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Respuesta sin goteras

Por estos días andamos «de respuestas». Hoy, la directora de Desarrollo de la Empresa de Fibrocemento de Santiago de Cuba, Keyla Rosabal, responde a las críticas hechas aquí el pasado 19 de octubre por su coterránea Elsa Noa, una destinataria de los bienes producidos por esa entidad.

Entonces, contaba Elsa que había adquirido 25 tejas de fibrocemento de las que produce la Empresa, para sustituir su techo con filtraciones. Las instaló, y con las lluvias posteriores, descubrió que las mismas «se filtraban» por igual cuando la lluvia se alargaba en el tiempo.

Elsa mostraba su disgusto por la considerable suma de dinero desembolsado, sin haber resuelto su problema. Y cuestionaba la supervisión y control de la calidad en la industria santiaguera.

Responde Keyla que se analizó una muestra de tejas facilitadas por Elsa, y aún no instaladas por ella. Las mismas fueron llevadas al laboratorio y sometidas a todas las pruebas, incluida la de la impermeabilidad.

«Podemos afirmar categóricamente—subraya— que las tejas no filtraron después de 96 horas (la norma especifica 24 horas). Además, presentan una altísima resistencia a la flexotracción y un alto peso volumétrico. O sea: cumplen ampliamente con todos los requisitos para la calidad Primera, según la NC-206: 2007».

Agrega la directiva que se analizó in situ por varios especialistas el cumplimiento de la Norma de Techado y Colocación de Tejas Onduladas. Y se detectaron algunos errores de colocación. Se comprobó que, en la instalación de Elsa, el no uso de caballetes en el remate superior del techo a dos aguas, y la sustitución de aquellos por tejas criollas y una masa de mortero, «son la única causa posible de ese goteo», afirma.

Y explica el por qué: El mortero se agrieta y permite el paso del agua, la cual, al rodar por debajo de la teja, da la errónea impresión de que esta gotea.

Precisa Keyla que todos los materiales de construcción usados tradicionalmente tienen un peso seco; y al sumergirlos en agua durante 24 horas, por ejemplo, aumentan su peso en un diez por ciento o más. Las tejas y los tanques de asbesto cemento no escapan a esta característica.

Agrega que la Norma Internacional ISO sobre las tejas onduladas de amianto cemento, así como la Norma Nacional NC-206:2007, describen el ensayo de impermeabilidad para las tejas. «Este consiste, apunta, en someter durante 24 horas una teja colocada en posición horizontal a una carga de agua de cuatro centímetros de altura sobre la cresta superior, dentro de una caja fijada y sellada a la parte superior de la misma. Y define que a las 24 horas la teja debe humedecerse por debajo, pero nunca gotear».

Concluye la funcionaria que, en todo momento, se ha hecho el trabajo de conjunto con Elsa, y le han reiterado su compromiso de asesoramiento y ayuda en todo lo que necesite.

Nobleza obliga

Ha pasado el tiempo, pero Eduardo Arias Polo no olvida aquella historia, que contrasta con sucesos de insensibilidad y abandono al prójimo. Por eso me la envía desde el edificio 6A apto. 36, reparto Bahía, en la capital.

Eduardo viajaba en un ómnibus de ASTRO desde Manzanillo a La Habana, el 10 de febrero pasado. A su lado, un anciano con discapacidad físico-motora, con aspecto bastante deplorable. Ya al amanecer del día 11, cuando el ómnibus se detuvo en el Conejito más cercano a la capital, el anciano le dijo que iba para Santa Clara, para de ahí tomar otro transporte y dirigirse a un campo cercano a esa ciudad.

Tal imprevisto en la carretera, con persona tan baldada y vieja, era un serio problema. Eduardo se dirigió a la tripulación del ómnibus, sin muchas esperanzas, y pensando que el anciano sería depositado a su suerte en aquella escala de incertidumbre.

Pero el chofer, apodado el Ruso, quizá se acordó de todos los ancianos y postrados del mundo. En un gesto inmenso, se dispuso a hacer justicia con aquel extraviado, aunque se retrasara su itinerario. Detuvo un ómnibus que se dio cruce con el suyo. Y auxiliado por varios pasajeros, trasladó al anciano hacia la guagua para que lo retornaran a Santa Clara.

Aunque a algunos les parezca intrascendente, soy emisario de esta historia porque «es un gesto digno de encomio, y poco común en nuestros días», según Eduardo; y porque, según este redactor, es muestra de la reserva de corazón que a veces anda dormida en nuestra gente. Gracias al Ruso, a Eduardo y a los pasajeros que compartieron ese noble gesto.

 

 

 

 

 

 

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