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Obras con secuelas…

Con 84 años, Rafael de la Torre sigue esperando por que se haga justicia con su maltrecha vivienda, en Neptuno 1117, altos, entre Infanta y San Francisco, en Centro Habana, en el mismo corazón de la capital.

Relata el anciano que por negligencias en las obras de reconstrucción del colindante cine Infanta por parte de la Empresa Constructora de Obras de Arquitectura 24, quedaron rajadas las paredes de carga de su casa, y la cubierta del techo. Esto ha implicado severas filtraciones.

Los ejecutores dejaron sin poner la canal del techo del cine, que da directamente a la azotea de Rafael y otros vecinos, a una altura de cinco metros. Así, cuando llueve, el agua que cae del techo del recinto fílmico, se derrama sobre la azotea colindante.

En total, hay cuatro viviendas dañadas por la calle Neptuno, y cuatro por Infanta. Los afectados se personaron ya hace unos cuantos meses en la Dirección Municipal de Vivienda de Centro Habana, directamente en Inversiones, y conocieron que existe un expediente con las afectaciones detectadas, y el compromiso de los ejecutores de asumir la reparación de las viviendas dañadas.

Desde la promesa ya han transcurrido diez meses, y todo sigue igual. Rafael envió cartas al Ministerio de la Construcción, al director de la ECOA 24 y a la Fiscalía General de la República. Hasta ahora todo es silencio, excepto la intrusa lluvia que campea por su respeto dentro de su casa.

Rafael se pregunta por qué a estas alturas, unos ancianos sin ingresos económicos ni fuerzas, tienen que sufrir en la indefensión, esperando tanto por quienes dañaron su vivienda.

La segunda carta trae una historia similar: Reynol Abelenda vive en Compostela 702, entre Jesús María y Acosta, La Habana Vieja; justamente al lado del famoso Arco de Belén. Y cuando comenzó hace ya más de un año la restauración del convento homónimo y del arco, al poco tiempo descubrió que una esquina de la azotea de su casa estaba ocupada por varios metros cúbicos de hormigón ya endurecido, un peso grande para una casa antigua, ya de por sí con problemas.

Ello trajo filtraciones. Los afectados fueron a la obra a quejarse, y nadie supo precisar el origen de aquel vertimiento de material. Pasaron meses, y Reynol seguía reclamando, sin respuesta.

Y llegó un día de aguacero: ya no eran goteras, sino chorros. Ello fue resultado de un deficiente trabajo en la sustitución de algunas losas de la azotea de Reynol. Y cansado de ir a la obra, el afectado se personó en la Empresa de Restauración de Monumentos, a quejarse del trabajo de la Agrupación 5, y habó con el director, quien al otro día visitó la casa dañada, y dio instrucciones de dar solución a los dos problemas. Así, comenzó el trabajo rectificador, que duró cinco meses. Y en junio pasado volvieron para atrás: agua de nuevo cayendo del techo.

A Reynol le resulta curioso que, en un dictamen técnico de Planificación Física, se alerta a los inversionistas de que los trabajos en el Arco de Belén se realicen con sumo cuidado para no empeorar la situación de esa casa.

Al final, manifiesta que fue peor el remedio que la enfermedad: un compresor rompiendo allá arriba aquella masa de hormigón abandonado. Al final rompieron el material, pero lo dejaron abandonado allí. Después el agua entraba por rajaduras de las paredes, y por entre la unión de las vigas y el techo. El desagüe lateral lo habían tapado. Al llover sobre el Arco, el agua corre a buscar una salida, y esa fue la pared colindante. Sin desagüe, comenzó a filtrar.

Reynol ha hecho tantas gestiones que ya competirían con la edad del Arco de Belén: en la obra, con los inversionistas, en la Dirección de Inversiones de la Oficina del Historiador y con otras autoridades del municipio y la provincia. Cuando me escribió el 27 de junio, no tenía respuesta ni había sido citado por nadie. Mientras, la obra continúa y entre las paredes y techos de la casa de Reynol, el agua sigue haciendo historia, entre tanta historia. Junto al Arco de Belén.

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