecido la destreza, la magia, la habilidad increíble, he visto mucho béisbol pero nada se compara con ese don especial que tenía Juanito Castro detrás del home.

Rogelio García (pitcher de equipos pinareños y el Cuba): Mi hermano, me dejas solo en este duro juego de la vida. Hoy te llevas un pedazo de mi corazón, descansa en paz, siempre, pero siempre vas a ser mi receptor favorito, el mejor del mundo, el único que me decía en los momentos difíciles, tira lo que tu quieras, que yo estoy aquí.

Pedro Medina (cátcher contemporáneo): Era un amigo íntimo, un compañero a pesar de ser rivales en el terreno. Con su rendimiento extraordinario y habilidades en las manos logró darle éxitos a muchísimos lanzadores, incluso, cuando no estaban en su mejor día. Se ha ido un grande del béisbol cubano, un hombre excepcional.

Alberto Martínez (cátcher contemporáneo): Creó un sello muy particular en la receptoría. La elegancia con la que él defendía el plato no se la he visto a nadie. La maestría de Juan Castro hizo que me exigiera mucho en la defensa. Creo que me obligó a ser mejor cátcher.

Frank Camilo Morejón (cátcher actual de Industriales): Perdimos a un ícono, ejemplo, maestro, caballero, hombre, padre y amigo. Siempre estará en la mente de todos los cubanos del béisbol, la receptoría cubana está de luto.

Omar Franco (humorista, Ruperto en Vivir del Cuento): Tuve la suerte inmensa de conocer a Juan y su familia con los que compartí en ocasiones. Muchas vivencias contadas y, por supuesto algunas alrededor de ese inolvidable juego de 1986 donde aquel real jonrón de Marquetti hizo florecer la ficción de Ruperto, aquel gran juego donde tuvo el cruce con Vargas, donde Rogelio hizo un pitcheo de lujo y donde Giraldo González dio muestra de grandeza al felicitar a Marquetti. Miles de historias se lleva el gran Juan Castro: Excelente pelotero y excelente ser humano.

A los 66 años, en una nostálgica y lluviosa tarde dominical habanera, se sintió un leve mascoteo. El último de Juanito. El home plate quedó medio vacío. Murió el hombre y nació la leyenda.

 

 

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